Sobre «el amor desesperado y perfecto» de Santa Catalina de Siena habló hace unos días el poeta Soren Peñalver en Murcia, invitado por la Fraternidad Seglar Dominicana y la archicofradía del Rosario. Una oportunidad para las dominicas del Monasterio de Santa Ana de Murcia de ´asomarse´ al mundo y también para los murcianos de aprender que las monjas de clausura no viven ajenas a la realidad.

La clausura, el recogimiento, es un ambiente que favorece el rezo y la meditación, pero la vocación de estas hermanas las lleva «a interceder por los demás». «Este modo de vida nos protege de algunas cosas, pero ese no es el fin, y nosotras nos implicamos con los problemas del mundo», explica sor Isabel María. «Tenemos familia y también vemos de cerca lo que está ocurriendo con la crisis económica, porque ahora, por ejemplo, viene gente, padres de familia, a pedirnos comida; que es algo que hasta ahora no había pasado», comenta la hermana dominica, una de las trece religiosas que viven en el convento murciano.

Una de las actividades que les hace a las hermanas salir de su aislamiento, además de completar y ampliar su formación cultural y religiosa, son las conferencias que, desde hace unos cuatro años, organiza la Fraternidad Seglar Dominicana –dentro de su Plan de Formación– y gracias a las que pasan por el convento, una vez al mes, «gente de todo tipo y de diferentes ámbitos» que habla de algún tema relacionado con la religión y los valores morales, aunque también de historia y cultura –«siempre con un matiz religioso», aclara sor Isabel María–.

La vida de Catalina de Siena, «una santa dominica poco conocida aquí en España pero que tuvo mucha influencia en la historia de la Iglesia» ha sido el último tema abordado. Amor desesperado y perfecto tituló su charla el poeta y colaborador de LA OPINIÓN Soren Peñalver, que conoció a las hermanas de Las Anas cuando acudió el pasado año a la conferencia de otra poeta murciana, Dionisia García.

Peñalver habló así de la santa italiana a través de proyecciones y de las palabras de otros autores –recopiló escritos que versaban sobre Santa Catalina–; ofreció un recorrido por la vida de esta religiosa del siglo XIV a la que «definen el amor y el fuego. Una gran mística y una mujer de fe muy profunda, apasionada y vehemente... De ahí lo del amor ´desesperado´», explica sor Isabel María, y recuerda que fue Santa Catalina la que «intervino para que el Papa Gregorio XI dejara la sede de Aviñon para regresar a Roma».

La del autor murciano ha sido una de las conferencias más concurridas, según la hermana dominica, quien explica que habitualmente asisten a estas charlas, que se anuncian en la iglesia y en carteles que ellas mismas ponen en su convento, entre 40 y 50 personas.

Una oportunidad para paliar, al menos en parte, «el desconocimiento» que incluso los propios católicos tienen de la religión que profesan. «Se recibe la fe de pequeños, pero hay gente que no sabe de dónde viene la historia del Cristianismo y todas estas actividades ayudan a conocer nuestra propia cultura», añade sor Isabel María, quien se despide con extrema amabilidad cerrando la pequeña ventana de la reja que la separa –no tanto como algunos creen– del mundo.