Presenta en Murcia esta novela que ya tiene recorrido, porque se trata de una reedición, ¿no?

Sí, la primera edición de El final del Ave Fénix es de diciembre de 2008, pero se publicó en una editorial pequeña de Valencia. La tirada se vendió completa, pero casi todo allí, fue complicado sacarla. Después de agotarse mucha gente seguía preguntando dónde la podía conseguir y una editorial malagueña, Aladena, se interesó y se empeñó en reeditarla.

Debe de ser muy doloroso para un escritor ver cómo la gente pide su libro y no poder hacer nada.

Había gente que hasta me mandaba mensajes por Facebook para preguntarme. Es bonito porque ves el apoyo que tiene tu trabajo, que el boca a boca ha funcionado, pero da también mucha impotencia.

Esta novela fue una de las diez finalistas del Premio Planeta 2007, ¿en ese momento pensó que ya lo tenía todo hecho?

Nunca pensé que lo tenía todo hecho, sobre todo porque era mi primera novela, pero sí es cierto que pensé que sería más fácil publicarla, que las cosas serían más sencillas. Al fin y al cabo fue una de las diez elegidas entre 469.

¿No ayudan tanto los premios?

Los premios te sacan del anonimato y en ese sentido sí ayudan, es evidente; quizá si no hubiera quedado finalista ahora no estaríamos hablando. Pero también me ha cerrado las puertas de las grandes editoriales. Planeta sólo publica las novelas del ganador y de un finalista, y a la competencia tampoco le hace gracia esa publicidad, así que te quedas un poco en tierra de nadie.

Su primera novela y queda finalista del Planeta, ¿era consciente de su talento?

No, no lo era. Fue mi familia, que tenía una fe bárbara, la que me animó a que lo enviara. Yo era consciente de que había hecho algo digno que podía gustar, pero al ser algo que has escrito tú siempre ves más las imperfecciones.

El final del Ave Fénix narra la historia de Elena y Carlos, pero también es un paseo por la España del siglo XX.

Es un recorrido por muchas cosas que hemos vivido y que hemos oído de nuestros abuelos. Se ha dicho que era una novela sobre la Guerra Civil, pero no lo es. La guerra aparece porque los personajes nacen en 1934, pero no se habla de política, sino de cómo dos niños viven esa época. De hecho, acaba en el año 2000. En el libro aparecen dos familias, al estilo Hombre rico, hombre pobre, que son en las que crecen Elena y Carlos.

Dos mundos diferentes que se encuentran...

Elena es de una familia de la alta burguesía cuyos padres están siempre más preocupados por sus cosas que por ella y que crece con una falta de cariño que le afecta en su forma de desenvolverse. La familia de Carlos, en cambio, es de clase media-baja, que no puede marcharse cuando empieza la Guerra Civil y por eso se convierte un poco en un buscavidas, un joven rebelde. Son dos personas muy distintas pero que terminan conociéndose y casándose, aunque cada uno busca cosas distintas: amor, cariño, pasión...

¿Donde transcurre la novela?

La mayor parte en Valencia, pero también en Alicante, París, Barcelona... y Murcia. Aparece el Teatro Romea, que tenía mucho prestigio y al que iba mucha gente de los alrededores. Es una novela con muchos escenarios en la que se reflejan las costumbres de cada época, aunque los años 40 y 50 tienen más protagonismo. Retrata un momento muy complicado para la mujer, para la que era muy difícil salir adelante sola. Cosas que todos hemos oído.

El proceso de documentación habrá sido importante. ¿La gente es la mejor fuente?

He hablado con muchas personas, con muchos familiares, sobre cómo vivieron esos primeros años de la posguerra y también he acudido a libros y al Nodo para ver el ambiente. Pero sí, la gente ha sido una gran ayuda, si sabes escuchar salen historias maravillosas.

El final del Ave Fénix es el título... ¿hay veces que es imposible renacer?

El sentido del Ave Fénix se ve sobre todo en el personaje de Elena, que desde siempre ha tenido que luchar por su espacio, le han puesto muchas zancadillas por las que se ha caído y se ha vuelto a levantar... Pero el mundo real no es como el de la mitología, los humanos tenemos nuestras limitaciones y siempre está ese último golpe que es la muerte.

¿Ha resurgido usted muchas veces de sus cenizas?

Todos somos un poco Ave Fénix. Todos hemos tenido disgustos, sinsabores, la vida nos ha dado golpes... pero siempre terminas sacando fuerzas y te vuelves a levantar. Si el mundo avanza es por eso, porque todos somos un poco Ave Fénix.

Dicen que las nuevas generaciones han perdido la capacidad de lucha que tenían quienes vivieron la guerra y la posguerra.

Es posible, pero es que hemos estado menos necesitados. En términos generales, tenemos una situación más cómoda. Nuestros problemas no son los mismos, aunque todos en algún momento recibimos un palo gordo. Todos tenemos una gran capacidad de aguante aunque no lo sepamos hasta que nos vemos en una situación difícil. La crisis, por ejemplo, está poniendo a mucha gente en una situación que no imaginaba, y hay quien está luchando por sacar adelante a su familia como se hizo en la posguerra. De alguna manera, la crisis está despertando ese instinto de supervivencia y de lucha que teníamos dormido.

¿Está trabajando ya en la siguiente novela?

La segunda está terminada y estoy con la siguiente, aunque en realidad las tres son un conjunto, porque hay una parte en la primera novela, a partir de los 60, que no se entra mucho en detalle de lo que ocurre... Es que un siglo da mucho de sí.