María Dolores Gil Vera, más conocida como Lolita Gil, nació en diciembre de 1924 en Beniaján (Murcia). Estudió con la misma profesora que María Callas, en Ankara, y durante los años cuarenta y cincuenta alcanzó altas cotas de éxito en la zarzuela gracias a su voz de soprano. Sin embargo, una de las figuras más relevantes de la música murciana del siglo XX permanece hoy en el olvido.

Su carrera comenzó por casualidad. Siendo muy joven, la oyó cantar en la iglesia de Beniaján el director de la banda de música. Sorprendido de su voz, el director aconsejó a su familia que la mandase a Murcia a estudiar canto.

Con sólo 18 años, Lolita intervino en su primera obra, una escena de La Traviata representada en el Conservatorio. La prensa se fijó por primera vez en ella: «Un aria cantada con verdadera exquisitez y muy celebrada».

En octubre de 1943, la Diputación Provincial de Murcia le concedió una beca de 5.000 pesetas para que ampliase sus estudios en Madrid, beca que posteriormente le extendieron otro año, conscientes de su valía. Allí tuvo como profesora a Lola Rodríguez Aragón, terminando sus estudios con un Premio Extraordinario.

Su verdadera presentación a la sociedad murciana tuvo lugar en octubre de 1945, en el Teatro Romea, acompañada por la Orquesta Sinfónica de Murcia y el guitarrista Díaz Cano. Los especialistas consideraron el evento como un triunfo personal de la soprano. Cantó con perfecta entonación El barbero de Sevilla, Rigoletto y la romanza de La Tempranica, haciendo gala de dominio de los diversos registros y de gran simpatía en escena, y recibiendo cálidos y merecidos aplausos.

Será 1947 un gran año para Lolita Gil. Comenzó con un sonado triunfo al cantar la plegaria a la Virgen de la Fuensanta, de Aguilera y Celdrán, pero lo mejor estaba por llegar. Tras seguir estudios con el Maestro Tabuyo y la cantante Ángeles Otein, se presentó al I Premio de Cantos y Romanzas, organizado por Radio Nacional. El público asistente se rindió a la voz de Lolita con clamorosas ovaciones, siendo llamada, tras ganar el concurso, La Voz de Oro de la zarzuela española. Roberto Plá, director del certamen, habló de ella como una mujer con voz timbrada, destacando su afinación y su finura.

Ingresó entonces en la Compañía de Opera Nacional Italiana, junto a María Greus, Andrea Lecher, Isabel de Beltrán y Lolita Torrento, entre otras figuras. Su papel era el de Gilda en Rigoletto. En 1947 actuaron en el Romea, agotando las localidades y recibiendo unánimes aplausos. También en 1947 tuvo la oportunidad de realizar una gira por América, pero tenía que cantar zarzuela, por lo que renunció a la experiencia.

Al finalizar 1949 se enfrentaba a las creaciones de Puccini, Massenet y Verdi, entre otros, demostrando sus extraordinarias cualidades. En 1950 volvía a actuar en Murcia con motivo de las Fiestas de Primavera. A partir de esta fecha el Romea, el Casino de Murcia, el Teatro Circo de Cartagena o el de Lorca serán escenarios comunes en los que Lolita Gil será ovacionada. Solía ser acompañada al piano por José Carrasco o por Antonio Salas. Con Salas le uniría una gran amistad, hasta el punto de cantar en su boda.

Éxito y matrimonio

En febrero de 1951 el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid organizaba un concierto en el Círculo Medina, obteniendo la cantante murciana un gran triunfo.

Comienza el año de 1953 participando en un homenaje al pianista murciano Enrique Martí, con el orfeón Fernández Caballero, dirigido por Massotti Littel. Para poder participar tuvo que retrasar su viaje a Nueva York. Estuvo brillantísima con sus madrigales, un fragmento de Las Bodas de Fígaro y con el solo realizado del Himno a Murcia de Ramírez. Aún veríamos a Lolita Gil éste año actuando en el Instituto Ibáñez Martín de Lorca, acompañada al piano por Martínez del Castillo.

En 1955 y 1956 actuará en la Casa de Murcia de Madrid, en festivales organizados por el grupo La Parranda.

Lolita Gil actuó entre 1948 y 1955 en Tetuán, Casablanca, Madrid, Albacete, Orihuela, Cádiz, Sevilla, Granada, Zamora, Béjar, Salamanca, Barcelona, Tortosa, Reus y Tarragona. En Barcelona lo hizo con el pianista Pedro Vall-Ribera, el teclista de Victoria de los Ángeles. En Andalucía compartió escenario con la madrileña Carmen Vivo y la catalana Ramona Sanuy. Los conciertos eran organizados por Información y Turismo.

En julio de 1955 se casó con el toledano Tomás Montalvo Caro. Dejó entonces la ópera, o al menos los continuos viajes, y se trasladó a vivir a Alicante.

En cierta ocasión, leyendo la revista Siete Fechas, vio un reportaje sobre la cantante de ópera Elvira Hidalgo, profesora de María Callas, que triunfaba en Atenas y Ankara. Decidió viajar a Turquía para estudiar y aprender con ella, permaneciendo juntas seis largos meses. Allí dio un concierto con obras de Granados y Turina. Se le brindó la oportunidad de actuar en Milán, pero decidió volver a España con su marido.

Parece que el matrimonio dio al traste con su triunfal carrera. En 1958, Antonio Ramos Carratalá le ofreció dirigir el Conservatorio Oscar Esplá, a punto de abrirse. Pero en esos momentos ya esperaba a su primer hijo y decidió dejar pasar la oportunidad. Ocuparía el puesto Ricardo Ruiz.

En 1963 Ismael Galiana decía que «prefirió la canción de cuna del matrimonio al bel canto». Aún en 1977 Octavio de Juan la recordaba como «la máxima gloria de la lírica murciana». Con el tiempo, Lolita Gil Vera volvió a sus orígenes, al Conservatorio de Murcia, impartiendo clases y organizando recitales con sus alumnos.

Durante sus mejores años, 1947 a 1954, la prensa nacional la alabó continuamente. Periódicos como Destino, ABC, El Correo de Andalucía, Diario de Barcelona, La Vanguardia, Ya, Diario de Cádiz o Tarrasa Información le dedicaron magníficas críticas.