Si en la conferencia de Copenhague sobre cambio climático de diciembre se quiere llegar a un gran acuerdo vinculante, deberán ser los líderes de las principales potencias mundiales quienes lo logren en un último esfuerzo, ya que la cita preparatoria de Barcelona se cierra este viernes de forma poco halagüeña.

Si no hay un cambio radical en las próximas horas, algo poco previsible, la cita de Barcelona bajará el telón con una clara sensación de frustración entre muchos de los delegados convocados por la ONU para tratar de allanar el camino hacia Copenhague, donde debía aprobarse (según se acordó en Bali en 2007) un protocolo vinculante "post-Kioto" para regular las emisiones de CO2 entre 2012 y 2020.

La postura de la delegación de Estados Unidos deja escaso margen de acción de cara Copenhague -el 19 de diciembre es la fecha tope- que podría cerrarse en falso, con un acuerdo político, y abrir un nuevo escenario de reuniones durante los primeros meses de 2010.

El representante estadounidense en Barcelona, Johnatan Pershing, ha vaticinado que en la capital danesa "habrá un acuerdo real", aunque ha puntualizado que difícilmente será vinculante -aspecto esencial para los negociadores de la UE y muchos países en vías de desarrollo- a la vez que ha evitado, una vez más, concretar qué propuestas llevará EEUU a la conferencia.

De nada ha servido el boicot de presión de los países africanos en Barcelona, que exigían más cintura a los negociadores sobre las reducciones de los Estados ricos. Pershing ha reconocido que la ley del clima que se está negociando en estos momentos en el Senado de EEUU, y que podría no estar aprobada en diciembre, marcará la política de su país en esta materia y los compromisos que están dispuestos a asumir.

Ante este planteamiento, que para muchos observadores no han sido ninguna sorpresa, las caras en la delegación de la delegación europea reflejaban desánimo.

La responsable de negociación de España, Alicia Montalvo, no ha podido negar un sentimiento de frustración, pero ha subrayado que en el mes que resta hasta la cita de Copenhague "habrá que forzar mucho la máquina" de las negociaciones, y que si finalmente algunos países se cuestionan el "escenario Copenhague", poder manejar un calendario "inmediato".

En este sentido, los negociadores comunitarios, encabezados por Artur Rumge-Metzyer, apuntan que la UE ha de tener capacidad de reacción, y apostar por un "instrumento vinculante", y que si no es posible conseguirlo en Copenhague, se logre entre los tres y seis meses siguientes.

Algunos delegados y observadores consultados por Efe reflejaban su malestar por el hecho de que la capacidad de negociación sobre aspectos esenciales, como el porcentaje de reducciones, haya sido tan limitada en el caso de la principal potencia del mundo, mientras que la UE, que había ofrecido un 30%, y otros países como Japón habían dado un paso adelante.

Las mismas fuentes apuntaban que todo hace presagiar que sólo una reunión 'in extremis' entre algunos de los líderes mundiales -léase Obama, Sarkozy, Brown, Merkel, Lula, Hu Jintao, Medvedef- ya sea de carácter bilateral o en grupo, podría salvar con éxito la conferencia de Copenhague.

Críticas

Desde las filas de algunas ONG, las críticas han sido inmediatas.

Para el representante de Intermon-Oxfam José Antonio Hernández, el resultado de la cumbre se parece "al Día de la Marmota (una película donde el protagonista vive siempre una misma jornada), algo que se repite, que habíamos visto y escuchado antes: hace dos años se comprometieron a llegar a un acuerdo vinculante en diciembre de 2009 y ahora se viene a decir lo mismo, que hay que seguir estudiándolo".

A juicio de esta organización, la UE pretende que EEUU tenga su espacio en este acuerdo aunque para ello suponga 'de facto' su bloqueo.

Intermon propone un segundo periodo de compromiso en el protocolo de Kioto, al que se sumarían los países en desarrollo y EEUU, mientras que los demás Estados llegarían a un acuerdo en Copenhague lo suficientemente cerrado para que sea vinculante: "esta solución no es compleja, es una cuestión de voluntad política".