El Festival de Jazz de San Javier es uno de los mejores festivales de Europa, y lo volvió a demostrar en el primero de los conciertos de este año, celebrado el sábado.

La apertura estuvo dedicada a una doble sesión de órgano Hammond. Abrió Rhoda Scott, considerada como una de las mejores organistas. Es emocionante verle tocar esa caja de sonidos tan espectacular que es el órgano Hammond B-3. Acompañada por dos excelentes músicos franceses, el batería Lucien Dobat y el guitarrista Gilles Renne, y por el saxofonista alto Jesse Davis, uno de los músicos contemporáneos más enraizados en el estilo de Parker, dueño de una gran técnica y un feeling natural en sus interpretaciones, uno de los 'jóvenes leones' del Jazz de Nueva Orleans.

Rhoda Scott, 'The Barefoot Lady', fue descubierta por Count Basie, y es una organista que posee un talento completo: clásica, jazz, gospel o blues. Llegó subrepticiamente al escenario, discreta, como si no quisiera turbar la comunión ambiental. Pero la discreción duró poco: las primeras frases de su magistral concierto se encargaron de establecer un decorado que se revelaría magnífico. Un concierto sorprendente, cautivador. La adhesión del publico fue total. Los tacones sólo le sirvieron para atravesar el escenario delante del público por primera vez. Antes de sentarse en su Hammond, Rhoda explicó con un solo gesto a qué debe el sobrenombre de 'la princesa de los pies descalzos'.

Rhoda rindió homenaje a la tradición musical (eso que el maestro Cifu denomina jazz para los que odian el jazz) interpretando temas como la 'Tocata en re menor' de Bach ("él la escribió especialmente para mí", dijo), mezclada con 'Les feuilles mortes', de Jacques Prevert, que introdujo Davis por medio de unas notas cálidas de su saxo alto. Otro tanto hicieron para introducir el 'Caravan' de Duke Ellington sobre la popular 'Tequila' de los Champs, donde la fuerza que imprimió el batería a su solo le despidió de su asiento por efecto de la fuerza centrífuga. Y finalizaron con un 'Hit the Road, Jack', una canción escrita por el artista de R&B Percy Mayfield y grabada, entre otros, por el pianista Ray Charles.

La participación del elegante Jesse Davis resultó decisiva; claro exponente de la escuela bopper así como excelente bluesman, demostró ser tan buen improvisador como conocedor de la gran tradición afroamericana, y se pudo comprobar el dominio que tiene de diversos estilos, con musicalidad, oficio y, ante todo, resolución. La balada de su autoría, que contiene un exquisito solo al saxo en el tramo final, provocó aplausos de admiración ante su destreza mostrada. Jesse Davis pertenece a la generación del 'rebop', sabe conversar con el blues y dibujar swing con una técnica que resulta excelente.

No te puedes mover mucho detrás de un órgano Hammond B-3, usarlo como arma o interpretar metáforas sexuales con él, y pocos organistas cantan. Esto último, Rhoda lo hace con soltura. El concierto trascendió los clichés del género. Ms. Scott, quitándose los tacones para maniobrar descalza con los pedales de bajo, exprimía al máximo el potencial de los acordes sostenidos. Arthur Rubinstein ha dicho de ella: "A great, a very great virtuoso", y no voy a discutir con él. La belleza del Hammond es que en las manos adecuadas puede producir sonidos maravillosos. Estas son las manos adecuadas, y todo está en ellas.

El órgano de jazz, cuyos pioneros fueron Wild Bill Davis y Bill Doggett en los 40, popularizado por Jimmy Smith en los 50, y hasta el presente, es música 'working-class', aunque la mayor parte del jazz ha subido en la escala social. Esto es música basada en el blues con toques de gospel; una música de líneas de bajo andarinas (tocadas por los pies del organista) y ritmos arrastrados; una música alegre que no ha perdido su función, y Mauri Sanchis lo sabe. Vino acompañado por una superbanda con sección de metales, y con Karl Frierson, cantante del grupo De-Phazz, y Dana Leese, Damon Robinson y Rebeca Rods como invitados, para estrenar su nuevo disco, 'Groove Words'.

Sanchis es de esos músicos que tienen la cualidad de ser brillantes con la sencillez. Su música esta plagada de blues y buen gusto y, posiblemente, es el único organista español que domina las posibilidades sonoras del órgano Hammond. La grandísima novedad es la inclusión de temas cantados y, algo igualmente más que notable: Mauri se ha destapado como letrista en su habitual mezcla de soul, blues, jazz, rock, funk, r&b, gospel y demás estilos que siempre le han caracterizado. Empezó como trío, luego amplió su banda con metales, y tras ellos los invitados. Esta parte estuvo entretenida: salió Damon Robinson y unas coristas, luego la presumida vocalista negra Danna Leese, que pugnó por animar el cotarro con algo de rap, se defendió en el blues y el soul, y logró despertar a la concurrencia. Para el final, Karl Frierson presentó una vibrante versión de 'Superstition' de Stevie Wonder, donde insertó el 'Billie Jean' como homenaje a Michael Jackson, continuando con blues, 'Stormy Monday', de T-Bone Walker. Entre medias, temas de su último disco: 'On my way' (un diálogo entre una mujer que no puede tener hijos y que está pasando un proceso de adopción tremendamente largo y doloroso), la esperanzada 'Don't Look so Sad', donde mezcla gospel, funk, soul y hip hop, o una versión del tema 'The Ghetto', de Donny Hathaway, que también versionó George Benson, sin olvidar su homenaje al Dr. Lonnie Smith.

Mauri Sanchis da una dinámica muy sentida a su instrumento, y el resto de los músicos no le van a la zaga. Se les percibió sinceramente entregados, con espacio para lucirse con solos extensos. El teclista valenciano y su grupo tienen por delante muchas cosas que decir en el panorama jazzístico español.