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Medio ambiente

Las construcciones en zonas inundables se multiplican en el litoral de la Región

Un estudio de la Universidad de Murcia analiza ocho siglos de riadas en la cuenca del Segura y alerta de los peligros por la falta de planificación urbana

Las inundaciones en municipios como San Javier o Los Alcázares son cada vez más dañinas.

Las inundaciones en municipios como San Javier o Los Alcázares son cada vez más dañinas. / Iván Urquízar

Alejandro Lorente

Alejandro Lorente

Por más que el sureste de España sea una de las regiones más secas del país, las inundaciones forman parte inseparable de su historia. La Demarcación Hidrográfica del Segura, que abarca gran parte de Murcia y zonas de Alicante, Albacete, Granada y Almería, ha sufrido durante siglos episodios de lluvias torrenciales que transforman en ríos las ramblas y avenidas secas. Pero una pregunta persiste: ¿están aumentando realmente estos fenómenos o somos nosotros quienes nos hemos puesto más en su camino?

Un equipo del Departamento de Geografía de la Universidad de Murcia, integrado por Alfredo Pérez Morales, Salvador Gil Guirado, junto con los investigadores Josep Barriendos y Mariano Barriendos, de otros centros de estudio de Cataluña, ha analizado con detalle esta cuestión. Su trabajo, titulado ‘Análisis espacio-temporal de las inundaciones en la Demarcación Hidrográfica del Segura a partir de la base de datos AMARNA (1258-2025)’, concluye que el aumento del riesgo no se debe tanto a que llueva más, sino a que hemos construido más y peor en lugares donde siempre hubo peligro.

El estudio, que se incluye en un proyecto financiado por la Fundación Séneca, utiliza la base de datos AMARNA, un proyecto que recopila más de siete siglos de registros sobre desastres naturales en España. A partir de documentos antiguos, hemerotecas y archivos, los investigadores han reconstruido la cronología de las grandes avenidas del Segura desde el año 1258. Este enfoque, que combina historia, climatología y geografía, permite observar tendencias a muy largo plazo y entender un poco mejor el presente.

Los resultados muestran que, a lo largo de los siglos, el número de episodios de inundación ha aumentado, aunque con matices. Desde 1900 no se detecta un incremento claro en la frecuencia de lluvias torrenciales, pero sí un aumento en el número de municipios afectados y en la extensión de los daños. En resumen: las riadas no son necesariamente más frecuentes, pero sí más dañinas.

La explicación está en el territorio. Desde mediados del siglo XX, la población de la cuenca del Segura se ha multiplicado, y las ciudades se han expandido hacia zonas bajas y llanuras de inundación. El sellado del suelo —la sustitución de terrenos permeables por asfalto y cemento— impide que el agua se infiltre, de modo que las lluvias intensas generan escorrentías más rápidas y violentas. «El riesgo ha aumentado por la forma en que ocupamos el espacio», señalan los autores del estudio.

Los municipios más afectados —Murcia, Orihuela, Lorca, Cartagena o Caravaca— comparten una localización desfavorable: fondos de valle o zonas atravesadas por ramblas. Pero el estudio revela un fenómeno reciente y preocupante: el desplazamiento del riesgo hacia la costa murciana.

El crecimiento urbanístico vinculado al turismo y la segunda residencia ha multiplicado las construcciones en áreas inundables. Municipios como Los Alcázares, San Javier, Mazarrón o Águilas, donde antiguamente desembocaban cauces naturales, sufren ahora lluvias torrenciales que se traducen en daños reiterados. Hoy, los municipios costeros registran una incidencia de inundaciones un 50 por ciento superior a la de los del interior.

Casos de inundación posteriores a 1960

Casos de inundación posteriores a 1960 / L.O.

El clima, por su parte, no parece ser el principal culpable. Informes del IPCC, del CEDEX y del propio equipo investigador coinciden en que, en el sureste ibérico, no se ha detectado un aumento significativo en la intensidad de las lluvias extremas durante el último siglo. Lo que sí se observa es una fuerte irregularidad, típica del clima mediterráneo, donde largos periodos secos pueden alternarse con precipitaciones muy concentradas en poco tiempo. Los científicos advierten, sin embargo, que las proyecciones del cambio climático podrían agravar este patrón si no se aplican medidas de adaptación.

El análisis catastral de la investigación ofrece cifras elocuentes: cerca del 19% de las edificaciones de la cuenca del Segura se encuentran en zonas inundables. Dentro de ese porcentaje, el 6% corresponde al litoral, donde la superficie edificada en áreas de riesgo se ha duplicado desde el siglo XIX. En la práctica, esto significa que las inundaciones actuales provocan más daños y pérdidas, incluso sin que haya aumentado la frecuencia de las lluvias extremas.

La conclusión de los investigadores es clara: el riesgo de inundación en la cuenca del Segura no depende solo del clima, sino sobre todo del modo en que se ha transformado el territorio. El urbanismo desordenado, la ocupación de ramblas y la falta de planificación a largo plazo han convertido a esta región en una de las más vulnerables de España frente a las grandes avenidas.

“El crecimiento urbanístico en zonas inundables, aunque generalizado en toda la Demarcación Hidrográfica del Segura (DHS), ha sido significativamente mayor en el litoral que en el interior de la cuenca, tanto en términos absolutos, como en términos proporcionales. Es necesario subrayar que los municipios costeros duplican en términos proporcionales a los del interior en expansión inmobiliaria sobre suelos inundables desde 1900 hasta la actualidad", señalan los autores.

El agua reclama lo suyo

«Las lluvias torrenciales seguirán ocurriendo, porque forman parte del clima mediterráneo», advierte Alfredo Pérez Morales. «La diferencia es que ahora hay más personas y más infraestructuras en el camino del agua». Para revertir esta tendencia, los autores reclaman una mejor planificación del crecimiento urbano, la protección de los cauces naturales y la recuperación de zonas de amortiguación hidráulica que permitan drenar el exceso de agua cuando llega una riada, entre otras medidas.

Desde las crónicas medievales que narraban cómo el Segura se desbordaba sobre la huerta de Murcia hasta las imágenes recientes de calles anegadas en Los Alcázares, la historia parece repetirse. Pero la lección que deja este trabajo es inequívoca: las inundaciones siempre han estado ahí; lo que ha cambiado somos nosotros y nuestra forma de ocupar el territorio. El agua, al fin y al cabo, solo reclama lo que un día fue suyo.

Alfredo Pérez Morales, profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Murcia

Alfredo Pérez Morales, profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Murcia / L.O.

«La cartografía de zonas inundables ha llegado muy tarde»

El profesor de Geografía Humana de la Universidad de Murcia, Alfredo Pérez Morales, señala que, aunque España cuenta ahora con instrumentos de planificación más avanzados —como el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables—, su implantación ha llegado tarde. Muchas construcciones de las décadas de 1970 y durante la burbuja inmobiliaria se realizaron «con los ojos tapados», sin disponer de cartografía fiable de zonas de riesgo, aumentando la exposición al peligro.

Pérez Morales destaca que la normativa actual ofrece herramientas suficientes para limitar la ocupación de zonas inundables, pero subraya la necesidad de combinar medidas estructurales con soluciones sostenibles. Entre estas, cita los parques inundables y la planificación preventiva que evite futuras construcciones en áreas de riesgo. «El cambio climático no puede justificarlo todo —insiste—. La exposición humana es lo que realmente marca la diferencia. Aunque las precipitaciones se intensifiquen, las pérdidas económicas seguirán aumentando si no actuamos sobre cómo ocupamos nuestro territorio».

El experto concluye que la solución pasa por un enfoque híbrido: obra hidráulica allí donde ya existe infraestructura y estrategias de ocupación adaptativa y preventiva en nuevos desarrollos. Para Pérez Morales, la concienciación y la planificación a largo plazo son clave para evitar que cada episodio de lluvia se convierta en un desastre económico y social.

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