Duchas con barreños y colas con garrafas: así se vive sin agua potable
La falta de suministro pone a prueba la paciencia en Roldán transcurridos once días

Vecinos de la pedanía de Roldán llenan garrafas de agua en un punto de suministro habilitado. / Ávila
Han pasado ya más de diez días desde que los vecinos de Roldán abrieron el grifo y descubrieron, primero que no tenían suministro de agua, después que el agua no era potable. Desde entonces, la vida cotidiana en esta pedanía de Torre Pacheco se ha transformado por completo: duchas improvisadas en barreños, lavadoras paradas, viajes diarios con garrafas y un ánimo mezcla de resignación, cansancio y esperanza por recuperar la normalidad.
"Nos duchamos dentro de un barreño, mi hija y yo. Vamos tirándonos agua con una jarra y así nos apañamos", explica Carmen, vecina de la zona, que intenta mantener la normalidad en casa pese a las limitaciones. "Esa agua luego la aprovecho para el baño, porque es cierto que dan agua para el aseo, pero no para los váteres", añade.
Mi marido tiene cáncer y no me puedo arriesgar. Si coge una bacteria por usar esta agua, imagínate
Carmen vive con especial preocupación la falta de agua potable. "Mi marido tiene cáncer y no me puedo arriesgar. Si coge una bacteria por usar esta agua, imagínate", comenta con cautela. Asegura que solo utiliza agua embotellada para cocinar y beber, y que los puntos de reparto los usa "para limpiar y el aseo personal".
Como ella, muchos vecinos han vivido sus días confiando en los comunicados del Ayuntamiento y de la Mancomunidad de Canales del Taibilla, que aseguran que el restablecimiento del agua potable es inminente. "Dicen que ya están tomando muestras, pero la verdad es que se está haciendo largo", comenta resignada.
Comercios locales
La falta de agua ha paralizado buena parte de la actividad cotidiana. Las lavanderías han tenido que cerrar o desplazarse a otros municipios para dar el servicio. "Yo trabajo de cinco de la mañana a once de la noche, entre viajes", cuenta Ana, encargada de una lavandería en Roldán. "Me voy a San Javier o Cartagena a lavar, porque aquí no puedo abrir. Me controlan qué agua uso y no puedo usar el suministro local. Económicamente no gano nada, solo intento no fallar a los clientes y vecinos", explica.

Un establecimiento de sacado de ropa en Roldán que se desplaza a otros municipios para lavar la ropa. / Ávila
Francisca, también vecina de Roldán, confiesa que la situación es "desesperante". "Somos tres en casa y no podemos poner la lavadora. Todos los días hago tres o cuatro viajes con el carro para traer agua. Tengo un nieto de 19 años que hace deporte, y claro, necesita ducharse a diario", relata. "La ropa se acumula, y la que puedo lavar a mano la tiendo, pero la otra ahí se queda, esperando a que vuelva el agua". Francisca lamenta la falta de información: "Aquí no dicen nada, solo que las cubas vendrán hasta el viernes. El agua ahora sale más clara, pero antes salía blanca, con espuma y hasta con olor".
Para los que somos mayores y vivimos solos es llevadero, pero las familias con niños lo están pasando mal
Otros vecinos, como Pepe Tomás, profesor jubilado, miran la situación con cierta serenidad, aunque no esconden el malestar general. "Para los que somos mayores y vivimos solos es llevadero, pero las familias con niños lo están pasando mal. La gente está respondiendo, pero falta información. No se ha explicado claramente por qué el agua no es potable ni qué la ha contaminado", sostiene. Pepe, que fue también campesino, recuerda con ironía los tiempos en los que se bebía agua de los aljibes.
Falta de información
"Lo que más molesta no es que haya una avería —eso puede pasar—, sino la poca transparencia. Llevamos diez o doce días sin agua potable y hemos sido unas 100.000 personas afectadas. Eso deja un descontento general", afirma José Andrés, otro vecino de la pedanía.
Desde su punto de vista, "la avería pasará, pero el malestar quedará". "Se han roto infraestructuras, vale, pero habría que ir a la raíz: por qué ha pasado esto", añade.
Para muchos, la lección es clara; como recuerda Carmen, "mi madre siempre decía que no sabíamos la suerte que teníamos de abrir el grifo y tener agua. Y ahora lo entiendo".
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