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Agricultura

Las normas para proteger el Mar Menor degradan la salud del suelo agrícola

Los primeros resultados del proyecto Nitrosfera revelan un descenso del carbono orgánico y alertan del riesgo de erosión y pérdida de fertilidad en el campo murciano

Uno los campos de cultivos en los que se desarrolla el proyecto Nitrosfera, financiado con fondos europeos. | PROEXPORT

Uno los campos de cultivos en los que se desarrolla el proyecto Nitrosfera, financiado con fondos europeos. | PROEXPORT

Alejandro Lorente

Alejandro Lorente

La normativa medioambiental diseñada para proteger ecosistemas sensibles como el Mar Menor ( Ley del Mar Menor o la Directiva de Nitratos) está generando un efecto indeseado: la pérdida progresiva de la fertilidad de los suelos agrícolas en la Región de Murcia. Así lo advierten los primeros resultados del proyecto de investigación Nitrosfera, coordinado por Proexport, que analiza cómo las restricciones sobre el uso de materia orgánica afectan al equilibrio y la productividad de los cultivos.

El responsable de Agua y Medioambiente de G’s España y miembro del grupo operativo NUVES, Pablo Puerto, lo resume con claridad: «Las restricciones en materia orgánica provocan la pérdida de fertilidad del suelo». Explica que las enmiendas orgánicas —como estiércoles, compost o restos vegetales— cumplen una función esencial al mejorar la estructura del suelo. En ese proceso, el humus, producto de la descomposición de la materia orgánica por microorganismos, actúa como un «cemento natural» que une partículas de arena y arcilla, formando el complejo arcillo-húmico, capaz de retener agua y nutrientes y permitir la aireación.

Entre las alternativas a las restricciones, se prueban en las fincas bioestimulantes y probióticos

«Estos agregados hacen posible la vida vegetal», subraya Puerto. «Permiten el paso del aire y del agua, almacenan nutrientes y proporcionan energía a los microorganismos que también contribuyen a la fertilidad». Sin ellos, el suelo se compacta, pierde porosidad y, con el tiempo, deja de ser fértil.

El diagnóstico es compartido por Abelardo Hernández, director técnico de Proexport y coordinador del proyecto Nitrosfera. «El contenido en carbono orgánico de nuestros suelos es muy bajo —rara vez supera el 1%— y además disminuye con el tiempo», advierte. Este descenso se acentúa durante los periodos sin cultivo y, sobre todo, con las altas temperaturas del verano, algo verificado en los ensayos realizados por la UPCT. La pérdida de humus tiene consecuencias directas: los suelos pierden cohesión y se vuelven más vulnerables a la erosión causada por la lluvia y el viento. «La reducción del contenido de humus se traduce en una pérdida de estructura que hace el suelo más sensible a la erosión», añade Hernández.

Ante las limitaciones normativas, las empresas buscan soluciones innovadoras. El responsable de producción del Grupo Hortofrutícola Murciana de Vegetales, Pedro José Albaladejo, explica que están apostando por «bioestimulantes, probióticos y bacterias captadoras de nitrógeno» para compensar la falta de materia orgánica.

También BF Agrícola (Grupo Bonduelle) trabaja en esta línea. Su responsable de producción, Mickael Michaud, detalla el uso de trichodermas hongos que combaten patógenos del suelo— y bacterias capaces de liberar nutrientes bloqueados o fijar nitrógeno del aire. «Todos ellos buscan mejorar la nutrición y reducir el uso de fertilizantes químicos», explica.

Ensayos del proyecto en la finca experimental Tomás Ferro.  | PROEXPORT

Ensayos del proyecto en la finca experimental Tomás Ferro. | PROEXPORT

El gran desafío, según Abelardo Hernández, es encontrar un equilibrio entre la reducción de los fertilizantes minerales —que aportan nutrientes rápidamente asimilables— y las limitaciones en el uso de materia orgánica, que mantiene las reservas naturales de humus. Se busca en definitiva el punto medio entre cumplir con la normativa y mantener la fertilidad del suelo.

El proyecto Nitrosfera, enmarcado en el grupo operativo NUVES, actúa como un laboratorio a pie de campo. Su meta es diseñar un modelo agrícola que combine sostenibilidad ambiental y viabilidad económica, asegurando que la tierra siga siendo productiva en el futuro.

El calor extremo multiplica la degradación del suelo en los meses de verano

Entre sus líneas de investigación destaca el ya citado uso de microorganismos beneficiosos —bacterias, hongos y actinobacterias— que mejoran la estructura del suelo y favorecen la absorción de nutrientes. Algunas fijan nitrógeno atmosférico, transformándolo en una forma que las plantas pueden asimilar, mientras que otras solubilizan fósforo y potasio. En los ensayos se están sustituyendo parte de las Unidades fertilizantes por microorganismos, planificando abonados con reducción de aportes: 30% de nitrógeno, fósforo y potasio.

Sin embargo, medir los resultados no es sencillo. «A diferencia de los fertilizantes químicos, cuyos efectos son inmediatos y cuantificables, los microorganismos actúan de forma indirecta y dependen mucho de las condiciones del suelo y del clima», explicó Ángeles Lozano, colaboradora del proyecto.

Nitrosfera reúne a empresas hortofrutícolas como G’s España, Proexport, Murciana de Vegetales y Bonduelle, junto a la UPCT, con apoyo del Fondo Europeo Agrario de Desarrollo Rural (FEADER) y del Gobierno regional.

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