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Medio ambiente

El Mar Menor resiste por ahora el impacto de la dana Alice

El IEO no detecta estratificación en la laguna, el fenómeno que provocó la anoxia en el año 2019, pero pide «prudencia»

Así llegó el agua de las lluvias hasta el Mar Menor en Los Alcázares

Iván Urquízar

Alejandro Lorente

Alejandro Lorente

Todas las miradas están puestas en el Mar Menor tras sufrir el envite de la dana Alice. Técnicos y científicos observan con cautela la evolución de la laguna salada, cuya frágil recuperación podría verse comprometida por el aporte de agua dulce y nutrientes procedentes de los arrastres. Aunque por ahora no se ha detectado una estratificación de las aguas —la peligrosa separación entre capas dulces y saladas que en 2019 desencadenó un episodio de anoxia masiva—, los expertos advierten de que el riesgo no ha desaparecido y hay que seguir de cerca la evolución de sus parámetros.

El investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO), Juan Manuel Ruiz, explica a La Opinión que, de momento, el Mar Menor «está respondiendo bien» a las lluvias asociadas a la dana, aunque pidió prudencia hasta comprobar en los próximos días cómo evoluciona la laguna. Explicó que el sistema de monitorización en tiempo real del proyecto Belich permite seguir el episodio «prácticamente en directo», y que los datos obtenidos hasta ayer no muestran alteraciones graves en los parámetros del ecosistema. «Por ahora no hay nada que podamos decir que es grave o crítico», afirmó.

Los sensores registran correctamente las aportaciones de agua procedentes de las ramblas y las variaciones de salinidad que generan, pero lo más relevante —subrayó Ruiz— es que no se ha detectado un fenómeno de estratificación en la columna de agua, algo que en otras ocasiones ha derivado en episodios de falta de oxígeno. «Eso es positivo», indicó, aunque advirtió de que aún es pronto para descartar completamente efectos secundarios sobre el fitoplancton o la luz disponible en el fondo.

Por su parte, el catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia, Ángel Pérez Ruzafa, considera que el principal peligro no está tanto en un episodio inmediato de anoxia como en la prolongada descarga del nivel freático y la entrada continua de nutrientes hacia la laguna. Recordó que el Mar Menor se encuentra hoy en un estado diferente al de hace seis años. Tras el dragado del canal de El Estacio en los años 70, los fondos fueron colonizados por el alga Caulerpa prolifera, que aporta cada año gran cantidad de materia orgánica al sedimento y genera zonas anóxicas —sin oxígeno— donde apenas puede sobrevivir fauna marina.

Durante la crisis eutrófica de 2016, la falta de luz redujo drásticamente esas praderas, lo que permitió que los fondos se reoxigenaran y la fauna recolonizara el sedimento. Sin embargo, ahora la Caulerpa ha vuelto a cubrir gran parte del fondo. «Eso podría hacer que las consecuencias fuesen menores que en 2019, porque estos fondos ya no están refaunados, es decir, no hay organismos que puedan morir ante un episodio de hipoxia», explicó el catedrático.

La mancha marrón en el Mar Menor tras toneladas de arrastres por las lluvias torrenciales de la dana Alice.

La mancha marrón en el Mar Menor tras toneladas de arrastres por las lluvias torrenciales de la dana Alice. / IVAN URQUIZAR

Por el momento, los datos del IEO confirman que no hay estratificación y que los niveles de oxígeno son correctos en toda la laguna. Ruiz añadió que el volumen de agua que ha llegado al Mar Menor en este episodio ha sido mucho menor que en 2019 y que las condiciones meteorológicas «vienen mejor ahora, porque el viento ayuda a mezclar la columna de agua y evita la separación de capas».

Pese a estos factores favorables, Pérez Ruzafa advierte de que el nivel freático continúa anormalmente alto, lo que mantiene una descarga constante de agua subterránea y nutrientes hacia el Mar Menor. «Si el freático está tan cargado, llueve sobre mojado», señaló, apuntando que en algunas zonas habría subido entre dos y tres metros. Ese flujo continuado implica una baja prolongada de la salinidad y una entrada constante de nitratos y fósforo, este último procedente del lavado de suelos urbanos y agrícolas.

Recuperar el salmueroducto

A su juicio, la época del año ayuda a contener los efectos más visibles: «Juega a nuestro favor que no estemos en primavera. En otoño, el metabolismo del Mar Menor es más bajo y hay menos riesgo de proliferaciones algales».

No obstante, lamentó que no se hayan adoptado medidas preventivas. «Hay una resistencia incomprensible a bajar el nivel freático», criticó, recordando que existen más de mil pozos legales que podrían utilizarse para extraer y tratar el agua subterránea.

El catedrático propone un plan integral que permita mantener bajo el nivel freático del Campo de Cartagena sin renunciar a la actividad agrícola ni comprometer la salud del ecosistema. La solución, defendió, pasaría por recuperar el salmueroducto, autorizar la extracción controlada del agua subterránea, desalarla para su uso en riego y desnitrificar las salmueras tras decidir un nuevo destino final. «Un plan así permitiría mantener una agricultura necesaria si no queremos depender de Marruecos u otros países, y al mismo tiempo conservar la integridad ecológica del Mar Menor», concluyó.

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