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Puerto

300 años en el Arsenal

Una orden real decreta en 1728 que en Cartagena se ponga en marcha el departamento marítimo que albergue todos los buques que andaban dispersos por el Mediterráneo

Carenado de un navío en el dique flotante del Arsenal de Cartagena.

Carenado de un navío en el dique flotante del Arsenal de Cartagena. / L.O.

Diego Quevedo Carmona

La situación estratégica del puerto de Cartagena, unidas a las características geográficas del mismo, han justificado siempre desde la más remota antigüedad que en esta ciudad hicieran escala fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos, o árabes todos ellos en el ámbito comercial, siendo a partir de la reconquista de estas tierras para la Corona de Castilla por parte de Alfonso X el sabio en 1245, cuando empezó a tomar auge la ciudad para la política de los monarcas españoles como base militar, siendo una referencia para los buques que iban a reprender las incursiones bereberes en nuestras costas.

Estos antecedentes hicieron que siglos después, en 1713, Felipe V, que había dado impulso a una política de reformas para la Armada real, decidiera crear los Departamentos Marítimos, cuya finalidad era unificar en lugares concretos, las distintas flotas que hasta entonces deambulaban por los diferentes puertos. En consecuencia, se elige la ciudad de Cartagena para albergar todos esos buques que andaban dispersos por el Mediterráneo, recibiendo la ciudad en principio la denominación de cabecera del Departamento Marítimo de Levante, mediante una Real Orden de 7 de julio de 1728, siendo poco después, el 20 de febrero de 1731, la fecha del inicio oficial de las obras de construcción de su Arsenal, una efeméride de la que próximamente se cumplirá el tercer centenario.

Los trabajos serían de tal magnitud que se prolongarían durante medio siglo, pues no se darían por concluidas hasta febrero de 1782, reinando Carlos III, aunque mucho antes de esa fecha oficial ya empezaron a funcionar muchos servicios, pues por ejemplo en abril de 1750 ya tienen lugar las primeras botaduras de navíos salidos de sus gradas, honor que les vino a corresponder a los jabeques Cazador y Galgo.

Igualmente, el Arsenal de Cartagena dispuso de elementos de primer nivel, como los diques de carenar, algo muy avanzado para la época, siendo los primeros de ese tipo que se construían en toda la cuenca mediterránea y que supuso alargar en muchos años la vida de los buques, por permitir que éstos pudieran quedar en seco para proceder a la limpieza de su obra viva, quedando para la historia el nombre de Septentrión, como la del primer navío carenado en toda España.

El coste total que supuso la construcción del Arsenal para las arcas del Estado es prácticamente imposible de decir con exactitud, aunque según un estado de cuentas que figura en los archivos de la propia Armada, parece ser que ascendió a unos 115 millones de reales de vellón, con unos 15 millones de jornales, interviniendo como mano de obra unos 5.000 hombres, de los que se calcula que algo más de la mitad (aproximadamente unos 3.000) eran esclavos y forzados y el resto canteros y personal de maestranza.

Una vez ya totalmente operativo el Arsenal, su actividad más importante sería la construcción de buques, cuyas maderas, según el uso que se les fuera a dar, serían de roble, álamo negro, haya y pino, cuya procedencia era diversa, pues se suministraban árboles desde la zona noroeste de la Región (Caravaca, etc.), los montes de Málaga, las sierras de Cazorla y Segura, Santander, Valencia, Cataluña, o Aragón, en España, aunque también llegaba madera desde Nápoles, Calabria, la Toscana, e incluso Grecia y Rumanía y lógicamente, todo ese comercio generaba riqueza.

Pero no solo el comercio de la madera, pues había muchos otros elementos que resultaban imprescindibles para la construcción naval, como la lanilla, que llegaba procedente de Guadalajara y Mallorca, la seda, de Murcia, el betún de Tortosa, el carbón desde varios puntos de la Región como Moratalla, Mula, Cehegín, Vélez Rubio y Vélez Blanco, la cera, de Murcia y Cataluña, el sebo, de Sevilla, el esparto de las sierras de Cartagena y Almería, o el cobre desde el que habría de salir la clavazón y las planchas para forrar los cascos, y que llegaba de ultramar, sobre todo de México y Perú.

Por descontado que para hacer frente a esa gran demanda de mano de obra, la ciudad experimentó un importante aumento poblacional, llegándose a quintuplicar en pocos años sus habitantes de 10.000 a 50.000. Pero a finales del XVIII, por 1796, una crisis económica trae como consecuencia una reducción de personal, comenzando un declive que se acentúa poco después con la epidemia de cólera que sufrió la ciudad en 1804 e inmediatamente después la derrota de la flota española en la batalla de Trafalgar en 1805, no revirtiéndose la situación hasta mediados del XIX, en el llamado periodo isabelino, donde el Arsenal comienza a reverdecer y a dotarse de nuevos inventos que ha traído bajo el brazo la revolución industrial de esos años, donde muchos elementos hasta entonces manuales son sustituidos o movidos por el vapor de las calderas recién inventadas. Este nuevo impulso al Arsenal daría lugar al inicio de lo que se podría llamar un segundo periodo, el cual se vería de nuevo paralizado sobre todo con el inicio de la guerra cantonal de 1873, acentuado años más tarde con la pérdida de las colonias de ultramar en 1898, y tras un nuevo repunte con la llegada del s. XX, un nuevo retroceso con una nueva guerra, la civil de 1936, en la que en los 3 años que duraría, sufriría continuos bombardeos por la aviación del bando sublevado, ya que el Arsenal de Cartagena, se mantendría leal al Gobierno de la República hasta el último día de la guerra.

Acabada la contienda civil, en la década de los años 40 comenzaría su reconstrucción que habría de durar otro largo periodo de años, hasta llegar al día de hoy, donde no ha parado de evolucionar, para seguir cumpliendo la misión que motivó su construcción, que principalmente no es otro que dar, según queda definido en la propia página web del Ministerio de Defensa, «proporcionar apoyo logístico a los buques e instalaciones de la Armada en el Mediterráneo, en la zona comprendida entre Almería y Gerona, incluyendo las islas Baleares».

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