Entrevista
Borja Moreno: "Un médico forense es el ojo científico del juez"
El doctor Borja Moreno ha publicado ‘Abierto en canal’, un recorrido que trata de acercar el lado humano del trabajo de un médico forense, donde lo macabro convive con el humor y lo pedagógico

Borja Moreno, autor de Abierto en canal, en una sala de autopsias. / L. O.
El doctor Borja Moreno abre en canal su profesión —y lo hace casi literalmente— en un libro que combina anécdotas tan sorprendentes como estremecedoras. Médico forense, profesor universitario y, según él mismo admite, un «tipo poco convencional», reivindica que su trabajo no se limita a las autopsias: también ayuda a los vivos, desde la psiquiatría forense hasta la sexología judicial. Su estilo mezcla la crudeza del oficio con un humor inesperado que lo ha llevado incluso a ganarse un apodo peculiar en los pasillos: el #forensexy. Con la publicación de su libro, Abierto en canal (La Esfera de los Libros), que fue presentado en Murcia la semana pasada, Moreno nos invita a mirar de frente lo que normalmente evitamos… y a reírnos un poco por el camino.
Empieza el libro recordando que forense no es solo abrir cadáveres. ¿Qué parte del trabajo es la que más le sorprende a la gente cuando se la cuenta?
Pues lo que más le sorprende es que estamos presentes en la toma de muestras de agresiones sexuales. La gente desconoce que el médico forense es el que toma las muestras en una agresión sexual y tiene la cadena de custodia de esas muestras para que se conviertan en evidencias judiciales. A veces no entienden que un médico forense tenga que estar ahí, pero somos el ojo científico del juez. Y luego, el otro bloque de la psiquiatría forense es establecer el estado mental de la víctima o del investigado. Eso también es un misterio para la gente.
La sorpresa viene porque les identifican directamente con un cadáver, ¿no?
Claro, claro. Del médico forense yo digo: «agresiones sexuales». Y me responden: «¿A los muertos que han violado?». Y digo: «No, no, a las personas vivas que han agredido sexualmente; el médico forense es el que va al hospital y toma las muestras».
Y entre análisis de tóxicos, autopsias, psiquiatría forense… ¿qué porcentaje de su día a día es más CSI y cuánto es más oficina?
Ponle CSI un 20%, uno de cada cinco días, que es el que estamos de guardia. El día que estás de guardia sí que haces levantamiento de cadáver, toma de muestras, investigaciones toxicológicas… Si no, pasas consulta, valoras vivos, evalúas daño corporal. Y lo demás es burocracia.
En el libro se mueve entre lo sobrecogedor y lo divertido. ¿El humor es un mecanismo de defensa, una herramienta pedagógica o simplemente le sale así?
Bueno, el humor siempre ha ido ligado a mí. Creo que una vida sin humor no tiene mucho sentido. La memoria está muy unida a la emotividad. Entonces, cuanto más emoción le pongas a lo que vives —ya sea risa, llanto o intensidad—, más lo recordarás. Yo vivo todo con intensidad: un juicio, un festival, un abrazo… Y en el trabajo también.
Cuenta en el libro el caso de una paciente que aseguraba escuchar a Rafa Nadal en pleno éxtasis. ¿Es posible que ni la mejor serie supere algunas historias reales?
Más de uno me ha dicho que ojalá Abierto en canal se convirtiese en serie de Netflix. Muchos forenses tienen historias igual de increíbles. Pero sí, hay situaciones tan desconcertantes que el mecanismo de defensa es la risa. No es falta de profesionalidad, es humano. Y en ese caso la historia tuvo final amable.
La imagen del forense suele ser fría, con bata blanca. Usted llega con traje, pulseras, anillos y hasta un hashtag: #forensexy. ¿Ese apodo es un regalo, un castigo o marketing involuntario?
Esto empezó en Manacor, donde me destinaron como forense. Allí me empezaron a llamar ‘forense sexy’ y acabó en hashtag para Instagram. Luego creció. Pero es parte de mi personalidad: me gusta caracterizar el personaje sin quitarle nada de profesionalidad.
¿Cómo se consigue separar lo profesional de lo personal al llegar a casa?
A veces no se puede, pero hay que intentarlo. Terminas un levantamiento y luego llegas a tu casa, ves a tu mujer, das un beso y te vas a dormir la siesta. Otras veces pesa más. Yo lo gestiono con humor, redes sociales, meditación y yoga. Eso me ayuda a normalizarlo todo.
Si tuviera que definir su libro en una frase…
Pues Abierto en canal sería la forma más natural de abrir en canal al propio forense, valga la redundancia. Ver por dentro a quien se encarga de abrir a nuestros muertos.
Decidir sobre internamientos psiquiátricos es durísimo. ¿Alguna vez ha sentido que compensa?
Sí. En Ceuta, una familia me escribió para agradecerme un internamiento involuntario que permitió que su hija mejorara y rehiciera su vida. El padre me dijo que me recordaría siempre como el médico que salvó a su hija. Eso se agradece muchísimo.
Cuando alguien empieza medicina sueña con curar. ¿Qué lleva a un joven a imaginarse forense?
Siempre me gustó la justicia y la medicina estaba por encima. Y, no lo negaré, me gusta la casquería, la muerte y la sangre. Desde videojuegos hasta literatura. Así que no había mejor salida que la medicina legal.
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