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Importante de junio: Patrulla Águila, el gran legado del virtuosismo sobre el cielo

La admirada escuadra acrobática que ha pintado en el aire la enseña nacional se despide (por ahora de forma temporal) tras cuarenta años de trayectoria: el retiro de los aviones C-101 y la inminente formación a bordo de los nuevos Pilatus abren una nueva etapa en el equipo

Los componentes de la Patrulla Águila, el pasado miércoles por la mañana en la Base Aérea de San Javier antes de viajar para entregar los aviones C-101.

Los componentes de la Patrulla Águila, el pasado miércoles por la mañana en la Base Aérea de San Javier antes de viajar para entregar los aviones C-101. / Iván J. Urquízar

Adrián González

Adrián González

Durante cuatro décadas han surcado los cielos dibujando con precisión milimétrica los colores de la enseña nacional y con cada espectacular acrobacia hacían latir más fuerte el corazón de todos los que alzaban la vista para no perderse ni un detalle del espectáculo que ofrecían sobre el aire. Y su adiós no pudo ser más histórico. La Patrulla Águila ofrecía hace apenas dos semanas una despedida temporal con una exhibición aérea para la historia en el Festival Aire25 sobre el Mar Menor. Casi medio millón de personas no se quisieron perder las últimas maniobras de los siete pilotos que volaban sobre los aviones de entrenamiento C-101. Un adiós de altos vuelos del que todavía se desconoce si en un futuro podrá volver a brillar como lo han hecho hasta la fecha.

Durante estos cuarenta años, con su casa en la Academia General del Aire (AGA) de San Javier, la escuadra ha sido un símbolo del potencial de la Fuerza Aérea de España. Su importancia histórica va más allá del espectáculo: a través de los numerosos comandantes, tenientes y capitanes que han ido pasando por el equipo, la Patrulla Águila ha estado siempre presente en momentos clave de la vida institucional y social del país -en desfiles del Día de la Hispanidad, exhibiciones internacionales, homenajes y celebraciones-.

Ahora, con la entrega el pasado miércoles por la mañana de los viejos aviones, se inicia un periodo de transición para que los pilotos comiencen a rodarse y adaptarse a la nueva aeronave, Pilatus PC-21. Se espera que el relevo oficial se produzca a partir del próximo 12 de octubre y se estima que la formación se desarrolle durante un año y medio para, mirándolo con optimismo, se vuelva a ofrecer a la Región de Murcia, a España y al resto del mundo el sentimiento de orgullo con la espectacularidad que siempre le ha caracterizado.

El legado del equipo acrobático más emblemático del Ejército del Aire es incalculable: desde su nacimiento en 1985 ha representado la unidad, la excelencia y el orgullo de la Defensa española a través de las numerosas exhibiciones y representaciones en todo el mundo. Más allá de demostrar la destreza técnica de sus siete pilotos, la disciplina, el trabajo en equipo y la entrega que son valores que siempre han acompañado a la formación.

Su papel es crucial a la hora de entender la divulgación y vocación aeronáutica entre los niños y jóvenes que fueron creciendo durante todos estos años: miles de ellos encontraban en estas exhibiciones la inspiración para querer en un futuro acercarse a la Fuerza Aérea o a la aeronaútica. Ha servido de nexo de unión entre el ciudadano de a pie y el Ejército del Aire a través de sus constante presencia en exhibiciones, vuelos sobre las ciudades y actos públicos.

Al frente de esta última etapa de la Patrulla Águila ha estado el comandante José Javier Sánchez Martínez, a quien le ha tocado cerrar un ciclo muy importante tras cuatro años como jefe del grupo. «Este 40º aniversario ha sido muy emotivo, donde además de despedirnos recibimos el cariño de mucha gente, también de patrullas extranjeras que vinieron a acompañarnos a la exhibición». Sin duda, los actos que tuvieron lugar el fin de semana del 14 y 15 de junio en San Javier -y que contaron con la presencia del rey Felipe VI- han sido «de los más emblemáticos de la historia de la Patrulla Águila», añadió el comandante.

Junto a Sánchez Martínez, el equipo que cerró el ciclo de la Patrulla Águila tal y como lo conocemos ha estado compuesto por Miguel Abad, Óscar Sanz, Juan Carlos Márquez, Rafael González, Alberto Marín, así como Luis Verjano y Javier Cruz.

«Las exhibiciones, que son lo que más disfruta el público, son también una gran responsabilidad. Diseñamos cada tabla para que sea vistosa, para que los asistentes la disfruten, pero también somos conscientes de que representamos a mucha más gente: a los pilotos del Ejército del Aire, a las Fuerzas Armadas y, cuando salimos fuera, representamos a España. Y eso lo llevamos muy presente cada vez que tenemos contacto con la gente», señala a La Opinión el comandante.

Sin duda, el retiro de los veteranos C-101 marca un punto de inflexión en la historia del equipo hasta el punto de abrir la incógnita sobre un futuro regreso. «La Patrulla se desactiva por ahora como equipo acrobático», asume el comandante. Ahora los componentes comenzarán a estudiar y formarse sobre el Pilatus. El objetivo, cuenta Sánchez Martínez, es comenzar a elaborar un plan de instrucción para estar calificados en ese nuevo modelo y, a partir de ahí, ya será decisión de los mandos de Defensa en Madrid si se crea una nueva patrulla acrobática o se opta por otro tipo de formato.

Según Sánchez, todo dependerá de qué tipo de equipo se quiera configurar: «Podría ser una Patrulla para pasadas en actos militares, poner humo en desfiles... Eso sería más rápido. Pero si se quiere una patrulla acrobática real como la Águila, con tabla de exhibiciones, eso requiere mucho más: gente idónea, tiempo, paciencia, y no correr riesgos. Con esta cuestión no se puede andar con prisas», sostiene.

Tener más de 1.000 horas de vuelo, requisito indispensable

Lejos de la espectacularidad de las exhibiciones, el día a día de los pilotos de la Patrulla Águila ha sido durante todos estos años riguroso y diverso. «Cada jornada era diferente», explica el comandante Sánchez Martínez. Los miembros del equipo compaginaban la labor de instructor en la Escuela del Aire con las responsabilidades de la Patrulla: «Eso significa que unos días estás enseñando a volar a un alumno, en clase o en vuelo, y otros días estás entrenando maniobras con el equipo».

Cuando el día estaba dedicado exclusivamente a la Patrulla, el proceso era meticuloso: «Se empieza con una reunión del equipo, donde se analiza lo que se va a hacer, se ajustan detalles, se planifica todo. Luego se realiza el vuelo y al volver, nos reunimos de nuevo para revisar los fallos, los puntos a mejorar. Y así, cada vez, vamos perfeccionando el resultado», dice el comandante.

Entrar en la Patrulla Águila no era algo sencillo: se requerían, al menos, 1.000 horas de vuelo en reactores o cazas. Además, el piloto que entrase tenía que tener por lo menos un año de experiencia en el avión C-101. Una vez cumplidos estos requisitos, se asignaba un plan de instrucción que implicaba unos 22 vuelos, lo que sumaba unas 30 o 40 horas de vuelo específicas para aprender a volar en formación con el equipo. El proceso de relevo entre pilotos también está cuidadosamente diseñado: el que se iba, enseñaba al que entraba. De esta forma se transmitía el conocimiento, los matices o la experiencia que no aparecía en los manuales.

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