Universidad de Murcia
Nancy, un proyecto que revolucionará la conectividad inalámbrica en Europa
La UMU participa en el desarrollo de Nancy, cuyo objetivo es el de permitir a las redes de próxima generación proveer servicios más centrados en el usuario

Un grupo de personas utilizando dispositivos móviles. / FREEPIK
En un mundo hiperconectado donde las redes inalámbricas son ya tan esenciales como el agua corriente o la electricidad, el ciudadano medio apenas se detiene a pensar qué sucede tras pulsar «enviar» en su móvil. Pero lo que ocurre tras bambalinas -cómo viajan esos datos, quién los gestiona, qué garantías existen- está a punto de cambiar radicalmente. Y lo está haciendo desde dentro, gracias a proyectos como Nancy, en los que la Universidad de Murcia juega un papel clave. Este consorcio europeo, compuesto por 24 instituciones de 9 países, está rediseñando las reglas del juego para las redes más allá del 5G, apuntando a un futuro donde el control, la eficiencia y la equidad sean los nuevos estándares.
El corazón de Nancy se sustenta en varios pilares: redes autoadaptables, modelos de precios descentralizados y gestión cooperativa de recursos. En lugar de depender de operadores únicos que gestionan toda la infraestructura, como ocurre hoy en día, el modelo propuesto permite que múltiples actores, incluso pequeñas empresas, puedan compartir recursos y participar activamente en la oferta de servicios.
«Queremos que la red se adapte a las necesidades del usuario», resume el profesor Ramón Sánchez Iborra, investigador de la Universidad de Murcia y uno de los líderes del proyecto. Para conseguirlo, se apuesta por que la red sea flexible, autoconfigurable y gestionada de forma inteligente, «mejorando la experiencia que van a experimentar los usuarios al consumir estos servicios».
La Universidad de Murcia lidera una de las piezas clave de este entramado: el posicionamiento dinámico de aplicaciones y datos en la red. ¿Qué significa esto? Sánchez Iborra lo explica con un ejemplo claro: «Imagina que tenemos un programa que recibe datos en tiempo real de un coche o un dron para ayudarles a moverse de forma autónoma. Si el programa está ejecutándose lejos del vehículo, por ejemplo, en un ordenador a miles de kilómetros, pueden producirse pérdidas de datos o retardos excesivos en el intercambio de información entre el coche y dicho programa, algo completamente indeseable en ese tipo de escenarios. Una solución implementada en el proyecto es que este programa pueda ‘seguir’ al coche o al dron a lo largo de su camino, por ejemplo, ejecutándose en la misma estación base a la que el dispositivo está conectado y luego ‘saltar’ hasta las siguientes a las que se va a ir conectando mientras se va moviendo, con el objetivo de ‘acompañarle’. De este modo, el vehículo siempre tendrá a este programa cerca de él, preparado para recoger sus datos y dar respuesta en un lapso de tiempo extremadamente corto, asegurando que la información llegue en el momento preciso y sin retrasos. Esto conlleva que la red esté continuamente reconfigurándose para dar el mejor servicio al usuario».
La IA como pilar
Uno de los pilares de Nancy es la inteligencia artificial, que actúa como el cerebro distribuido de esta red del futuro. Gracias a algoritmos de IA, la red no solo detecta en tiempo real cómo están funcionando sus componentes, sino que también es capaz de anticipar problemas, adaptarse a nuevas condiciones y defenderse ante ciberataques, incluso si uno de sus centros de control cae.
Aunque gran parte de estas innovaciones son invisibles al ojo del consumidor, sus efectos son tangibles. Las redes funcionarán de manera más fluida, sin interrupciones, con menor consumo energético y una velocidad perceptiblemente mayor. Uno de los avances más llamativos es la comunicación semántica: una forma de transmitir datos basada en su significado, y no en su cantidad.
En lugar de enviar todo el contenido, los dispositivos extraen la información esencial, la comprimen de forma inteligente, y la red la reconstruye en el destino. ¿El resultado? Menos tráfico, menor latencia y dispositivos más eficientes.
Precios dinámicos
Nancy también está replanteando la manera en que pagamos por los servicios de red. A través de modelos de fijación dinámica de precios, basados en teoría de juegos, IA y subastas, los costes se adaptarán a la demanda en tiempo real, haciendo los servicios más asequibles y justos para los usuarios. A la vez, se incentivará a quienes compartan recursos, creando un ecosistema colaborativo.
Este enfoque abre el mercado a nuevos actores. «Permitirá a pequeñas empresas, start-ups, etc. entrar en este mercado, actualmente reservado a grandes empresas tecnológicas. Además, esto permitirá a los usuarios el poder de elegir sobre la marcha con quién quiere contratar tal o cual servicio, teniendo en cuenta criterios como los que comentaba antes, como el coste, la calidad del servicio ofrecida, etc. Esto abrirá el mercado e incrementará la competencia, haciendo que los usuarios tengan una mayor libertad de elección», señala Sánchez Iborra.
En definitiva, el proyecto Nancy propone una transformación radical pero silenciosa: pasar de redes diseñadas en torno a la infraestructura, a redes centradas en las personas y sus necesidades. Más seguras, eficientes, inclusivas y sostenibles.
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