Universidad de Murcia

Los parásitos ancestrales de San Esteban

Un grupo de investigadores de la UMU ha llevado a cabo un estudio de los microorganismos que han quedado conservados en los sedimentos del yacimiento murciano

El equipo de investigación, en el yacimiento, tomando muestras.

El equipo de investigación, en el yacimiento, tomando muestras. / La Opinión

Murcia guarda muchos secretos bajo su piel urbana, como los que acaban de salir a la luz en el yacimiento de San Esteban. No se trata de joyas, manuscritos ni restos escultóricos. El hallazgo arqueológico tiene nombre propio y microscópico: Ascaris y Trichuris, dos géneros de lombrices intestinales cuyos huevos han sobrevivido, incrustados en antiguas canalizaciones, desde el siglo XIII. Gracias a ellos, investigadores de la Universidad de Murcia y la Universidad de Granada, junto con investigadores de universidades francesas, italianas y portuguesas, han podido confirmar para qué servían ciertas estructuras del recinto arqueológico, incluso identificar letrinas de pisos que ya no existen. Una hazaña fruto de una disciplina poco utilizada hasta ahora, pero que ha demostrado ser tremendamente útil para seguir desentrañando la historia: la paleoparasitología.

Esta disciplina, que estudia los parásitos en contextos arqueológicos, ha sido la clave de un estudio pionero llevado a cabo por el equipo del conjunto arqueológico de San Esteban. El artículo, publicado en la prestigiosa Journal of Archaeological Science, ha demostrado cómo, a partir de simples sedimentos, se puede reinterpretar la historia de un edificio completo y, con ella, aspectos fundamentales de la vida cotidiana de sus antiguos ocupantes.

Recreación del funduq del yacimiento de San Esteban, un edificio que proporcionaba alojamiento a viajeros y comerciantes y cuyos restos han sido objeto del estudio.

Recreación del funduq del yacimiento de San Esteban, un edificio que proporcionaba alojamiento a viajeros y comerciantes y cuyos restos han sido objeto del estudio. / La Opinión

El núcleo del estudio ha sido el Recinto I del yacimiento de San Esteban, una imponente construcción de 410 metros cuadrados, identificada como un funduq: un edificio característico de las ciudades islámicas medievales, donde comerciantes y viajeros podían alojarse, guardar sus mercancías o establecer tratos comerciales. Datado entre los siglos XII y XIII, este funduq formaba parte de la Arrixaca, el gran arrabal murciano que floreció extramuros durante la Edad Media.

Se han analizado los restos incrustados en antiguas canalizaciones para determinar su uso

El edificio, de planta baja y, posiblemente, pisos superiores hoy desaparecidos, conserva en su subsuelo un sistema de canalizaciones que, hasta hace poco, no se sabía si había sido diseñado para recoger aguas limpias -como la de la lluvia- o para evacuar aguas residuales. La distinción es clave para saber para qué servía cada canalización, que permita entender cómo estaba organizado el edificio, dónde estaban ubicadas las letrinas o los puntos de higiene, y cómo se relacionaban sus espacios interiores.

Durante las excavaciones de 2019 y 2020, el equipo recogió 43 muestras de tierra y concreciones de estas canalizaciones bajo la supervisión de la arqueobióloga Mireia Celma, de la Universidad de Murcia. El análisis posterior, a cargo del investigador de la Universidad de Granada Ramón López Gijón, permitió rehidratar y examinar las muestras al microscopio en busca de restos parasitarios. El resultado fue tan inesperado como concluyente.

«Encontramos huevos de helmintos intestinales, específicamente de Ascaris y Trichuris, en ciertas canalizaciones del Recinto I», explica Alicia Hernández Robles, investigadora posdoctoral de la Universidad de Granada y una de las responsables del estudio. «Esto permitió confirmar que esas estructuras habían sido utilizadas para evacuar aguas sucias, con presencia de restos fecales humanos», añade.

Nuevo hallazgo

Más allá de confirmar la función de las canalizaciones, el hallazgo tiene una implicación aún más reveladora: la existencia de letrinas en los pisos superiores del edificio, cuyas estructuras no han llegado hasta nosotros.

Equipo técnico de la última campaña de excavación realizada en el conjunto arqueológico de San Esteban en 2023.

Equipo técnico de la última campaña de excavación realizada en el conjunto arqueológico de San Esteban en 2023. / La Opinión

«Algunas muestras positivas provenían de tuberías en bajante que no estaban conectadas con la planta baja», aclara Hernández Robles. «Eso indica que provenían de un nivel superior, lo que sugiere la presencia de una letrina en un piso alto del que no conservamos restos materiales».

Hasta ahora, esa era solo una hipótesis recurrente en el estudio de la arquitectura andalusí: se intuía la posibilidad de letrinas en plantas superiores, pero no había evidencia directa que lo confirmara. Esta investigación aporta, por primera vez, una prueba científica sólida de su existencia. De hecho, los investigadores consideran que se abre una nueva línea de trabajo en la interpretación de edificios históricos islámicos a partir del análisis paleoparasitológico.

Lo que los parásitos cuentan

Los huevos hallados, invisibles a simple vista pero resistentes al paso del tiempo, no solo permiten entender cómo funcionaban las infraestructuras, sino también qué condiciones higiénicas tenían sus ocupantes. Estos parásitos intestinales, comunes en entornos con saneamiento deficiente, pueden causar diarrea, calambres estomacales, anemia, desnutrición, retraso en el crecimiento infantil y deterioro cognitivo. Su presencia, por tanto, indica carencias higiénicas, aunque también hay que matizar.

«En el islam medieval, la higiene personal era un mandato religioso importante», señala el estudio. El hecho de que los viajeros del funduq estuvieran infestados con estos parásitos podría deberse a prácticas comunes de la época, como el uso de heces humanas y animales como fertilizante agrícola. Tal como recogía Ibn Bassal en el siglo XI, este abono orgánico era habitual en el mundo islámico. Por tanto, la infección no necesariamente señala negligencia, sino una práctica generalizada cuyos riesgos no se comprendían del todo.

Además, el análisis apunta a una cuestión: los huevos encontrados no permiten diferenciar entre especies humanas o porcinas. Aunque el consumo de cerdo estaba prohibido en el islam, la movilidad de los viajeros cristianos y su contacto con estos animales podría haber jugado un papel en la transmisión de ciertos parásitos. Así, un detalle tan pequeño como un huevo de Ascaris puede hablar de interacciones culturales, movimientos de personas y complejidades sanitarias de una época.

Colaboración internacional

El estudio es también un ejemplo de cooperación interdisciplinar e internacional. Junto al equipo murciano y granadino, los análisis fueron cotejados en laboratorios de la Universidad de Franche-Comté (Francia) y se contó con la experiencia de especialistas de Italia y Portugal. Se trató de una investigación en red, coordinada desde la Universidad de Murcia bajo la dirección del profesor Jorge Eiroa y la codirección de Hernández Robles.

La investigación ha demostrado la existencia de letrinas en los pisos superiores del edificio

La financiación provino de un convenio entre la Universidad de Murcia y el Ayuntamiento de la ciudad, dentro del marco de estudios del conjunto arqueológico de San Esteban.

Este estudio no solo ilumina el pasado, sino que abre nuevos horizontes en la investigación arqueológica. El equipo de investigación ya planea extender esta línea de trabajo a otros contextos del yacimiento de San Esteban y de la Región de Murcia, pues «la aplicación del estudio paleoparasitológico abre nuevas puertas, pues el análisis de edificios permitirá analizar sus sistemas de saneamiento y entender su funcionamiento a partir de aspectos invisibles del registro arqueológico».

Una disciplina con potencial

«La Paleoparasitología es una disciplina que estudia los restos de parásitos hallados en materiales arqueológicos o paleontológicos», según explica Alicia Hernández Robles, investigadora implicada en el estudio. Algunos huevos de parásitos pueden conservarse durante siglos. Si bien esta metodología se ha aplicado en yacimientos de todo el mundo, en contextos islámicos de la península ibérica aún es poco frecuente. «Lo innovador no es solo el uso de esta técnica», añade Hernández, «sino el enfoque: emplearla como marcador para entender la función de estructuras antiguas, como cañerías o letrinas». 

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