Social
El Proyecto Luz trata a 311 víctimas de abuso sexual infantil en un año
Es un modelo de atención integral en el que todos atienden a la víctima bajo el mismo techo

De izda. a dcha., Beatriz Mayhew, Mari Cruz Ortín, Blanca Marín y Carolina Jiménez, trabajadoras del proyecto. / Juan Carlos Caval
Un total de 311 menores de edad pasaron el año pasado por el Proyecto Luz de la Región de Murcia, un recurso especializado que ofrece la Comunidad para atender a niños, niñas y adolescentes sobre los que existen sospechas de haber sido víctimas de abuso sexual infantil. De ellos, 233 tenían sexo femenino y 78, masculino.
Blanca Marín, presidenta de la Asociación Albores que desarrolla este proyecto en la actualidad, reconoce que el número de menores que llegan a sus manos, bien a través del Servicio de Protección de Menores, o bien tras sospechas de alguien cercano, han aumentado con el tiempo. «Cuando empezamos, la cifra era infinitamente menor. Lo que sucede es que ahora hay una mayor sensibilidad en la sociedad. Al principio había mucho miedo y parálisis porque nadie sabía qué hacer. Se pensaba que era mejor tapar», recuerda. Los datos no mienten: en 2001 se atendieron a 40 usuarios y hace veinte años, en 2005, la cifra aumentó hasta los 77, cuatro veces menos que en la actualidad.
Esa mayor sensibilidad permite que se detecten más casos que, en su mayoría, afloran en el ámbito sanitario, como en las visitas al pediatra; seguido del educativo, gracias al profesorado; y de Servicios Sociales.
La mayoría de casos se detectan en el ámbito sanitario, seguido del educativo y servicios sociales
Desde Albores explican que no hay un perfil de víctima de abuso infantil, pero sí que destacan que, «cuanto más vulnerable y más desprotegido está un niño, más posibilidades de acceso hacia él hay». Marín añade que también aumentan las probabilidades de sufrir abuso en «entornos maltratantes».
Además de a las víctimas, en este proyecto también tratan al «ofensor», es decir, a la persona que comete los abusos siendo menor de 14 años. «Con mucha probabilidad», ha sido víctima de abusos previamente. «Entendemos que un juego sexual, que no es raro entre niños que se exploran, incluso con voluntariedad de las partes, es un abuso cuando existe una diferencia de 5 años», explica Marín.
El recorrido del menor
Hay dos maneras de acceder al Proyecto Luz. La primera, a través de un caso judicializado, por lo que es el Instituto de Medicina Legal quien se encarga de hacer las primeras valoraciones. Si no ha pasado por un juzgado, el caso se pone en manos, primero, de las trabajadoras sociales de la asociación, la puerta de entrada.
Entre el 85% y 90% de estas experiencias ocurren en un contexto cercano: «El padre, el vecino...»
Mari Cruz Ortín Palao es una de ellas. «Cogemos las llamadas para dar orientación a las familias o a las personas que no saben cómo proceder ante una sospecha y les ofrecemos las pautas que han de seguir para interponer una denuncia, si fuera necesario». Los profesionales que trabajan con niños y niñas suelen estar atentos a ciertos indicadores, como un comportamiento sexualizado de la conducta entre menores «que no es acorde a su nivel de desarrollo», explica Ortín.
Tras llamar al Proyecto Luz, las trabajadoras sociales valoran si se debe abrir o no un expediente en Protección de Menores, servicio con el que se deben de coordinar desde el principio, y conciertan entrevistas con los denunciantes para conocer el contexto. Mientras se desarrolla este proceso, se intenta que la víctima cuente lo ocurrido lo menos posible para no «contaminar» el recuerdo, evitando la «revictimización». De hecho, hablan con los profesionales y los padres «para que no les pregunten» y «no indaguen».
Cuando llega el momento, los menores hablan con una de las psicólogas de valoración del Proyecto Luz, como Carolina Jiménez Manuel, quien realiza las entrevistas «con todas las garantías» para que pueda contar como prueba pericial en el proceso judicial.
No es fácil que un niño de tan solo tres años —han tenido casos con estas edades tan tempranas— denuncie un abuso de este tipo con palabras, «pero sí que hay otro tipo de verbalizaciones», explica. Se trata de «cambios bruscos en su comportamiento, problemas de sueño, irritabilidad, rechazo repentino a ir a ciertos lugares o rechazo imprevisto de ciertas personas».
Evidentemente, es más difícil reconstruir lo ocurrido cuanto menos claro es el testimonio, pero las psicólogas van indagando con sumo cuidado para aproximarse al máximo a la verdad: «Dónde ha sido, quién se lo ha hecho, si ha sido el propio niño el que lo ha denunciado o ha sido la madre, el padre o la profesora...». El resultado se plasma en un informe que se envía a Protección del Menor en el que pueden recomendar hacer un seguimiento, talleres de prevención o, si hay trauma, un tratamiento.
En este punto entra en juego Beatriz Mayhew Manchón, una de las tres psicólogas especializadas en abuso sexual infantil de la Región, que tratará al menor durante un máximo de 6 meses, en un proceso que incluye a la familia. «Entre el 85% y 90% de los casos ocurren en un contexto de confianza: un tío, el padre, el abuelo, un vecino, la pareja de la madre o un amigo de la familia», explica.
«¿Curarse? La experiencia de abuso no es neutra», señala la presidenta de Albores, quien considera que es una vivencia «que va a acompañar a los menores durante el crecimiento». El objetivo, por tanto, no es curarse, sino que el abuso sexual «distorsione lo menos posible su vida y no la condicione».
Albores, miembro asociado a la red Barnahus desde enero
La Asociación Albores es desde el pasado mes de enero miembro asociado de la red Barnahus (casa de los niños y las niñas en islandés), un modelo de atención integral donde todos los departamentos que intervienen en un caso de abuso sexual infantil se coordinan y trabajan bajo el mismo techo para atender a la víctima. Como explica Save The Children España, «se trata de una casa, lejos de comisarías y hospitales, que cuenta con un entorno amigable para los niños: decoración adaptada a su edad y profesionales especializados en victimología infantil».
«En Albores nos interesa este tipo de enfoque centralizado en el menor y es un orgullo tener los altos estándares de calidad que exige la ‘Barnahus Network’», señala la psicóloga del Proyecto Luz Carolina Jiménez.
Aunque esta asociación no es una Barnahus porque aún no cuenta con la infraestructura y recursos suficientes, este reconocimiento sí que acredita que son una entidad comprometida en trabajar con el menor con este enfoque.
El primer centro Barnahaus abrió en Tarragona en marzo de 2023 , si bien el primer proyecto en España data de 2018. Estos centros cuentan con salas de juegos, naturaleza e instalaciones para ayudar a los niños que han sufrido abusos sexuales o han sido testigos de los mismos.
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