Las voces de las mujeres
Piedad Contreras: "Hoy tenemos abogadas, maestras y psicólogas gitanas"
"No podía decir que soy calé cuando estaba trabajando porque me despedían"

Piedad Contreras Navarro. / La Opinión
María Ángeles Legaz
Las voces de las mujeres es el nombre que da paso a las entrevistas realizadas por el Fórum de Política Feminista de la Región Murcia con motivo del 8M, a través de las que se presentan a mujeres sencillas, luchadoras en el día a día para conseguir la igualdad de oportunidades en su vida y para la vida de todas con dignidad y orgullo. Esta semana, y en el año que se cumple el 600 aniversario de la entrada del pueblo gitano en España, es el turno de Piedad Contreras Navarro, que, con 56 años, ha dedicado su vida al cuidado, en primer lugar, de sus 12 hermanos más pequeños;y, en segundo, a trabajar desde los 14 años en lo más diverso para sacar adelante a sus cuatro hijas y a defender con dignidad su condición de gitana en las ocasiones en las que ha sentido discriminación.
De todas estas características: mujer, madre, abuela, cuidadora, trabajadora y gitana, ¿qué considera que la define con más fuerza?
Pues ser mujer, feminista y luchadora.
Ha tenido una larga y diversa vida laboral; incluso ha trabajado en la recogida y transporte de enseres en un camión de 3.500 kilos en Traperos de Emaus, ¿qué nos puede contar de la experiencia?
Es una historia larga: en el camión iba con hombres y, de vez en cuando, había alguna dificultad por el simple hecho de que yo era el enlace y era mujer, y ese era el problema, pero bueno, ganamos la batalla. Con algunos hombres había dificultad, pero al final me vieron como jefa.
Aún hay mucho machismo, que parece que no pero todavía sigue existiendo
¿Ha vivido situaciones de discriminación por ser mujer y gitana?
Por todo, por ser mujer y por ser gitana. Por ser mujer el rechazo, desautorizarte y decir que no servía para nada. Por ser gitana porque no podía decir que soy gitana cuando estaba trabajando porque me despedían. En uno de los empleos, había una compañera que hacía unas labores que no venían en el contrato y yo me negué a hacer esas tareas y le dije: «No, yo soy gitana pero conozco mis derechos», y la jefa se quedó traspuesta al decirle que era gitana y le dije: «Quieta, antes de que tú me eches me voy yo».
¿Cómo hacía para conciliar el trabajo, los cuidados, la crianza...?
No dormía. Antes de entrar a Traperos lo tenía un poco más fácil, porque el horario de trabajo era más tarde y entonces lo hacía por la noche. A las crías les dejaba la ropa preparada para el colegio. La mayor se encargaba de llevar y recoger a sus hermanas. Como iban a colegios diferentes, yo le firmé una autorización para entrar un poco más tarde y que saliera un poco más temprano. La mayor, la verdad, es que me ayudó mucho, si no, yo no podía trabajar. La comida, pues la hacía por la noche. Y la ropa, pues la lavábamos por la noche. Cuando hubo comedor, eso ya era relajante, pues no tenía que hacer comida.
Es la mayor de 13 hermanos, ellos fueron a la escuela, ¿y usted?
Yo no fui. Mi madre me lo prohibió totalmente porque yo era la mayor. Decía que qué hacía yo en el colegio si yo tenía cosas que hacer en la casa, que yo en el colegio no pintaba nada. Llevaba a mis hermanos al colegio, pero yo no podía ir. Aquello me sentó fatal. Y me escapé de mi casa, le hice a mi madre una trampa, hablé con la profesora de una de mis hermanas y me daba clase todos los días tres horas. Y así aprendí a leer y escribir.
Y sus hijas, ¿ha tenido claro que debían ir al colegio?
Por supuesto, mis hijas son autónomas, tienen sus permisos de conducir, mandan en ellas, hacen lo que quieren, van donde quieren y han ido al colegio.
Esto es un ejemplo de cómo el ser mujer posicionaba en cuidar y tener menor oportunidades o ninguna en ir al colegio, pero usted consiguió aprender a leer y escribir, se sacó el carné y fue autónoma a través de sus trabajos.
Si no hubiese aprendido a leer y escribir no hubiera tenido el carné. Pero era el simple hecho de ser mujer, ni gitana ni castellana, es que era lo que tocaba. Éramos mujeres y la mayor de la familia era la que se encargaba de la casa y de ese tema. Yo tenía una vecina castellana y vivió la misma situación por el simple hecho de ser la mayor y ser mujer. No teníamos las oportunidades de las más pequeñas.
¿Se siente feminista?
Pues sí, claro. Sí. Sí. Primero por ser mujer, porque hay mucho machismo, que parece que no pero todavía sigue existiendo. Y luego por el hecho de ser gitana, peor todavía. Son dos barreras muy grandes de superar. Pero se superan, con mucho esfuerzo y luchando.
¿Qué desafíos deben enfrentar las mujeres, gitanas y no gitanas?
Tenemos que conseguir que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre, porque tenemos pies, manos, cabeza, oídos y tenemos corazón. En el tema laboral, podemos hacer cualquier trabajo que pueda hacer un hombre, porque yo lo he hecho y si yo he podido el resto puede. Entonces, que tengamos lo mismo, que seamos igual. Igualdad.
¿Cómo ve la situación de las mujeres gitanas hoy día?
Hemos dado pasos muy grandes. Hoy tenemos abogadas, maestras, psicólogas. Estamos consiguiendo mucho con mucho esfuerzo, pero todavía seguimos teniendo impedimentos porque hay racismo. Todavía tienen que pelear por ser mujeres y por ser gitanas.
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