La aridez climática se ha ‘comido’ un 12% de España en 60 años

Según un estudio del CSIC, estos cambios no solo afectan a la disponibilidad de agua y al desarrollo de los ecosistemas naturales, sino que también tienen un impacto directo en la agricultura

Los suelos áridos siguen 
avanzando en España. IStock

Los suelos áridos siguen avanzando en España. IStock

La Opinión

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Una investigación llevada a cabo por el Laboratorio de Climatología y Servicios Climáticos, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en colaboración con la Universidad de Zaragoza, ha demostrado que la aridez climática, es decir, el equilibrio entre disponibilidad de agua procedente de la lluvia y la que se evapora en la atmósfera, ha aumentado de forma continua durante los últimos 60 años en España. Las conclusiones del trabajo aparecen publicadas en la revista International Journal of Climatology.

Embalse afectado por la sequía.

Embalse afectado por la sequía.

Según dicho estudio, entre 1961 y 1990 y 1991 y 2020, el 12% del territorio de la España peninsular y Baleares experimentó una transición hacia categorías más áridas del Índice de Aridez de la Food and Agriculture Organization, mientras que apenas hubo transiciones hacia condiciones más húmedas.

Mapas sobre la aridez en España. Journal of Climatology

Mapas sobre la aridez en España. Journal of Climatology

La mayoría de estos cambios se dieron en zonas periféricas de las grandes depresiones peninsulares (Guadalquivir, Tajo, Duero, Ebro), en zonas de somontano. Las islas Canarias han registrado la tendencia más clara hacia un clima más árido, especialmente desde 1990. En el archipiélago atlántico, este porcentaje fue del 16%, concentrado en zonas bajas y de sotavento de los relieves principales.

La aridez climática es una característica del clima de una región que describe la escasez (o abundancia) de precipitaciones en relación con la demanda de agua por parte de la atmósfera. Se trata de un parámetro fundamental en muchos aspectos de la vida, y es clave para determinar la disponibilidad de agua. La aridez climática es uno de los principales motores del proceso de desertificación.

La sequedad de la primavera

Los meses de abril y junio es donde se aprecia más el cambio hacia un clima más seco, sobre todo en el sur y sureste español. Respecto a las transiciones hacia condiciones más húmedas, aunque estas fueron mucho menos frecuentes, se dieron principalmente en marzo (24%) y octubre (13%). Esto indica que los meses de primavera y otoño fueron los únicos en los que algunas zonas experimentaron una ligera recuperación de la humedad.

El investigador de la Estación Experimental de Aula Dei y líder del estudio, Santiago Beguería, aclara que «estos cambios en la aridez climática no solo afectan a la disponibilidad de agua y al desarrollo de los ecosistemas naturales, sino que también tienen un impacto directo en la agricultura, en la fenología de plantas y animales, y en la funcionalidad de las comunidades humanas».

Este análisis, en el que se ha calculado el índice de aridez de toda España entre 1961 y 2020, ha sido posible gracias a los datos climáticos de precipitación y evapotranspiración procedentes del Monitor de Sequía Meteorológica, una herramienta que recopila información de la red de observatorios de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

Los investigadores han compilado la nueva información en una base de datos en abierto. Además, se ha desarrollado un visor web interactivo donde se muestra esta información de forma clara y sencilla plasmada en un mapa de España. Por ejemplo, en un par de clics, puede verse cuál ha sido la aridez climática de cualquier municipio, provincia o comunidad de España a lo largo de este periodo.

Por ejemplo, los cambios observados en estos últimos 60 años han podido tener repercusiones en el desarrollo de la agricultura de secano y en la ganadería extensiva, «modificando de forma directa el calendario de aprovechamientos, la selección de variedades de plantación, o el régimen de estabulación en zonas de valle-montaña», asegura el investigador.

Desertificación

Las zonas que sufren una degradación activa por desertificación se han triplicado en España, según un estudio presentado por la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA-CSIC), y la principal causa es el «abuso de los recursos naturales». Las comunidades autónomas con mayor susceptibilidad climática a la desertificación son la Región de Murcia (prácticamente el 100%), Castilla-La Mancha (95%) y Extremadura (90%).

La desertificación abarca toda la región mediterránea española, porque su mayor aridez (escasez de lluvias) dificulta la regeneración natural y también es acusada en Extremadura y Castilla-La Mancha.

El cambio climático incide en la poca recuperación de las condiciones naturales por ser intenso y acelerado, según explica el científico titular de la EEZA, Gabriel del Barrio, ya que «así no es posible la adaptación de los ecosistemas afectados, deja muy poco colchón ante los abusos que cometemos en el medio natural».

La desertización hace referencia a un territorio que se convierte en desierto por causas naturales, mientras en la desertificación interviene la actuación del ser humano esquilmando, sobre todo, el agua.

Los lugares con procesos de desertificación activos se encuentran muy vinculados a la agricultura de regadío, según este investigador del EEZA, que afirma que en España «hay muchos regadíos sobre terrenos salinos, por ejemplo, el valle del Ebro, donde el agua moviliza sales del suelo y, con el tiempo, se crea una capa superficial de sal, el cultivo se abandona dejando el espacio en unas condiciones peores a su anterior uso agrícola».

Agricultura intensiva

La agricultura a gran escala, impulsada por la tecnología de riego y la reducción de costos, ha transformado las tierras de cultivo tradicionales de tierras secas en una agroindustria muy rentable pero con un enorme impacto ambiental y social, y así lo refleja otra investigación liderada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Los investigadores comprobaron previamente que el estudio de los sistemas alimentarios que dependen de las aguas subterráneas está fragmentado. «La hidrología, por un lado, se concentra en los recursos hídricos y pasa por alto los procesos agrícolas de superficie. Mientras tanto, el sector agroeconómico está obsesionado con optimizar la utilización de recursos para maximizar las ganancias a corto plazo», recoge el informe.

La solución pasa por reducir el uso del agua y limitar el desarrollo de nuevas zonas de regadío, utilizar especies de cultivos adaptadas a los recursos hídricos disponibles y empoderar a los agricultores frente a los grandes distribuidores son «medidas clave para evitar el colapso social y económico de esta región y de otras zonas de tierras secas que han seguido una modelo de desarrollo insostenible similar», alertan.

La necesidad de estos cambios se vuelve más apremiante a medida que los impactos del cambio climático continúan aumentando. En este preocupante contexto, las reservas de agua subterránea representan «recursos estratégicos vitales que no deben desperdiciarse», subraya el estudio.

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