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Importante de febrero | Eva Libertad y Miriam Garlo: la historia (no relato) de dos hermanas

'Sorda', la ópera prima de la realizadora molinense, ha logrado dos premios en la Berlinale, prestigioso certamen alemán que gozó de su estreno internacional. Este mes participa como una de las películas a concurso en el Festival de Málaga, donde aspira a la Biznaga de Oro

Miriam Garlo (i) y Eva Libertad (d) en la Berlinale, donde estrenaron su película 'Sorda' con dos premios.

Miriam Garlo (i) y Eva Libertad (d) en la Berlinale, donde estrenaron su película 'Sorda' con dos premios. / L.O.

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Hay ocasiones en las que lo más bonito de un relato es la historia que éste esconde tras de sí. Y aunque Eva Libertad se revuelva un poco –solo un poco– y reivindique la cinta que hoy defiende como lo que es –una obra de arte–, es perfectamente consciente de la trama personal que va a acompañar siempre a Sorda (2025), su primer largometraje. Porque, al margen del relato e, incluso, del mensaje que traslada la película –y que tiene que ver, por supuesto, con el choque entre el mundo oyente y el de su protagonista–, este proyecto (que no la cinta en sí) es el viaje de dos hermanas que, sin saberlo, han estado desde pequeñas preparándose para este momento.

«En realidad, esa frase es de Miriam [Garlo, su hermana y, además, la protagonista de Sorda]», confiesa Libertad (Molina de Segura, 1978) cuando es preguntada por una reflexión que hizo el pasado fin de semana en la Berlinale, donde Sorda obtuvo el reconocimiento tanto del público como de los profesionales del sector. La cita en cuestión resume a la perfección esta historia (la historia, no el relato): «Fue durante la preproducción, en un ensayo. Estábamos hablando de Ángela, su personaje, y me dijo: ‘¿Te das cuenta de que llevamos toda la vida preparándonos para hacer esta película sin saberlo?’. Y a mí esa frase se me quedó grabada, porque es tal cual; no se puede explicar mejor», señala la realizadora.

En concreto, la palabra clave aquí es ‘vínculo’. «Llevamos desde que éramos unas niñas construyendo mutuamente esta relación, conociéndonos cada una a sí misma y a la otra a través de un vínculo muy complejo –como es lógico–, pero del que yo sigo aprendiendo muchísimo», afirma Libertad. Y esto no es baladí, pues fue precisamente ahí, en esa complejidad, en esas dificultades, donde ella encontró aquello que quería contar con esta película y que ya avanzó en un cortometraje homónimo de 2021 que incluso estuvo nominado al Goya. «Me refiero a las barreras que una persona sorda tiene que afrontar en su día a día y en su vida y que aquí tratamos a través de Ángela y de su pareja, Héctor [Álvaro Cervantes], que se están preparando para ser padres», explica la molinense.

Porque un error común y que Libertad está teniendo que corregir con frecuencia es aquel que tiene que ver con pensar que la historia de Sorda es la de Garlo. «Ángela no es mi hermana, tiene incluso un nivel de sordera diferente, una dicción diferente... Y esto es así porque Miriam ha hecho un trabajo impresionante para dotar a este personaje de una voz propia», subraya la directora. Aunque, por supuesto, las experiencias personales de la actriz han sido la principal fuente de inspiración y motivación para la cineasta –también guionista, en este caso–, perfectamente consciente de que el mundo, tal y como lo concebimos la mayoría, no está hecho –ni adaptado– para las personas sordas.

«Queda muchísimo por hacer», lamenta Libertad. «Es verdad que en los últimos años se han empezado a dar algunos pasos –continúa–, pero sigue siendo insuficiente. Los subtítulos en televisión, por ejemplo: van fatal, con un retraso que hace imposible seguir la imagen; es descorazonador. ¿Y el acceso a la cultura? Para las personas sordas sigue siendo un ideal. O sea, directamente no sucede, apenas hay charlas u obras de teatro accesibles», asegura la molinense, que considera que hace falta «voluntad política» para solucionar estos problemas: «Intérpretes hay, pero no tienen trabajo. Y no porque no sea necesario, sino porque no hay dinero para pagarles. Pero necesitaríamos de ellos para cada momento en el que estas personas necesiten salir al mundo y se encuentren con barreras comunicativas, que es... casi siempre».

Por eso uno de los sueños de Libertad era ver cómo esta película «abría las salas», ver cómo los cines que proyectasen su filme se convirtiesen en un lugar de reunión para personas sordas y oyentes (pues la película está entera subtitulada, tanto en la lengua de signos como la oral). Y en Berlín lo cumplió: en el festival alemán ofrecieron dos pases, uno para público internacional y otro para espectadores locales, al que asistieron varias asociaciones de personas sordas. «Estábamos muy nerviosas –dice en relación con esta segunda sesión– porque era la primera vez que íbamos a ver la peli con público con problemas de audición y no sabíamos cómo iban a reaccionar, pero fueron muy buenos con nosotras. Fue superemocionante verles sobre el escenario al final de la proyección contando cómo nuestro trabajo les había interpelado de algún modo, cómo se habían sentido identificados. Nos hicieron muy felices», confiesa.

Y con eso la molinense se daba por satisfecha –«yo con estar allí, en Berlín, con todo el equipo, ya estaba más que contenta»–, pero es que después llegaron los premios: el del público de la sección ‘Panorama’ y el CICAE Art Cinema Award, que entrega la Confederación Internacional de Cine de Arte y Ensayo, una asociación sin ánimo de lucro que reúne a más de 2.400 salas de cine de autor de todo el mundo. «Todavía lo estoy asimilando», reconocía la directora el pasado miércoles. «No va a ser fácil de digerir –auguraba–, pero confío en que la psique vaya haciendo su trabajo», completaba entre risas. Aunque no hay que olvidar que Sorda es también una de las cinco películas seleccionadas a concurso de cara al próximo Festival de Málaga; o, lo que es lo mismo: que aspira a hacerse con la Biznaga de Oro el próximo 23 de marzo, pocos días antes de su estreno en cines comerciales (4 de abril). Y es que la historia (no el relato) de Eva y Miriam no ha hecho más que empezar.

Algo más que una película con un mensaje

Cuenta Eva Libertad que el cine ha estado presente en su vida desde muy pequeña, desde que obligaba a su padre a acompañarla a las sesiones dobles de los sábados y los domingos en el desaparecido Cine Consu de Molina de Segura. Pero también reconoce que, al principio, no tenía referentes en el séptimo arte: «Recuerdo que la primera película dirigida por una mujer que vi en pantalla grande fue El piano (1993), de Jane Campion, y ahí dije: ‘¡Anda!, quizá yo también pueda’».

Sin embargo, en aquel momento ni siquiera sabía cómo relacionarse con el medio, y por eso optó por el teatro como vía para dar rienda suelta a su «necesidad» de contar historias, que también le acompaña desde niña. «En realidad, hace relativamente poco tiempo que puedo dedicarme al cine», confiesa, aunque quizá también por ello celebra especialmente el CICAE Art Cinema Award, que concede un jurado internacional y reconoce a un filme con capacidad para llegar a un público diverso y global –y aquí viene lo importante– sin perder las cualidades artísticas del cine. «Sabía que me iba a pasar: sabía que, como el tema de Sorda es tan novedoso y poderoso, la historia iba a eclipsar esa parte más creativa. Pero en este proyecto han trabajado un montón de profesionales que no solo quieren mandar un mensaje, sino también ofrecer una pieza con valor artístico, y es genial pensar que lo hemos conseguido», señala la cineasta, que a su vez celebra el hecho de haber llevado hasta Berlín una cinta rodada íntegramente en Murcia.

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