In Memoriam
Obituario | Pilar Murcia, maestra de la vida
Tanto amor acumuló como el que ella dio, y así será siempre.

La maestra Pilar Murcia / L. O.
L. O.
Pilar Murcia Marín era maestra y podría decirse que ha ejercido su profesión hasta el último minuto, pues se ha ido dando lecciones de valor y coraje. Un saber que ha compartido hasta el final con su marido, Alejandro, que ha evidenciado ser un alumno aventajado. Unos conocimientos que como buena docente ha sabido transmitir a sus niñas, Marta y las gemelas, Piluca y Alejandra, que se han convertido en estupendas mujeres siguiendo el modelo de su madre, ejemplo de serenidad y valentía.
Y es que como bien dice el texto adaptado de la poetisa murciana Magdalena Sánchez Blesa, al que puso voz su cuñada Amalia en la ceremonia de despedida, Pilar se ha merecido siempre:
Un abrazo conforme amanezca. / Y si se cerrara la noche por siempre, / mereces un abrazo con todas mis fuerzas. / Mereces la risa más amplia del mundo. / Estrenar la vida cada vez que llegas. / Mereces el te quiero más noble que encuentres / escrito en colores de pronto en tu puerta,
y un beso infinito, / y un cuento bonito para que te duermas. / Deseo tus manos trenzando las mías. / Mereces que lleguen a un sitio tus días,
mereces que el mundo detenga su guerra.
Un texto poético que termina con un «Levanten su copa, inventemos un brindis por ella, que mereces que el mundo te quiera». Y es que a Pilar la han querido mucho; tanto amor acumuló como el que ella dio, y así será siempre. Tal y como recogían las palabras de su amiga Begoña leídas en su despedida: «Has dejado una huella escrita en roca, inamovible e imborrable en todos nosotros. Un ejemplo de fuerza, valentía, actitud positiva, optimismo, perseverancia, cariño, amor y entrega». Recogiendo el sentimiento de todos los allí reunidos, definía a Pilar como «una mujer increíble y única en la que poder mirarnos e intentar alcanzar una mínima parte de lo que tú has sido y nos has aportado».
Muchos son los que la van a echar de menos, ya que su marcha ha sido demasiado temprana, a los 55 años. Compañeros de trabajo, familia, amigos y especialmente su grupo de primas, Las Chonis, no dejarán caer en el olvido a Mari Pili, Fen, Pon (o a la Superpon en la que se convirtió cuando enfermó) o cualquiera de los múltiples apelativos cariñosos con los que era conocida. Con seguridad, todos la recordarán siempre, como dijo el sacerdote en el funeral, con la memoria del corazón.

Ilustración de la ‘Superpon’, Pilar Murcia, apelativo cariñoso con el que era conocida. / L. O.
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