Investigación

Una investigadora de la UMU desarrolla una cubierta de algas para conservar los alimentos

Un proyecto financiado por la Fundación Séneca transforma la vegetación marina en plástico biodegradable, comestible y protector de productos frescos

La doctora Peñaranda, trabajando con las algas  en el laboratorio, junto con su compañera. | ISRAEL SÁNCHEZ

La doctora Peñaranda, trabajando con las algas en el laboratorio, junto con su compañera. | ISRAEL SÁNCHEZ

Adriana Gallego Sabah

Abres la nevera para comerte la ‘cuñita’ de queso fresco que te sobró de hace dos o tres días. Pero te encuentras con que está pasada y sabe agria, no sabes si tirarla o hacerla a la plancha para matar el sabor… y desafortunadamente ese trozo de queso (ya no tan fresco) acaba en la basura. Este ‘despilfarro’ puede tener los días contados.

La investigadora y doctora en el Departamento de Tecnología de los Alimentos, Nutrición y Bromatología de la Universidad de Murcia, Irene Peñaranda Verdú, ha desarrollado un tipo de envase bioplástico a partir de residuos de algas marinas, capaz de alargar la ‘vida comestible’ de los alimentos frescos.

Su novedoso proyecto, iniciado en diciembre de 2023, consiste en el desarrollo de un material comestible a base de algas, que protege los alimentos frescos para que así duren más tiempo a la venta o en nuestras neveras. Una alternativa de envasado sostenible que suena realmente prometedora.

El objetivo es envolver alimentos, protegerlos de la contaminación y alargar su vida útil

Desde el Mar Menor, las algas marinas invasoras pueden llegar a convertirse en envases comestibles de bioplástico protectores de frutas, carnes, verduras y lácteos y «fomentar así la transición hacia un modelo económico sostenible capaz de sustituir a los plásticos derivados del petróleo, que envuelven los alimentos que consumimos». Así lo indicó la doctora Peñaranda durante la presentación de resultados de proyectos de I+D+i dirigidos a un sector agro alimentario sostenible el pasado jueves 14 de noviembre, en una jornada organizada en la Universidad de Murcia.

Tres son las líneas de desarrollo de este nuevo material: envolver alimentos, protegerlos de la contaminación y alargar la vida útil de productos frescos. La investigadora se ha referido a este material como ‘películas comestibles’ y aunque este proyecto parezca de ciencia ficción, «realmente hay un gran interés comercial por sus propiedades fisicoquímicas», apunta la doctora Peñaranda.

Del mar a la boca

Este bioplástico es comestible, resistente al agua e insípido: no sabe a nada. Además, desaparece si lo cocinas. La forma de consumo sería la siguiente: en el caso de la fruta o del queso, por ejemplo, el supermercado vende el producto al consumidor envasado únicamente con esta ‘película comestible’ que permite una conservación más duradera del alimento.

Ya en casa, a la hora de ingerir esa manzana o ese delicado queso fresco, será suficiente con lavarlo bajo el agua del grifo. El producto se puede cortar y manipular al gusto porque este bioplástico a base de algas no interferirá en los cortes ni en su sabor, y aguantará mucho más tiempo en la nevera.

Para productos que deban cocinarse, como la carne, el cliente comprará su solomillo favorito, cortado y ya envasado solamente con dicho material comestible. Al cocinarlo en la sartén, la capa que lo cubre de plástico a base de algas se derretirá por el contacto con el calor, quedando en el fondo de la sartén.

Este bioplástico es comestible, resistente al agua e insípido: no sabe a nada

¿Qué ocurre en el laboratorio?

Todo comienza con la extracción de las algas en el Mar Menor, «las algas son recolectadas de la albufera del Mar Menor a través de la Consejería de Medio Ambiente, Universidades, Investigación y Mar Menor», puntualiza la investigadora. Después se secan, maceran, trituran y finalmente se extraen los ‘hidrocoloides’.

Ésta última se trata de una sustancia contenida en las macro algas, que mediante distintos procesos y el sometimiento a altas temperaturas, se convierte en una gelatina transparente, elástica e incluso comestible: las famosas ‘películas comestibles’ ya mencionadas. Gracias a la despigmentación y purificación del material obtenido, se logra la opacidad y ausencia de sabor.

Para que se adhiera en el alimento, este material está compuesto de un ‘agente gelificante’, derivado de la propia alga y otro ‘plastificante’, el sorbitol, también utilizado para la fabricación de edulcorantes. Con este material se busca, como señala Peñaranda, «que estos nuevos envases biodegradables actúen como barrera para la proliferación de bacterias» . Todo este proceso se realiza mediante técnicas in vitro.

El reto a partir del 2025 es que este novedoso material se implante en el mercado

Por tanto, la doctora Peñaranda ha indicado que antes de su implantación a nivel comercial, es importante analizar la vida útil y la seguridad de los productos almacenados con estas ‘películas comestibles’.

Por ende, aún se están estudiando simulaciones de almacenamiento de productos alimentarios con estos envases, como si de la venta al pormenor se tratase. Se busca así garantizar, según Peñaranda, «que los alimentos cumplan con los estándares sanitarios de calidad requeridos antes de implantar este material en el mercado».

Según el Informe del Desperdicio Alimentario en España realizado en 2023, 7 de cada 10 hogares malgastan alimentos y el 44% de los consumidores los desperdician también fuera de casa. Entre la comida que suele desaprovecharse, destacan, sobre todo, los productos frescos. Estas prácticas tienen un fuerte impacto medioambiental, por la cantidad de recursos empleados para la producción de frutas, verduras, lácteos o carnes que acaban en la basura.

Los desafíos

El proyecto de la investigadora Irene Peñaranda Verdú, que se inició el 1 de diciembre de 2023, tiene su fecha de finalización el 29 de septiembre de 2025, «a partir de esa fecha podrá ir implantándose en el mercado», ha anunciado la científica. Este prometedor material supondrá un gran avance en el desafío por la reducción de envases plásticos derivados del petróleo, altamente contaminantes y cada vez más regulados, por su uso fuertemente generalizado.

Este estudio forma parte del Programa Agroalnext que ha sido financiado por MCIN con fondos NextGenerationEU y por la Fundación Séneca con fondos de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia .

Alternativas ya existentes

El proyecto de bioplásticos creados a base de algas, es una idea original de la investigadora Peñaranda, pero bien es cierto que ya se han desarrollado plásticos biodegradables y comestibles fabricados por otras empresas.

Según la revista Haz sobre sostenibilidad e innovación social, el exceso de plástico está dañando el planeta, especialmente los océanos. Desde 1950, su producción ha aumentado de 2 a 380 millones de toneladas, y se espera que se duplique para 2035. El 40% del plástico en Europa es de un solo uso, lo que genera un grave impacto medioambiental. Por ello, proyectos como el de Peñaranda son absolutamente necesarios para nuestro futuro.

Un caladero en el Mar Menor

El Mar Menor es un entorno afectado medio ambientalmente con una alta acumulación de algas en descomposición. Durante el periodo comprendido entre 2017 y 2023, se extrajeron 35.500 toneladas de algas, lo que supuso una inversión de 15 millones de euros. 

Pero la extracción era necesaria, ya que la gran presencia de algas en la laguna supone el consumo de altos niveles de oxígeno en el agua y al mismo tiempo se retiran también nitratos y fosfatos, evitando que se produzcan lodos. 

Por tanto, el aprovechamiento de esta vegetación invasiva para la elaboración de bioplásticos contribuye a una economía sostenible, en este caso enmarcada en el sector agroalimentario. Es relevante resaltar que las especies aprovechadas para la producción de este bioplástico son únicamente especies invasoras: la oreja de liebre (científicamente denominada como Caulerpa Prolifera) y la lechuga de mar (referida correctamente como Ulva Intestinalis). 

Otra empresa, como la de Algarikon, ha presentado un proyecto que trata de aprovechar las grandes cantidades de algas invasoras acumuladas en la tan dañada laguna salada. Con su proyecto, se busca utilizar las especies Caulerpa Prolifera, Cymodocea Nodosa y también la Ova del Mar Menor como sustrato para cultivar setas comestibles y extraer compuestos aplicables en la industria alimentaria, como aditivos y suplementos. 

Además, los residuos de algas y setas se investigan para su uso como biofertilizantes, mejoradores de suelos contaminados y sustratos para el cultivo de plantas. También se evalúa la posibilidad de convertir estos residuos en metano, generando así energía renovable.

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