El filtro sanitario de la Región de los malos tratos

Temerosas, con baja autoestima o en un estado de ansiedad y angustia, justificando lesiones incongruentes con su versión o haciendo un uso repetitivo de los servicios de urgencias. Así llegan muchas de las mujeres que son atendidas en el Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia por Antonia Cantero, Lucrecia Escrivá o Lidia Tomás.

Ellas son solo tres de los más de veinte profesionales que forman parte del Comité de Violencia de Género del centro sanitario de El Palmar, un equipo que tiene desplegados profesionales en sus tres servicios de Urgencias (general, maternal e infantil) para detectar cualquier señal que les pueda llevar a pensar que una paciente está en riesgo o está siendo víctima de este tipo de violencia y así poder ofrecerle ayuda y los recursos necesarios para salir de esa espiral nociva.

El Comité de Violencia de Género de la Arrixaca comenzó a funcionar en 2014, hace una década, pero tras un parón resurgió con fuerza en 2020, año desde el cual se ha consolidado para coordinar de forma integral y consensuada las actuaciones que se desarrollan en el ámbito hospitalario con las mujeres víctimas de violencia de género.

«Las urgencias son la puerta de entrada de la mayoría de estas mujeres al sistema sanitario, lo que hacía necesario contar con un protocolo actualizado en el que se detalle todos los procedimientos a realizar cuando nos encontramos con uno de estos casos, las señales de alarma y los recursos disponibles», explica Antonia Cantero, médico de Urgencias y presidenta del Comité.

Por ello, han establecido pautas de actuación en la atención sociosanitaria del centro de El Palmar y cuentan con un equipo multidisciplinar formado por una veintena de profesionales, sanitarios y no sanitarios, entre los que hay médicos, enfermeras, auxiliares, trabajadores sociales, administrativos, celadores y personal de seguridad.

Estos últimos han tenido que actuar en más de una ocasión, tanto para proteger a las víctimas como para retener a los agresores hasta la llegada de la Policía Nacional y que fueran detenidos.

Para que los sanitarios que actúan de vigías de la violencia de género en el Hospital Virgen de la Arrixaca estén lo mejor preparados posible, los servicios de urgencias tienen sesiones regulares de formación en las que se trabajan los indicadores de sospecha, como son la presencia de lesiones incongruentes con el relato, parejas muy invasivas durante la entrevista clínica o multiconsulta por síntomas psicosomáticos.

En la hospitalización, además de la observación de estas señales, es indicativo que esté reflejado en la historia clínica otras relaciones de maltrato, ingresos frecuentes o la queja del compañero de habitación de violencia verbal de sus parejas.

Lucrecia Escrivá, enfermera de Urgencias, considera que el triaje es un punto fundamental en esa detección del maltrato y un momento en el que se puede aprovechar para lanzar una pregunta que sirva de gancho y que la víctima dé el paso de pedir ayuda y ofrecerle los recursos que existen.

A quienes llegan por un motivo distinto a la agresión física les cuesta más hablar y es necesario extremar la atención para captar cualquier detalle. Sin embargo, las mujeres que visitan Urgencias porque acaban de ser agredidas «vienen con otro ímpetu, más predispuestas a contarlo, porque llegan aún con la rabia del episodio tan reciente que han sufrido», afirma la doctora Cantero.

Cuando los sanitarios detectan cualquier señal de que la paciente es una posible víctima de violencia de género se le atiende en Urgencias en un box específico para estas situaciones, en el que se intenta, si llega acompañada, que no entre su pareja.

Si existe sospecha, el médico debe hacer un informe por violencia de género que queda en su historia clínica y que va directamente al juzgado, aunque reconocen las profesionales que «si finalmente la mujer no denuncia, este informe sirve de poco y sólo deja constancia de que se está dando esa situación».

Además, se les ofrece el apoyo del resto de profesionales, asegurándose de que tienen un lugar seguro al que volver en el que no esté su agresor y haciendo un seguimiento desde Urgencias y hasta que es derivada a otros recursos.

En estos diez años de andadura, el Comité de Violencia de Género de la Arrixaca ha activado el protocolo y denunciado unos 500 casos de maltrato, con un aumento significativo en los últimos años. El pasado 2023 se cerró con 62 casos.

En cuanto al perfil de las víctimas, la enfermera de Urgencias Lidia Tomás señala que hay de todos los niveles socioeconómicos, educativos, de edad o religión, al tiempo que considera alarmante que «estas situaciones estén cada vez más normalizadas entre las jóvenes, que no suelen externalizarlo tanto».

Recuerdan el caso de una señora que llegó de una residencia en la que ya existían antecedentes de que el marido la trataba mal al ir a darle de comer, algo que confirmaron en la habitación de ingreso del hospital, lo que llevó a activar el protocolo. El maltratador fue detenido.

La mayoría de los casos son violencias cronificadas durante años que van siguiendo una escalada y que empezaron en violencia psicológica hasta llegar a la física, lo que hace que a las víctimas les cueste más dar el paso de denunciar. Que den ese paso es el objetivo con el que trabajan todos los días las profesionales de este equipo de la Arrixaca.