"Todo a mi alrededor comenzó a moverse: el suelo, las camas, las lámparas. Las paredes parecían cajas de cartón. Fue impactante. Tremendo. Terrible". Son palabras del murciano José Carlos Vicente, exdirector general de Salud Pública en la Región de Murcia, que vivió de lleno el seísmo de magnitud 7 que, hace unas horas, asoló Marruecos.
A las 07.00 horas, el Ministerio de Interior del país vecino computaba ya 820 personas fallecidas, a las que hay que sumar otros 672 heridos, 250 de ellos graves. Una cifra que se presume que irá aumentando a lo largo del día.
José Carlos Vicente aterrizó el pasado viernes junto con un grupo de siete amigos, procedentes de diferentes puntos de España, para pasar cuatro días en la ciudad de Marrakech haciendo turismo. Un día después, siguen consternados y les cuesta describir la pesadilla que han tenido que vivir.
Según el Instituto Nacional de Geofísica marroquí, el terremoto sacudió el sur Marrakech y se produjo a las 23:11 hora local, a 8 kilómetros de profundidad. Tuvo su epicentro en la localidad de Ighil.
"Salimos corriendo del hotel mientras se oían gritos desde de la calle. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar", cuenta a este medio el murciano, aún sobrecogido por la experiencia vivida.
No fue hasta las 05.00 de la madrugada que las autoridades marroquíes permitieron a las personas volver al interior de sus domicilios u hospedajes, obligado hasta entonces a permanecer en la intemperie en caso de que hubiera réplicas.
"Afortunadamente, el hotel en el que nos alojamos no cayó, pero sufrió graves desperfectos", apunta Vicente. Las calles están repletas de heridos, y las fuerzas de seguridad y protección civil trabajan a contrarreloj para poner a salvo a la mayor cantidad de personas posibles.
"Fueron unos treinta segundos, pero de una intensidad que yo no había visto nunca", narra el murciano, que asegura que la gente "guardó serenidad, pero eran conscientes de la gravedad de la situación". Entre su grupo de viaje no hay ningún herido, pero no tienen claro si volver a casa o continuar con su viaje. "Yo aún no sé qué haré", dice, atónito por el panorama desolador de su alrededor. "Las réplicas apenas se han apreciado, al menos en nuestra zona: algunos se van a quedar y otros se irán".
Antonia María Carrión es de Pozo Estrecho y el terremoto la sorprendió en su casa de Rabat, mientras cenaba con su familia, sobre las 23.13 horas, a unos 350 kilómetros del epicentro. A pesar de la distancia esta socióloga y consultora en diversos proyectos de cooperación al desarollo y acción humanitaria señala que cuando "todo empezó a temblar", buscó protección bajo la mesa de mármol de su terraza. "Pensé que era más seguro en caso de necesidad refugiarse debajo de la mesa que bajar las escaleras", indica.

"En ese momento, el temor de todos era que hubiera réplicas, pero finalmente nos fuimos a la cama pensando que sí, había sido importante, pero como el que sufrió Lorca; sólo cuando nos enteramos a la mañana siguiente de dónde fue el epicentro empezamos a darnos cuenta de la magnitud del desastre, si a la distancia a la que nos encontramos se dejó sentir tan fuerte no me quiero imaginar cómo se vivió en el epicentro", señala esta cartagenera, que lleva cerca de 10 años viviendo en Marruecos. Carrión, que no recuerda un terremoto igual en el país vecino y señala que ha sido el peor de su historia reciente, explica que "por lo que puede ver en las imágenes, el terremoto ha afectado a las zonas más pobres y rurales de las ciudades, donde tienen peores infraestructuras".
También en Rabat se encuentra el profesor Tomás del Cerro Franco que ejerce la docencia en el Colegio Español de Rabat, funcionario docente del Ministerio de Educación. "Estoy en Rabat, afortunadamente aquí los daños no han sido cuantiosos; me pilló en casa, noté como un temblor que empezó siendo débil, tanto, que al principio no lo achaqué a un terremoto, pero luego aquello fue in crescendo hasta que tembló el suelo y llegó un punto en el que pensé que el piso se me iba a caer encima", relata el docente natural de Alcantarilla. En ese momento, agarró una camiseta y salió a la calle, como hicieron todos sus vecinos. El temblor, señala, fue intenso pero "no duró mucho".
Si no volvió a su vivienda antes fue por el miedo a las posibles réplicas, un temor que no se ha disipado porque estás podrían llegar días o incluso semanas después de la primera gran sacudida. "Cuando bajamos a la calle el temblor había pasado, por lo que relacionabas el exterior con la seguridad mientras que el piso, de forma inconsciente, lo ligabas con una situación de riesgo", explica el docente, que tras una media hora decidió volver a su vivienda para "ver (con mucha inquietud) el partido de Carlos Alcaraz". Indica el profesor del Cerro que el epicentro de seísmo se ha localizado en una zona rural al sur de Marrakech. "Si el epicentro hubiera golpeado de lleno a la ciudad no estaríamos de 1.000 o 2.000 muertos, sino de 10.000 o más".
Tras dormir solo tres horas, a primera hora de la mañana, conforme los medios españoles se hacían eco de la gravedad del seísmo, comenzó a recibir decenas de llamadas y mensajes de amigos y familiares de Murcia.