Educación

Un descubrimiento único en los orígenes del diccionario de la RAE por un investigador de la UMU

El profesor de la Universidad de Murcia David Prieto halla una versión mejorada del primer diccionario de la Real Academia Española

El profesor David Prieto, en su despacho de la Facultad de Letras de la UMU.

El profesor David Prieto, en su despacho de la Facultad de Letras de la UMU. / Juan Carlos Caval

Alberto Sánchez

Alberto Sánchez

Un eslabón perdido. Un fragmento de la lengua española desconocido hasta ahora, oculto a los ojos de los vigilantes de la historia. Para todos, salvo para David Prieto García-Seco, profesor de la Universidad de Murcia e investigador de los diccionarios históricos españoles, quien ha descubierto que la primera edición del diccionario académico de la Real Academia Española, el volumen que conocemos y utilizamos hoy en día, tuvo una segunda tirada, una reimpresión mejorada que no se conocía hasta ahora.

Pocos meses después de publicar en 1780 la primera tirada de ejemplares, los académicos comenzaron un proceso de revisión de la edición conocida para corregir faltas de ortografía, retocar significados, reordenar palabras o enmendar errores tipográficos como la virgulilla de la letra ‘ñ’ en la portada, que en la primera impresión aparecía desplazada a la izquierda. Un trabajo del que no se tenía constancia hasta que Prieto, erudito de la lingüística del español y su recorrido a lo largo de los siglos, compró por Wallapop a un particular, una aplicación para productos de segunda mano, un libro que a simple vista era el primer diccionario de la Academia.

Por 1.200 euros, el investigador sacó a la luz tras 240 años oculto una versión mejorada que, sin embargo, sólo fue corregida hasta la página 320 páginas de 954, por lo que dos tercios del libro quedaron sin revisarse. «Estaba consultando la palabra ‘cabrería’ en distintas fuentes y me di cuenta de que en este ejemplar se escribía con ‘y griega’. Supe que algo no encajaba». En una revisión más en detalle, Prieto se dio cuenta de que el ejemplar contenía una portadilla o añadía capítulos nuevos que no estaban en la edición que él conocía.

DAVID PRIETO PRIMER DICCIONARIO DE LA LENGUA CASTELLANA

DAVID PRIETO PRIMER DICCIONARIO DE LA LENGUA CASTELLANA / Juan Carlos Caval

La emoción brotó rápido y el historiador tenía una opción para salir de dudas. «Llamé al académico Pedro Álvarez de Miranda, director de mi tesis, y le pregunté si conocía otra versión de la primera edición del diccionario». La conversación se alargó hasta la madrugada intentando averiguar algo más del extraño libro adquirido en Wallapop. «Muchas palabras no coincidían. Fui cotejando con otros diccionarios y ahí nació mi investigación».

Un revisión lenta

¿Cómo es posible? A esta pregunta trata de darle respuesta en su libro Un eslabón recuperado de la lexicografía española, nacido a raíz de la investigación que surgió con este diccionario. «En las actas de la Academia de 1780 se menciona que los integrantes habían comenzado a revisar el diccionario de nuevo». Prieto pensó que se referían al Diccionario de Autoridades, que la Real Academia Española publicó en seis tomos desde 1726 hasta 1739 y que contenía las citas de grandes personalidades de la literatura española, pero no era así. No fue hasta 1780 cuando la institución publicase un diccionario más cómodo y más corto, y que es el que ha llegado hasta nuestros días a través de 23 ediciones y que se puede consultar desde la página web.

La revisión de la primera edición de ese popular diccionario era lenta. «Habría sido raro publicar una revisión con el año 1780 en portada cuando ya era 1781. Se mezclaron cuestiones cronológicas con la necesidad de seguir indicando que era 1780». De ahí, entiende el experto, que sólo se revisara un tercio de las páginas. La segunda edición oficial no llegó hasta 1783, pero entremedias hubo un libro que el profesor por fin supo poner en valor.

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Aún quedan incógnitas que responder, como por qué las modificaciones de esta obra no se conservaron para la segunda edición de 1783. Por ejemplo, ‘absorber’ se enmendó en ‘absorber’, pero en los ejemplares de 1783 regresaría con la uve contraria a la etimología. El profesor de la Universidad de Murcia, David Prieto García-Seco, calcula que el 70% de las correcciones que se realizaron en la edición revisada se mantuvieron en la segunda tirada del diccionario académico de la RAE. Por tanto, un tercio de esos retoques no están reflejados en la edición posterior. El investigador lanza algunas hipótesis en su libro, como que en la conocida impresa del zaragozano Joaquín Ibarra se utilizaran ejemplares tanto de la primera como de la edición revisada para realizar la siguiente. «Se servían de ejemplares previos. Añadían las palabras aprobadas por la RAE». Prieto intentará dar continuidad a su investigación buscando respuestas a este dilema.

"El diccionario es una obra donde tienen que estar todas las palabras"

Nadie ha quitado la tilde a nada, ni se la ha puesto. «La gente tiende a veces a usar la brocha gorda». La gente, añade, quiere que lo que tenga cierta complejidad se reduzca a reglas muy sencillas, y decirles claramente qué lleva tilde y qué no. El investigador David Prieto, que ha publicado Un eslabón recuperado de la lexicografía española, defiende los debates sociales que se generan a raíz de las decisiones de la RAE.

¿Qué significa para los historiadores de la lengua española descubrir un libro así?

Muchos de los cambios que estaban plasmados en la segunda edición del diccionario de la RAE pensábamos que eran novedades. Por eso hablo de un eslabón nuevo en la lexicografía española, porque gracias a esta reimpresión sabemos que esas supuestas novedades de la segunda versión no eran tales porque ya estaban antes. Estamos hablando del inicio mismo de la larga serie académica, se trata del diccionario por antonomasia, el que consultamos todos.

¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta hasta ahora?

Esa es una de las cuestiones que planteo al final de mi libro, saber cómo es posible que nadie haya identificado hasta ahora este volumen. Lo primero que ha contribuido es que la portada es prácticamente similar a la de la primer impresión, el prólogo también parece el mismo; pero cuando entras en detalle comienzas a ver las diferencias. Si vas a la fe de erratas, en la segunda versión mejorada hay menos páginas que en la primera. Por otro lado, esto es una obra de los académicos de 1780, pero fue necesario elaborar rápido una segunda edición al cabo de tres años, por lo que para los historiadores sólo quedó la primera.

La virgulilla de la letra ‘ñ’ en la portada fue centrada en la reimpresión.

La virgulilla de la letra ‘ñ’ en la portada fue centrada en la reimpresión. / Juan Carlos Caval

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En aquella época, ¿hasta qué punto estaban consolidadas las palabras en la lengua castellana?

La ortografía es una disciplina que se ha ido consolidando con el paso del tiempo. La de ahora es bastante más razonada y no hay tantas posibilidades de modificación, aunque pueda haber variantes gráficas. Pero en aquella época había una ortografía más o menos consolidada aunque hay que hablar de una falta de fijeza con algunos casos. Lo que hacía la Academia en estas primeras ortografías era intentar marcar la pauta de la que ha llegado a nuestros días. Los académicos combinaban la etimología de las palabras con el uso.

¿Ve diferencias entre los académicos de entonces y los de ahora? ¿Responden a los cambios sociales?

Hay una base que es compartida pero luego hay muchas diferencias. La Academia de entonces se reunía dos veces a la semana y ahora sólo una y con reuniones más cortas. Casi todo eran hombres ilustrados y eruditos. Por ejemplo, los filólogos no abundan ahora en la RAE cuando antes sí, y es un poco contradictorio. En los plenos de ahora se puede opinar sobre palabras como selfie, sobre si se debería incluir o no términos de moda, pero cuando se abordan cuestiones gramaticales muchos no saben responder, es un conocimiento que se les escapa.

Algunas decisiones que toma ahora la RAE acaban generando debates, e incluso derivan en polémicas.

Siempre es bueno que haya debate. Eso sí, sosegado. No es necesario, como hacen algunos, rasgarse las vestiduras señalando que se ha quitado la tilde a ‘solo’. El debate se centra muchas veces si han entrado o no algunas palabras al diccionario, o si algunas definiciones tienen un sesgo machista o feminista. En la última revisión de diciembre de 2022 entró en el diccionario la palabra ‘mamitis’, y mucha gente criticó que no se incluyera ‘papitis’. El diccionario es una obra donde tienen que estar todas las palabras, pero marcadas convenientemente. Si hay una palabra que se usa de forma despectiva hacia algún colectivo, eso hay que indicarlo en el diccionario. Lo que no se puede hacer es quitar palabras porque no nos gusten, sería quitar información a la gente.

¿La RAE deja más margen ahora en el uso de la lengua española que en el siglo XVIII?

La ortografía se ha codificado mucho más. El diccionario de ortografía de la RAE tiene mil páginas cuando en el siglo XVIII ocupaba 50 páginas. Ahora está todo muy claro, la ortografía es una disciplina sacrosanta y conviene no tocarla. La última modificación, la tilde en ‘solo’ que tanto revuelo ha causado, mantiene las normas como estaban. No se ha restituido ninguna tilde: en casos de ambigüedad se prefiere no utilizar la tilde. No es una cuestión de ‘Escriba usted como quiera’.

¿Se ha dejado llevar la RAE por modas o tendencias lingüísticas?

Que entre un extranjerismo en el diccionario supone que ya tiene cierta difusión y uso. El contacto de lenguas lo ha habido siempre y más en estos tiempos. Se aceptan anglicismos si aportan un matiz.