Social

Tres años sin niños de Chernóbil en la Región

La guerra de Ucrania y la pandemia de la covid-19 impiden a las familias murcianas cumplir con el programa de acogida, aunque esperan que los menores regresen el próximo 1 de septiembre

Tres años sin niños de Chernóbil en la Región.

Tres años sin niños de Chernóbil en la Región. / L.O.

Juan José Soler

Las consecuencias del desastre de Chernóbil de 1986 aún persisten en algunas zonas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Bielorrusia, el país en el que se asentó el 70% de la nube radiactiva, aún sufre los efectos.

La ONG Saneamiento a Niños Afectados por Chernóbil (Sanac) trabaja para que los afectados no caigan en el olvido, pero se centra en los más vulnerables: los niños. Cincuenta familias de la Región ofrecen una acogida temporal, durante los meses de Navidad y la segunda mitad de verano, a menores de entre 7 y 13 años que habitan las zonas más afectadas y sufren una situación de exclusión social.

Su objetivo es reducir la radiación en los menores durante las adopciones. Toda la comida que produce el país está contaminada y muchas familias no tienen acceso a productos importados. Hugo Domínguez, portavoz de la entidad, recuerda las palabras de una madre de los niños acogidos: «Sabemos que todo lo que comemos está radiado, pero la radiación no duele y el hambre sí». Según la OMS, las emisiones multiplican por cien la tasa de cáncer de tiroides entre la población infantil.

Las adopciones temporales son un bálsamo para su salud, ya que los acerca a una alimentación sana que en Bielorrusia es inconcebible: «Vuelven con un 75% menos de radiación», aplaude Domínguez. No obstante, el programa de acogida vacacional está interrumpido desde 2020, debido a la pandemia del covid-19 y las tensiones políticas del este de Europa, que han disparado el coste de los traslados. Por lo tanto, hay menores que no han podido salir de Bielorrusia y cumplir con su estancia curativa en tres años consecutivos. Los problemas creados por los adultos, la guerra y las catástrofes también son un asunto de niños, que terminan siendo «los grandes olvidados», denuncia su delegado.

Mikhael, el niño acogido, junto a su 'guardador', Hugo Domínguez.

Mikhael, el niño acogido, junto a su 'guardador', Hugo Domínguez. / L.O.

Mikhail, cuyo apodo es Misha, es uno de estos jóvenes invisibles que llegaron a Murcia en 2017. «Un macuto vacío y con parches» es el único recuerdo que traía de su pequeña aldea, Varonina, a 10 km de su colegio. Al llegar a Murcia, encontró un nuevo hogar junto al portavoz de Sanac y sus padres, en Alcantarilla. Cuando el pequeño aterriza en la Región, todo se convierte en una sorpresa. La playa, las fiestas populares y algo tan nimio como el sabor de la comida no radiada hacen que no pueda cerrar la boca y los ojos. Al comienzo, las familias guardadoras afrontan un reto afectivo. Es común que los jóvenes no conozcan el cariño, sino la ausencia de sus padres debido a las largas y precarias jornadas laborales. Esta situación merma sus habilidades sociales y, junto con la barrera idiomática, entorpece la adaptación. Pero el capítulo más crudo es decidir si permanecen junto a su núcleo biológico o se marchan hacia otro lugar con más posibilidad. «Prefieren buscar oportunidades antes que volver con su familia biológica, allí no saben si van a comer al día siguiente», afirma su tutor legal.

«Sembrar vida y recoger futuro» es uno de los lemas que abandera el representante. Misha ha construido aquí sus propios sueños al ver que hay un destino fuera de la granja donde trabaja su familia. La programación de videojuegos y convertirse en un profesional del baloncesto eran dos ideas impensables, ahora son su meta.

Las familias de Sanac trabajan desde el altruismo y el voluntariado y no reciben ninguna subvención. «Somos nosotros los que nos hacemos cargo de todos los gastos, al final es un hijo más», defiende el representante. Algunos menores llegan con severos problemas bucodentales y ópticos, pero no todas las familias pueden afrontar estos gastos que no cubre la Seguridad Social.

Si todo sigue su curso, este próximo 1 de septiembre, Mikhael y el resto de niños regresarán finalmente. Después de tres años sin poder atravesar Bielorrusia, la Región de Murcia se convierte de nuevo en su refugio alejados de la radiación.