Historia

130 años de la tragedia del 'Pozo de los Muertos', en Mazarrón

El fatídico accidente está considerado como la mayor catástrofe minera de la Región de Murcia

Paula M. Gonzálvez

Paula M. Gonzálvez

El 16 de febrero se cumplían 130 años de la que se considera la mayor tragedia minera de la Región de Murcia. Ocurrió en el pozo María Elena de la mina Impensada de Mazarrón. Allí, en 1893, murieron 28 mineros tras inhalar gas grisú, a unos 400 metros de profundidad. Desde aquel fatídico día, el lugar es conocido también como el Pozo de los Muertos.

El pueblo quedó consternado por el suceso. Era la mayor catástrofe ocurrida en un cerro mientras trabajaban los mineros. Entre los fallecidos se encontraban también ingenieros y trabajadores del resto de Europa: los mensajes telegráficos se dispararon y el accidente no solo llenó las páginas de los medios nacionales, también ocupó las de los internacionales.

A ello se sumó el miedo de familiares y vecinos ante el peligro de que se produjera un nuevo accidente y, para colmo, llegaron enfermedades derivadas del desastre, como dolencias pulmonares, por ejemplo, la silicosis.

Imagen del Pozo María Elena en el siglo XIX.

Imagen del Pozo María Elena en el siglo XIX. / Mineralogía Topográfica Ibérica (MTI)

Lo mineros murieron asfixiados tras un escape de grisú, un gas carbónico. El aviso de que algo grave había ocurrido fue inmediato y llegó a oídos de toda la localidad: a las diez de la mañana comenzó a sonar la sirena. Al instante, los compañeros que acaban de terminar su turno de noche se acercaron a la carrera hasta la mina Impensada, así como las mujeres y madres de los trabajadores que realizaban su jornada. Todos se reunieron frente al pozo María Elena, con la esperanza de ver a su familiar subir en la jaula.

La prensa recogió en esos momentos cómo se veían por las calles los carros que portaban ataúdes, acompañados por los vecinos hasta el cementerio, que guardaban un silencio solemne.

La minería, un negocio rentable con una seguridad nula

En el siglo XIX y principios del XX, la minería era un negocio muy rentable en lugares como La Unión, Mazarrón o Cartagena, y el sustento de muchas familias. Sin embargo, a los mineros se les cuidaba poco. En el desempeño de su trabajo en las galerías subterráneas se exponían a numerosos peligros para los que no gozaban de una protección adecuada (por no decir que era inexistente): derrumbes, explosiones o escapes de gas.

La Región era, como recogen los cronistas oficiales, una de las provincia mineras con mayor tasa de siniestralidad laboral y, a su vez, con menores recursos de asistencia sanitaria.

Las víctimas del accidente

Entre los 28 mineros fallecidos había víctimas en diferentes circunstancias: albañiles que solo fueron ese día a hacer una entrega; dos jóvenes alemanes que se acababan de incorporar al trabajo; un operario que también comenzó ese día, para sustituir a otro hombre al que habían despedido, y una mujer que perdió a gran parte de su familia -bajo tierra murieron cuatro de sus hijos y su yerno-.

Imagen de la Mina Impensada.

Imagen de la Mina Impensada. / Mineralogía Topográfica Ibérica (MTI)

El pleno del Ayuntamiento de Mazarrón aprobó en 2016 realizar un homenaje cada 16 de febrero en la fuente del minero, en la conexión de la avenida de las Moreras con el inicio de la RMD-4. Fueron los vecinos y familiares de quienes perdieron la vida o enfermaron por su trabajo en la mina quienes llevaron la propuesta del acto protocolario en su memoria al consistorio. La historia ha quedado recogida también en el documental Tragedia minera en Mazarrón, de Valentín Sarabia.