En la comarca del Noroeste asoma un desastre ecológico que lleva enseñando la pata desde hace años, incluso décadas, pero que ha quedado irremediablemente eclipsado por una de las catástrofes medioambientales más importantes de España: el Mar Menor. En las tierras altas de la Región se ha puesto el foco sobre la calidad del agua de ríos como el Quípar o el Argos, afluentes del Segura, y en la biodiversidad que guardan. Ambos cauces están lejos todavía de alcanzar el buen estado ecológico y la directiva europea del agua aprieta para que esto sea así antes de 2027, junto con la obligación de mantener un caudal mínimo.
Para esa fecha, la Confederación Hidrográfica del Segura espera remontar la situación del río Argos, pero en el caso del Quípar es diferente: ha establecido una prórroga hasta 2033 para el tramo bajo del afluente en el tercer plan de cuenca que está a punto de ponerse en marcha. El organismo de cuenca cuenta con que el objetivo ambiental no se podrá lograr antes. «A nivel institucional, esto no es algo nuevo. En 2009 ya se reconocía, en el primer plan hidrológico, la baja calidad ecológica de ambos ríos», explica María del Mar Sánchez Montoya, profesora de la Universidad Complutense de Madrid e investigadora del departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución.
Antes, la bióloga dedicó 20 años a estudiar los ríos del sureste español desde la Universidad de Murcia, y fue de las primeras científicas en poner negro sobre blanco la situación ambiental del río Quípar durante la primera década del presente siglo. «Ahora hay un daño ambiental importante. Existe un deterioro muy relevante y significante del afluente. Hablamos de un río de alto valor ecológico con una importante biodiversidad acuática, y el deterioro que se ve ahora es bestial», explica Montoya, que no duda en calificar esta situación como «uno de los grandes problemas ambientales» de la Región de Murcia.
En esta batalla contra la degradación de estos afluentes está involucrado el Consejo de Defensa del Noroeste, nacido en 2019 ante la proliferación de nuevas explotaciones ganaderas en la comarca pero que, ahora, ha puesto el foco en las consecuencias de la contaminación de estos cauces por, apuntan, la agricultura intensiva. «Desde el año 2015 se han agudizado las transformaciones de agricultura de secano o regadío tradicional a regadío intensivo», subraya Alfonso Sánchez, portavoz de esta plataforma que lleva a cabo campañas del control de los nitratos en estos ríos.
Muestreos de calidad
Con los muestreos realizados hasta ahora (las dos últimas campañas fueron el pasado verano) han evaluado la calidad biológica del Quípar y el Argos, y de los acuíferos de la zona, en casi una treintena de puntos entre Caravaca, Cehegín, Moratalla y Bullas. En la inmensa mayoría de estos controles, los niveles de nitratos han superado los registros del año pasado. Además, en muchos tramos y fuentes se superan las concentraciones que la directiva europea marca para definir la buena calidad del agua (25 mg/l que se superan dos, tres o incluso cuatro veces).
«A su paso por el Estrecho de la Encarnación, el Quípar llega a transportar 110 mg/l de nitratos, valor que se acerca a las mediciones que arroja la tristemente famosa rambla del Albujón», explica el biólogo Ernesto Coy, integrante del Consejo de Defensa del Noroeste. Fertilizantes y plaguicidas estarían detrás de estas concentraciones de nutrientes en el río. La calidad fisicoquímica del río Quípar presenta «valores adecuados» salvo en el tramo anterior al embalse de Alfonso XIII, a la altura de La Encarnación, con «incumplimientos por nitratos», señala la Confederación en su tercer plan de cuenca. «El río Argos presenta peores calidades, tal como lo atestiguan sus concentraciones de nitratos».
Invertebrados acuáticos
Respecto a la biodiversidad, entran en juego los estudios realizados por David Sánchez, investigador y doctor de Ecología Animal de la UMU. Los cambios en el uso del suelo o la agricultura intensiva acaban por tener «sus consecuencias» sobre las poblaciones de invertebrados acuáticos. Los ríos «son los primeros ecosistemas que lo notan», apunta.
Para evaluar este extremo, este investigador del departamento de Ecología de la UMU empleó un índice (de 0 a 10) que certifica el estado ecológico de una masa de agua. En el Quípar se obtuvo una puntuación de 2,8 sobre 10, considerado como estado ‘deficiente’; en el Argos, en la zona de las Oicas de Abajo (Archivel), se registró un valor de 4,3, un estado ‘moderado’. «No se alcanzó el buen estado en ninguno de los dos casos», señala el investigador, «esto lo exige la normativa europea».
La profesora de la UCM pone sobre la mesa los datos que obtenía de nitratos hace 15 años en el Quípar: «Eran valores de entre 4, 5 o 6 mg/l, pero ahora son 100, unos datos muy altos». El organismo de cuenca, recuerda, ha reflejado en su plan hidrológico hasta 2027 que «no se darán más dotaciones de agua para la agricultura». La Confederación deja por escrito que «sería necesario reducir significativamente la presión (90%, 80%, 50% o 20%) del aporte de nutrientes a la agricultura» en torno a estas cuencas internas en el Noroeste de la Región de Murcia.
Reclamaciones
- A la Confederación Hidrográfica del Segura: El Consejo de Defensa del Noroeste reclama a la Confederación Hidrográfica del Segura declarar sobreexplotado el acuífero de Sima (Caravaca). A esto se suma un plan de estudio, con adopción de medidas específicas, por la incidencia de elevados niveles de nitratos y otros contaminantes en los ríos Quípar y Argos, y sus cuencas vertientes, ante el posible riesgo de eutrofización de ambos cauces y riberas. Señalizar o publicitar todas o la mayoría de las fuentes y ríos que están afectados y deteriorados por contaminación, y prohibir el consumo de agua. Reclaman ampliar la frecuencia y los puntos de control y seguimiento que lleva a cabo la CHS.
- Al Gobierno regional: Detener e invertir el deterioro progresivo con la aprobación y aplicación de los correspondientes Programas de Actuación para las nuevas Zonas Vulnerables a la contaminación por Nitratos, entre otras, la de Caravaca, Bullas y Bajo Quípar, así como de las medidas correspondientes, previstas en la Ley de Aguas, con relación a la Masa de Agua Subterránea de Bullas que ya fue declarada sobreexplotada.
La extensión de las fincas agrícolas llega a alterar los cauces
La evidencia de la implicación de la agricultura intensiva en la contaminación de estos afluentes también se ve, apunta María del Mar Sánchez, profesora de la UCM, en la transformación del paisaje en los municipios por los que cruza el río Quípar o el Argos. «Han llegado a unos niveles increíbles de extensión de terrenos agrícolas, y una de las cosas que más me ha impresionado son las alteraciones hidromorfológicas».
Es decir, las parcelas agrícolas han terminado por acercarse tanto al cauce que han afectado de forma directa, «llegando a desecar algunos tramos» de estos afluentes. El uso excesivo del agua subterránea para regar, apunta el biólogo de la UMU David Sánchez, provoca que «lo que antes eran ríos estables, permanentes en el tiempo y con caudal continuo, ahora son intermitentes, con periodos secos».
El acuífero de la Sima, el de los Revolcadores-Serrata o del Gavilán son varias masas de agua subterránea en las cuales el Consejo de Defensa del Noroeste pide poner el foco por las concentraciones de nitratos detectadas a través de las fuentes o manantiales, «de donde beben personas y animales», advierten. La plataforma señala también a los vertidos que se producen desde localidades atravesadas por el Quípar, como en Cehegín, donde hallaron hace pocas semanas uno «incontrolado».
La Confederación detalla que las escorrentías urbanas tienen un impacto sobre las aguas subterráneas del Bajo Quípar, «donde las posibles pérdidas de la red de saneamiento del núcleo urbano y diseminados de Bullas pueden dar lugar a la contaminación del acuífero». Estas fuentes de degradación ecológica terminan por reflejar un impacto sobre los embalses, como el Argos, que sufre de episodios de eutrofización.