La Opinión de Murcia

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PINTANDO AL FRESCO

Abusos de varios tipos

Un grupo de jornaleros trabajan en el Campo de Cartagena. IVÁN URQUÍZAR

El capataz de una finca del campo de Cartagena ha sido condenado a cuarenta y dos años de cárcel por cometer delitos continuados de abuso a las mujeres que contrataba. Si querían un puesto de trabajo en los bancales tendrían que tener sexo con él. Seis mujeres lo denunciaron y ha sido probado que era verdad, así que le han caído siete años por cada delito. Va a tener tiempo para pensar sobre el tema y meditar sobre lo asqueroso que puede llegar a ser el que es capaz de llevar a cabo semejante chantaje.

El tema de las condiciones de trabajo de los inmigrantes en las labores agrícolas ya trae una cola bastante grande en nuestra Región. Bueno, y en nuestro país, porque ya habrán conocido ustedes por los medios de comunicación las condiciones en las que viven muchos de los inmigrantes contratados para la recogida de fresas en Andalucía, durmiendo en casas abandonadas, o en tiendas de campaña en medio de un secarral, sin agua corriente ni cualquier otro servicio. Pero el caso es que este mundo de los trabajadores del campo nos es poco cercano a los que no estamos dentro de él. Ellos están ahí y los que los contratan saben bien de qué va esto, y hay muchos empresarios y capataces que hacen las cosas como manda la ley, y, sobre todo, como mandan los principios morales y éticos que parece que todos debemos observar, pero de vez en cuando salta la liebre, en modo de horrible tragedia porque una furgoneta abarrotada de trabajadores y conducida por uno de ellos se cae por un terraplén y mueren varios, o, como en el caso del capataz, que una mujer tenga que tener sexo con un canalla, si quiere llevar un sueldo a su casa para que coma su familia.

Ya que estaba yo con este tema, me he decidido a preguntar por ahí a algunos y algunas inmigrantes que conozco cómo va lo de agricultura en el campo y en las factorías. Está claro que, como decía arriba, en la mayoría no hay problemas que destacar, pero en algunas la cosa cambia. Me cuentan que muchos están cobrando 5,50 euros a la hora. Mi única referencia a este respecto es que las personas que trabajan como empleadas del hogar suelen cobrar una media de 10 euros a la hora, como algunos de los que lean esto sabrán. Pero es que, además, en algunos de las empresas ‘les quitan horas’, es decir, a la hora de pagar, les suman menos horas de las que han trabajado, sin que esté ‘permitido’ llamar la atención del pagador sobre el tema, porque, si lo hacen, probablemente se queden sin trabajo.

En cuanto a los abusos sexuales, es cierto que algunos ‘jefes’ o ‘jefecillos’ se pasan con lo de dar un golpecillo aquí o allá a la empleada al pasar a su lado, ponerle la mano en el hombro mirándola a los ojos para decirle: ‘Muchacha, vas muy lenta’, o ‘Hay que ver lo guapa que estás esta tarde’, sin llegar a más. Pero sí me han hablado un caso ‘distinto’, ocurrido en nuestra Región, así que voy a contárselo a ustedes a continuación.

Se trata de un lugar en el que están trabajando hombres y mujeres en cuestiones agrícolas. Al frente está una encargada –sí, una mujer -. Entre los contratados hay un hombre joven, inmigrante sudamericano, guapico él, casado y con un crío pequeño. Un día, este chico le dice a una compañera: ‘Por favor, no te apartes de mi lado, que la encargada quiere algo conmigo y yo no se lo voy a dar’. Efectivamente, la compañera, que es la persona con la que yo hablo, me dice que la encargada iba detrás del muchacho a todas horas, pero él, que profesa una religión de esas muy exigentes y que va a la iglesia de su grupo muy a menudo, no quería pecar. El acoso se convirtió en algo insoportable para el hombre, pero mantenía su puesto de trabajo porque le era muy necesario. Cuando acabó la campaña del producto que estaban trabajando ya tenía las suficientes prestaciones para acceder al paro, así que dejó su empleo y se fue, lejos de aquella encargada, para él encarnación de Satanás, a buscar otro trabajo. Ya ven que hay más problemas en el campo de lo que algunos piensan, aunque, insisto, son puntuales, pero no por eso menos graves.

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