«Hola, soy María y cuando tenía 15 años intenté suicidarme». Así se presenta María de Quesada a sus futuros lectores, pues su libro La niña amarilla cuenta su experiencia como parte de su proceso personal. No solo cuenta su historia, a ella se le suman otros 22 relatos suicidas narrados desde el amor. «En sus páginas relato tanto mi historia como la de otras muchas personas que han compartido con valentía cómo se sintieron en una etapa difícil de sus vidas con la voluntad de visibilizar los pensamientos suicidas y acogerlos con amor», explica la propia María de Quesada.

El libro, publicado en septiembre de 2021 por la editorial Penguin Random House, coincidiendo con el mes dedicado a la Prevención del Suicidio, «relata, desde el amor, la existencia de pensamientos suicidas en niñas, niños y adolescentes, dando visibilidad a ideaciones que nadie queremos que lleguen a ser una realidad y que, lamentablemente, en ocasiones sí que lo son», tal y como afirma su autora.

Además de un valor periodístico, el libro tiene mucho contenido psicológico. No entra en detalles explícitos ni morbosos, sino que da voz a personas reales. Se aleja de los datos, las estadísticas y los porcentajes para tratar de primera mano un tema que trasciende la salud mental.

Tras más de 20 años de permanecer en silencio y no comentar su intento de suicidio con nadie de su entorno, excepto sus padres, hermanas y alguna amiga muy cercana del colegio, la historia de María de Quesada permaneció oculta, y fue gracias al testimonio de otra persona durante una formación de yoga, al contar su experiencia de conductas suicidas, consiguió conectar con esa parte de su historia que hizo darse cuenta de que está muy viva, y de que «guardarla en el cajón no sirve de nada».

La ayuda continúa a través de una asociación con fines sociales

El proyecto de La niña amarilla, que partió de la necesidad de comunicar la importancia de la prevención en torno a las conductas suicidas a través de un libro, ha propiciado la creación de una asociación con fines sociales, sin ánimo de lucro, también llamada La niña amarilla. A ella van destinados íntegramente los beneficios del libro. La asociación está presidida por la autora del proyecto, María de Quesada, y las profesionales de la comunicación Desirée Tornero y Cristina Martínez, actualmente tesorera y secretaria, respectivamente.

Sus fines giran en torno a la prevención y la comunicación, y entre ellos destaca promover la prevención del suicidio en diferentes ámbitos sociales, romper el tabú del suicidio en la sociedad, el estudio, la investigación y la difusión de la prevención del suicidio, la planificación de actividades, conferencias y talleres, acercar la temática del suicidio a la juventud a través de actividades y charlas, incluir el tratamiento del suicidio en los medios de comunicación y en las universidades de Periodismo y Comunicación, y colaborar con otras asociaciones y entidades públicas o privadas afines a estos objetivos.

«Me sentí acogida, las declaraciones de conductas suicidas no ocurren cada día, y yo no tenía por qué seguir avergonzándome de mi historia, la quería utilizar para conectar con muchas más personas y que todas estas historias ayudasen a que otras se sientan mejor para superar momentos difíciles», comentó María de Quesada durante la celebración de las II Jornadas sobre psicología y suicidio, celebradas el pasado jueves en el Colegio Oficial de Psicólogos de la Región de Murcia.

Una de las principales motivaciones que llevó a Quesada a sacar adelante el proyecto de La niña amarilla fue poder ayudar al entendimiento entre personas que han pasado por situaciones parecidas, las cuales todo el mundo puede atravesar en algún momento de su vida (no necesariamente se debe tener un trastorno mental), para finalmente superarlas.

«Si conseguimos ayudar aunque sea a una persona, el libro ya habrá tenido sentido, y habrá merecido la pena el esfuerzo de todas las personas que han participado en él. Qué nuestras historias trasciendan para conectar con otras personas», apunta la autora de un libro que demuestra que no hay que irse a sitios muy lejanos ni buscar en otros estratos sociales para encontrar casos así.

Es el momento de hablar sin tapujos y miedo, aunque con mucha sensibilidad, de las conductas suicidas, pues la información y los apoyos que se van sumando así invitan. Y es que hablar de suicidio ayuda a prevenirlo si lo hacemos de manera adecuada y con responsabilidad.

Y aunque el tabú social sigue ahí, era mucho más fuerte en 1995, cuando María de Quesada trató de suicidarse. «Para mí era muy complicado pedir ayuda, ya que no se pedía ayuda por nada en mi ámbito social y familiar. Aprendí que no tenía que pedir ayuda, que tenía que salir por mí misma, y lo intenté, pero era imposible. Tuve que pedí ayuda una vez había intentado suicidarme», recordó María de Quesada emocionada durante su charla.