Veraneo. 14 de agosto y, un año más, los habitantes veraniegos de las playas del Mar Menor hemos venido al lugar de ‘toda la vida’, y, hasta este momento, tranquilamente. Nos hemos bañado y el agua estaba bastante transparente. Hemos llegado a nuestro espacio de baño a través del mismo sendero entre algas que unos jubilados hicieron con sus azadas hace ya dos años. En Los Urrutias, nos han construido un paseo marítimo precioso y nos han puesto grifos para quitarnos la arena de los pies, lo que consideramos como un lujo asiático. Han limpiado las playas como nunca y han podado las palmeras. Qué confort, oiga.

Poda con Levante. La poda de las palmeras se hizo por un equipo que trabajaba a toda marcha, con una profesionalidad increíble. Pero eligieron un mal día para llevarlo a cabo. Soplaba viento de Levante y toda la porquería que caía de las palmeras, incluidos los nidos de las cotorras, se metió en las casas y cubrió muebles y sábanas. Al día siguiente hubo que hacer deshollino general. Pero, oiga, que lo han dejado que parece que estamos en Miami Beach.

Los pájaros. Un hombre le dice a otro, barriendo las terrazas de los restos de la poda: «Mira, por los menos, las cotorras se irán a otro sitio, porque no aguanto ese follón que montan cuando cantan». La proliferación de esos pájaros en Los Urrutias ha sido realmente importante y las palmeras les proporcionaban dátiles para comer. Un hombre también se quejaba de que las cotorras se le habían comido todos los higos de su higuera en un día. Por lo visto llegaron por cientos justo cuando maduraron. Lo tenían controlado los pajaricos.

Rara comparación. Una mujer mayor a otra, en una terraza: «Qué calor, hija, que calor. Me paso el día sudando como una perra».

Calor. El jueves puse el aire del coche en 27 grados. Se cuece uno si vas por un sitio soleado. El metal de la carrocería se calienta como si fuera una sartén.

Serie y cine. He comenzado a ver una serie nueva que me habían recomendado. Se llama The Orville, y aparentemente, es una especie de Startrek, pero no se engañen, es mucho más. Además de los viajes espaciales y los obligados extraterrestres, se tratan unos temas muy interesantes y muy de actualidad disfrazados de ciencia ficción. Y tiene sentido de humor. Es muy recomendable para entretener y algo más. También he visto una película, Patong girl, que ni fu ni fa, pero es que la protagonista se llama Aisawanya Areyawattana y quería ver cómo era, con ese nombre.

Grasa. Un hombre a los otros, jugando al dominó: «Ayer mi hijo celebro su cumpleaños con una barbacoa. Comí de todo: morcillas, panceta, chorizo, lomo… Me puse ciego. Y eso que tengo el colesterol bastante alto». «No te preocupes, de algo hay que morirse», dice otro, y el del colesterol lo mira con odio.

Sustos. Lo de la subida de precios en la alimentación es asombroso. Si van ustedes a comprar a un supermercado, observen a los clientes cuando les acaban de pasar los productos por la caja y el empleado le dice el montante de la cuenta. Un tanto por ciento muy alto pone cara de susto, y algunos incluso lo comentan con frases como: «Pero, ¿qué he comprado yo para que esto valga 42 euros?» o «hija, ¿estás segura de que no te has equivocado y has pasado algo dos veces?»

Óbito

John Travolta y Olivia Newton John.

Esta semana ha fallecido Olivia Newton-John y a muchos seres humanos nos ha dado pena. Su imagen de Grease se nos quedó metida dentro para siempre. Hay quien ha escrito por ahí que en la serie Élite hacen los papeles de estudiantes de instituto chicos y chicas que son mayores para representarlos. Pues bien, Olivia tenía 28 años cuando hizo esta película y Travolta 24, o sea que los dos eran ya carlancos para ir a clase de gimnasia. Así que aquella Cindy con flequillo era un bluf. La verdadera era la del traje negro de cuero y el pelo alborotado, cantándole al Travolta aquello de «mejor sería que avanzaras un poco, porque necesito un hombre que me mantenga satisfecha».