Crueles. Una mujer le dice a otra, ambas sentadas en sillas, contemplando el mar desde la playa: «Mira el tontucio de mi marido que se ha caído ya treinta veces de la tabla». Les sigo la mirada y veo a un hombre de unos sesenta años, de pie, encima de una de esas tablas parecidas a las de surf que se manejan con un solo remo. Efectivamente, en ese mismo momento, el hombre pierde el equilibrio y se cae de nuevo. Escucho a la mujer que le dice a su amiga: «No te rías así, Loli, que se va a dar cuenta».

Disponen de efectivo. Pues resulta que una de las compañías eléctricas que nos facilitan la energía en nuestros hogares ha ganado, en los primeros seis meses del año, 2.000 millones de euros, lo que quiere decir que a final de año puede haber ganado 4.000 millones. Da la impresión de que podrán pagar el impuesto que les pide el Gobierno sin muchos apuros. Y, como nos suban el recibo a los usuarios, sería para montar una revolución con o sin guillotina. Y los bancos igual. ¡A pagar!

Poco recomendable. Hoy les voy a ‘no’ recomendar una película y a su director. Se trata de Gaspar Noé, un argentino radicado en Francia al que hace unos días le publicaron una entrevista en un periódico nacional español, que yo leí, y en la que hablaba de las películas que ha dirigido. Yo no había visto ninguna. Decían que este hombre es el enfant terrible del cine francés e incluso del mundial. Y él explicaba que, si pasaba a la historia del cine, sería por su película Irreversible. Así que, como un pardillo cualquiera, busqué esa película en las plataformas que tengo y efectivamente apareció Irreversible. Ni se les ocurra a ustedes verla. Tiene una violación que dura unos 10 minutos. La cámara no está nunca quieta, incluso gira sobre sí misma y marea. Es violenta, guarra, desmadrada, repugnantilla y sádica. Yo la terminé, porque realmente la encontré interesante, pero es que quizás estoy perdiendo la cabeza. 

Harto de pollos. Un carnicero, algo mayor, que está deshuesando un pollo para una clienta, a mitad del trabajo exclama: «¡Ay, qué ganas tengo de jubilarme, joder!»

Nunca un problema solo. Shakira tiene problemas matrimoniales y con la Hacienda Pública. Ya tuvo que pagar 17 millones de euros que debía, pero ahora la van a sentar en el banquillo para que explique por qué dice que ella reside en las Bahamas, si se pasa la vida en Barcelona, cuando no está trabajando por el mundo. Los problemas nunca vienen solos, que decía una vecina mía de la infancia.

Duro de oreja. Escucho la nueva canción de Rosalía, que se llama Despechá. Apenas me entero de algo de lo que dice. No entiendo la mitad de las palabras. Buscaré la letra en Internet. Será un problema mío, supongo. No creo que la cosa sea que ella no vocaliza.

Mi alumno Martín Peñas, Francisco. Tengo que comprarme de inmediato el libro La mar de Paco, que ha escrito la magnífica periodista Amelia Castilla sobre la trayectoria de Paco Martín Peñas y su trabajo en La Mar de Músicas, que él creó, y toda la cultura que fue capaz de generar para disfrute de los cartageneros y foráneos. Paco colocó su festival en las páginas de los medios nacionales e internacionales, pero hizo mucho más a lo largo de su vida. Recuerdo cuando íbamos a su bar de la calle Balcones Azules de Cartagena a escuchar jazz. Y recuerdo aún más su cara en mi aula del colegio Hispania cuando apenas tenía catorce años, y yo trataba de enseñarle inglés. Era un crío listísimo que se convirtió en un ser humano excepcional. Y un buen amigo.

Imposible. Dejo de escribir porque se me ha parado en la puerta el ‘Camión del tapicero’ y lleva el altavoz a tope.

Shame on you

La expresión ‘caérsele a uno la cara de vergüenza’ fue la aplicable para mí al ver el reportaje, publicado por este periódico el jueves, sobre el lugar donde reciben y han de permanecer los inmigrantes hasta que Cruz Roja o alguna otra ONG se hace cargo de ellos. ¿Se les caerá también la cara de vergüenza a los que con su gestión nefasta provocan semejante ataque a la dignidad del ser humano? Tiendas de campaña de tela con el calor sofocante que tenemos estos días, basura, ratas, insectos, abogados de oficio avergonzados de tener que trabajar en este contexto. Y hombres y mujeres, y niños sufriendo un poco más después de lo que ya llevan encima. Qué horror. Seguro que todos los que podrían solucionar este desastre tienen aire acondicionado en sus despachos.