Tomás se agacha unos segundos y mira cara a cara a su fauno. Con los pies en el agua, recuerda que hace años tuvo que mover la piedra que él mismo había esculpido ante el temor de que, por estar en la orilla y cerca de la carretera principal de La Manga, se la llevaran. «La moví unos metros mar adentro. Así, si la robaban, tendrían que mojarse».

Tomás Carrasco, natural de Granada y residente perpetuo en esta franja arenosa entre el Mar Menor y el Mediterráneo desde 2003, vive con profunda sorpresa el interés que los murcianos han prestado a su emblemática escultura tras el reportaje que publicó este periódico el pasado lunes.

Misterio resuelto. Tomás, artista polifacético y «culo inquieto», talló la piedra en 2011 y puso sus iniciales en ella: «TOCARO», las dos primeras letras de su nombre y sus apellidos. Vive a escasos metros de la roca y sus vecinos no saben que el autor es él. «No tenía otra cosa que hacer», responde, «durante cinco o seis días estuve picando como un poseso. La piedra estaba dura, sonaba como a metálico».

«Pinta al óleo, ha moldeado arcilla, toca el piano y la guitarra», señala Teresa, la esposa del artista

Con un equipo muy básico para esculpir, asegura, comenzó a dar forma a este ser mitológico que pocos conocían y que ahora ha despertado el interés de tantos. De ella ha estado pendiente durante todos estos años. Poco después de terminar la cara del fauno, la roca sufrió varios golpes por culpa de algunos desconocidos que pasaron cerca del mar. «Tuve que intervenir en algunas partes con una radial. La nariz y los labios sufrieron daños, se astillaron, y rápidamente pulí la piedra gracias a un compresor con motor de gasolina y una radial con la que también pude hacer la barba del fauno».

Más visitas en los últimos días para fotografiar la roca

Más visitas que de costumbre. Dada la proximidad de la vivienda de Tomás y su familia en La Manga con la zona donde se sitúa la roca tallada, todos han podido comprobar que el interés hacia la escultura no ha parado de crecer en los últimos días. «Se paran ante la roca para observarla y fotografiarla», señalan. Y es que desde que La Opinión publicara el reportaje el pasado lunes la familia ha notado una afluencia de curiosos inesperada. 


Su hijo, del mismo nombre, señala que a su padre se le puede ver por las tardes tocando la guitarra en las playas de La Manga. Horas y horas: «Desde hace cinco años le presto más atención a la música», reconoce. Su mujer, Teresa, estuvo presente cuando su marido, que en la actualidad tiene 59 años, grabó la cara en la roca. Teresa acostumbraba a pescar por las tardes con unas amigas en la zona donde se encuentra el conjunto de piedras. «Tomás nos acompañaba y empezó a tallar a mano la imagen», cuenta.

El abuelo de Tomás tenía una vivienda en La Manga, a donde iba a veranear con su familia en un principio hasta que, sin tapujos, les preguntó si querían residir en la playa todo el año. Mantiene familia en Cabo de Palos y ahora este tramo de costa apagado en invierno y vivo en verano es su fuente de inspiración.

Su esposa explica que a Tomás siempre le ha gustado el arte y hacer cosas a mano. «Pinta al óleo, ha moldeado arcilla o toca el piano..., es muy polifacético». Aunque su vida comienza en Granada, a este escultor desconocido le entró el gusto por el arte con 14 años, cuando, «en vez de estudiar, dibujaba historietas de cómic con varios colegas». Con 16 años le apuntaron a la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y, aunque fue en ese momento cuando empezó «a tocar piedra», Tomás era un alumno aventajado que corría más que sus compañeros.

Pintor en sus ratos libres, comenta que jamás ha montado una exposición en galerías de arte ni ha vendido sus obras. Todas, de una forma u otra, acaban en manos de sus conocidos.