La adolescencia es esa etapa en la que los problemas pueden pesar el doble para un joven sin un desarrollo emocional completo y, por tanto, son complicados y difíciles de superar. La pandemia por la covid ha traído a la esfera pública la creciente lacra del suicidio en las edades más tempranas de la vida, donde las preocupaciones, los miedos, la incertidumbre, el distanciamiento social o el estrés son factores que han generado un problema grave de salud mental.
Tras años obviando estas cuestiones, las administraciones públicas se han puesto manos a la obra, aunque cuesta arrancar. La atención psicológica sufre listas de espera de meses en la Región de Murcia y la falta de personal cualificado en la sanidad pública ha sido centro de críticas de los profesionales. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció un plan de salud mental dotado con 100 millones de euros y un teléfono gratuito de atención del que todavía no se sabe el número.
El Gobierno regional ha logrado despertar en este aspecto y ha impulsado un programa de prevención del suicidio y las autolesiones en la población escolarizada con varios líneas de actuación. La primera es una guía que marca los pasos a seguir en los centros educativos ante la detección de casos como estos y en la que hay medidas concretas que implican tanto al profesorado como a los alumnos y los padres. Estas pautas irán acompañadas de otras actuaciones sobre el terreno con charlas, trabajos y talleres con profesores para mejorar la prevención en el aula, y también con los menores para conocer cómo abordar sus problemas.
Los docentes no tendrán que hacer una exploración clínica del menor, pero sí valorar su contexto general
El plan completo, en el que intervendrán las consejerías de Política Social, Educación y Salud, se presentará en los próximos días pero los centros educativos ya han recibido la ‘Guía de prevención del suicidio. Actuaciones en centros educativos’, que contempla, entre otros aspectos, medidas de prevención, señales de alerta, actuaciones dentro de los colegios e institutos ante una tentativa de suicidio o qué hacer si finalmente ocurre una desgracia.
En los centros escolares, «además de identificar indicadores de riesgo, es posible poner en marcha diferentes acciones que permitan minimizar la vulnerabilidad y prevenir que las situaciones se agudicen», señala la guía, a la que ha tenido acceso La Opinión. «Deben desarrollar una forma de trabajo preventiva que detecte y responda» ante posibles casos y piden profundizar «en las circunstancias que pueden condicionar, favorable o desfavorablemente, el desarrollo de conductas de autolesiones de diferente gravedad».
Sindicatos y padres reclaman más orientadores y psicólogos para vigilar la salud mental de los jóvenes
La guía pone énfasis en las actuaciones dentro de los centros escolares ante la detección de un posible caso. Los centros contarán con un equipo de reacción rápida que actuará en cuanto un profesor tenga conocimiento o sospecha en algún alumno. Este equipo, compuesto por la dirección, los orientadores del centro y un docente que esté muy vinculado al alumno, así como un coordinador de bienestar y protección, deberá valorar el nivel de riesgo para el estudiante, priorizando la derivación a un centro sanitario si así lo consideran. Ese nivel más alto de riesgo dejaría unas señales como pensamientos y planes inmediatos; verbalizar de forma persistente la intención de muerte, llevar a cabo conductas autolesivas como cortes o ingesta de fármacos y si ya ha tenido intentos previos de suicidio.
¿Qué hacer en los centros escolares tras un suicidio?
La guía regional deja un apartado para que los centros conozcan qué protocolo pueden seguir en el caso de que un alumno se haya quitado la vida. Ante situaciones como esta, se recomienda dar la noticia a los alumnos y compañeros del fallecido de forma clara y sin mentirles para evitar la proliferación de bulos pero evitando datos escabrosos; animar a los estudiantes a expresar su dolor para que lleven el duelo de la mejor forma posible u ofrecer apoyo a quien lo necesite. El personal educativo deberá estar pendiente del riesgo de posibles imitaciones en la conducta, así como trabajar el sentimiento de culpa que pueda aparecer en algunos alumnos o evitar la estigmatización social.
Entre otras recomendaciones, se buscará hacer un mapa de riesgo, donde se identifiquen a otros alumnos vulnerables que fueran compañeros del fallecido o porque ya hayan presentado conductas autolesivas. Los profesionales «evaluarán cada una de las acciones del centro escolar para dar respuesta a la situación, modificando aquellos procedimientos que fueran mejorables, adaptándolos a los recursos y las necesidades específicas del centro», señala la guía.
Las indicaciones marcadas por Política Social, Salud y Educación dejan claro que «no será competencia del personal docente realizar una exploración clínica» del alumno, pero sí valorar el contexto general en el que aparece la ideación suicida para tomar las «decisiones adecuadas». Si el nivel de riesgo es bajo, se recomendará una cita con el médico de familia o el pediatra y, en tal caso, una derivación a un centro de salud mental. Los servicios de orientación de los centros deberán rellenar una hoja detallando en qué situación se ha dado este intento de quitarse la vida, un registro que deberá llegar al médico de cabecera del menor.
El seguimiento del menor tras superar la primera etapa de prevención supondrá establecer una red de apoyo en torno al alumno y un espacio de acogida, donde habrá una vigilancia permanente.
Se quintuplican los casos
En 2020, con la pandemia de por medio, la Región registró un caso de suicidio de un menor de 15 años y una decena entre jóvenes de 15 a 29 años, según el Instituto Nacional de Estadística. La emergencia sanitaria en la Salud Mental es creciente, y en la Comunidad se han quintuplicado los pacientes atendidos por tentativa de suicidio y las consultas de urgencia en psiquiatría ha aumentado un 50% entre adolescentes. En España se producen una decena de suicidios al día y las cifras regionales arrojan una tasas de 8,3 casos por cada 100.000 habitantes. Esta es la principal causa de muerte no natural entre los más jóvenes.
La guía destaca «la necesidad de desarrollar programas que fomenten el bienestar emocional de los alumnos, especialmente aquellos que ayuden a la prevención del suicidio». La gestión de las emociones, el manejo del fracaso o la ansiedad, la superación de las frustraciones son temas que los expertos que han elaborado estas medidas piden incluir en los planes educativos.
Para que sean eficaces las actuaciones, estas «deben estar bien planificadas y coordinadas, puesto que participarán tanto agentes internos del propio centro como externos, en especial los de los servicios sanitarios y sociales. Entre todos los profesionales implicados la información debe fluir, con todas las garantías», reclaman las consejerías.
Más personal
Este trabajo impulsado ahora desde la Administración regional llega tras meses de demandas por parte de los centros educativos, que en muchas ocasiones se ven desbordados por los casos de autolesiones entre sus alumnos tras la covid. Ya a comienzo de este curso Educación aseguró que se implementarían una serie de medidas que llegan ahora. Desde los sindicatos o representantes de padres como la FAPA Juan González han reclamado sobre todo más personal en orientación, pedagogía terapéutica o psicólogos que ayuden a sobrellevar las cargas emocionales que aparecen en los adolescentes. Ven positiva la guía, pero reclaman no solo actuar antes de un posible fatal desenlace, sino integrar en el sistema educativo todo un programa de contenidos formativos para que los jóvenes no sientan que están solos en ningún momento.