Hay que tener mucho estómago para vivir cerca de una granja de cerdos. Bien lo sabe Ana Belén Bravo (40 años), que tiene una balsa de purines a escasos 35 metros de su vivienda, en la pedanía lorquina de Tercia.

El principal problema es el olor que desprende el líquido formado por las orinas de los animales y lo que rezuma del estiércol. «Aquí no se vive. Es el día a día sin poder abrir las ventanas porque el olor es insoportable», reconoce la mujer, que lleva toda una vida viviendo en el mismo lugar.

La explotación ganadera de la que se queja tiene dos balsas de purines sin cubrir, una de las cuales está pegada a la valla de su casa. Lo peor es en verano. «Con el calor, los gases suben para arriba y es imposible ventilar para refrescar la casa; pero es que también se llena todo de moscas, porque las larvas están en las mismas balsas y eclosionan con las altas temperaturas», comenta. Para más inri, Ana Belén tampoco dispone de aire acondicionado...

«De todas formas, aunque lo cierre todo, el olor se filtra por los sumideros y me entra por la chimenea». El simple hecho de tender la ropa es un contratiempo, ya que la peste se adhiere a las prendas tan rápido como las saca al exterior.

Ana Belén Bravo, en laterraza de su casa, pegada a un cebadero. SOLETE SLOWPHOTO

Por otra parte, la vida social que le permite su hogar es bien escasa. «Hace mucho tiempo que nadie viene a verme porque se van con olor a cerdo», lamenta.

Se da la circunstancia de que el vecino que tiene esta granja es familiar suyo, primo de su padre. «Hace años no era una granja tan grande, pero decidió ampliar a pesar de que le pedimos que no lo hiciera; no es lo mismo vivir cerca de 200 cerdos que de 2.000», explica. «Lo voy a hacer por mis cojones», es la respuesta que le dio el dueño de la explotación, que ha rehusado contar su versión.

Son muchas las veces que Ana Belén ha pensado en vender su casa y marcharse de Tercia, «pero los posibles compradores huyen nada más ver la granja», si es que no preguntan antes, por teléfono, si hay alrededor alguna explotación ganadera. Además, «el valor de la casa está por los suelos».

Como consecuencia de las malas condiciones de vida, Ana Belén, que trabaja en un almacén agrícola, asegura que estuvo dos años de baja «por la indefensión» que siente. Los ganaderos, añade, «están acostumbrados a hacer lo que les da la gana, se creen los amos del mundo».

Por si fuera poco, al otro lado de su vivienda, otro vecino tiene una granja de toros. «Me tienen rodeada».

Cerdas en una granja de Lorca SOLETE SLOW PHOTO

En otra pedanía lorquina, La Pulgara, los vecinos también tienen que convivir con otro cebadero de cerdos, que molesta según la dirección del viento: a unos les sonríe el levante y a otros, el poniente. «Cuando me independicé, me hice una casa cerca de la de mis padres. Está justo enfrente de una granja que llevaba años en desuso, pero en 2020 volvieron a llenarla de cerdos», explica este vecino, que prefiere guardar el anonimato.

Como en el caso de Ana Belén, asegura que «en verano es lo peor, las moscas son enormes y huele aunque no haga viento». Recuerda que, en alguna ocasión, no ha tardado más de diez minutos en ducharse por segunda vez después de salir de su casa «porque se pega». Evidentemente, la ropa se tiende en el interior de la vivienda aunque afuera hagan 35 grados.

Vive con su mujer y su hijo pequeño, que también sufren ese «olor desagradable, angustioso y pesado» que a veces les obliga a salir de casa y alejarse. «Nos hemos llegado a despertar de madrugada por la peste que entra de repente, cerramos las ventanas, pero ya no hay manera de volver a dormir, se queda dentro», afirma.

No solo hay olor. Cuenta este vecino que la carga de cerdos para llevarlos al matadero, cuando ya pesa cada uno un centenar de kilos al menos, se realiza de madrugada. «Porrazos y chillidos. Nos despertamos atemorizados».

Que su hijo pueda llevar amigos a casa es algo que ya no ocurre. «Paso vergüenza. Cada vez que viene alguien dice: ‘Qué peste a chino’».

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Si algo pueden sacar en positivo estos vecinos de Tercia y La Pulgara de lo ocurrido con el asalto al Pleno por parte de un grupo de ganaderos el pasado lunes, dicen, es que a partir de ahora «se sepa lo que pasa en Lorca».

Un cebadero en La Pulgara funcionando sin licencia


El cebadero de La Pulgara que lleva de cabeza a varios vecinos de la pedanía de Lorca está funcionando sin licencia para el engorde de los cerdos, motivo por el cual el Ayuntamiento de Lorca llevó el caso a los tribunales. 

Hace años que murió el dueño de la finca donde se encuentra la explotación ganadera, que ya la tenía embargada y cuyas granjas estaban paralizadas. Más tarde, en una subasta, un conocido empresario de la zona compró el cebadero, arregló algunas naves y lo puso en funcionamiento de nuevo, pero ya sin contar con los permisos necesarios para hacerlo y después de que nuevas viviendas se construyeran alrededor de las instalaciones.

El concejal de Urbanismo y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Lorca, José Luis Ruiz Guillén, confirmó a esta Redacción que el asunto se encuentra judicializado y que la Administración local «ya no tiene nada que decir». 

«Fuimos nosotros los que denunciamos que la orden de paralización no se cumplió, por lo que se llevó a los tribunales», explica. 

Fuentes de IU señalan, además, que cuando el empresario reformó las naves del cebadero, «dejó los techos de uralita y amianto» y que recogía el agua del Trasvase, una práctica ilegal.