José Antonio Vendrell tiene 49 años, dos hijos, de 16 y 22 años, y vive en Cartagena, en uno de los pisos de reinserción del colectivo AMAS, la Asociación Matrix Motivacional de Apoyo Social. Esta entidad acompaña a las personas que se encuentran en situación de exclusión social debido a una adicción y las ayuda a integrarse en la sociedad. Tal y como afirma el presidente de este colectivo, Damián Alcaraz, ese trabajo se realiza de manera progresiva, «sin el gran escalón que supone para ellos salir de una clínica o de prisión y enfrentarse al mundo».

«Me enganché con 13 años y desde entonces fui dando tumbos, entrando y saliendo de la cárcel; en el año 1998 me vine a vivir a Murcia», cuenta Vendrell, que nació y se crío en el madrileño barrio de Entrevías en Vallecas, donde el trapicheo de drogas y los altos índices de pobreza estructural están a la orden del día. Su última condena fue de 11 años en 2013 por un robo con intimidación pero salió en 2019 gracias, entre otras cosas, al buen comportamiento, a las analíticas negativas cuando llegaba de los primeros permisos de salida, y a una evolución general positiva. Actualmente Vendrell se encuentra en libertad condicional, y una vez al mes, hasta 2024, tiene que presentarse en el Centro de Inserción Social ‘Guillermo Miranda’ de Cartagena.

Cuando entró en prisión no tenía ni siquiera el graduado escolar, pero hoy ya cuenta con el Bachillerato y mira al futuro con ilusión y con ganas de recuperar el tiempo perdido.

No siempre hay un punto de inflexión a partir del cual todo cambia, pero José Antonio tiene grabado a fuego en su memoria un instante. En una comunicación por cristal para ver a su familia, «salí colocado de pastillas y mi hijo, que entonces tendría unos 14 o 15 años, me vio en malas condiciones». Después de eso, José Antonio estuvo un año y medio sin verle. «Claro, normal, se dijo: mi padre es una piltrafa, es un drogadicto… y eso removió como nunca antes mi conciencia y fue entonces cuando me dije que tenía que luchar, no ya solo por mí, sino por mis hijos».

José Antonio comenzó su camino hacia la reinserción cuando tomó contacto con el programa Matrix. «Se implementó en el año 2014 en la prisión de Sangonera; es un programa de deshabituación que te da muchas herramientas y ahí conocí a AMAS y a Colectivo Paréntesis», señala Vendrell, que explica que este programa se compone de terapias, tanto individuales como colectivas, una monitorización de la salud del recluso mediante analíticas regulares e intervenciones contextuales como propiciar la mudanza del preso a módulos menos conflictivos. Hubo momentos malos. Cuando dejó de consumir metadona para poder acceder a un medicamento para su cirrosis llegó a estar cerca de tres meses sin dormir. «Dejar la metadona fue la mejor decisión que he tomado en mi vida», afirma.

Vendrell sostiene que cuando conoció al presidente de AMAS, Damián Alcaraz, comprendió que era posible salir del mundo de la droga. También nombra a otros profesionales que han sido figuras claves en su recuperación, como el psicólogo y educador social Manuel Illera, quien le habló por primera del programa Matrix. José Antonio admite que en aquel entonces «consumía droga en prisión y Manuel me buscó y me habló del programa, me dijo que era perfecto para mí; ya llevo cinco sesiones, es decir, cinco años».

Se enorgullece de lo que ha logrado en todo ese tiempo. «Comencé siendo un mero usuario y acabé siendo algo así como un ejemplo a seguir para el resto de compañeros, ya no soy ni la sombra de lo que fui; me he ido dando cuenta de la edad que tengo, de toda la vida que he echado a perder». José Antonio está convencido: «Realmente se puede salir, pero ojo, solo si uno quiere», sentencia, porque ha visto a muchos otros que «se lo han tomado a jauja, que han utilizado esos programas para conseguir permisos, beneficios, pero nada más». Señala que alguno desearía que volviera a prisión para poder decir: «Ha caído la torre, pero no, sigo luchando».

Cree que el sistema penitenciario español todavía no ha sabido ajustarse a ese mandato de la Constitución que habla de que debe orientarse a la reinserción social. «Hacen su papel, pero los que se enfocan en la reinserción no son las prisiones sino esta gente, los colectivos son los que realmente ayudan, son los verdaderos recuperadores; AMAS me dio un contrato de trabajo como agente de cambio y soy responsable de una vivienda». En este centro, José Antonio hace labores de acompañamiento, ayuda y trabajos de mantenimiento. «Soy electricista, soy un manitas, hago de todo, lo mismo te plancho un huevo que te frío una corbata», comenta divertido.

Se sabe afortunado porque la sociedad, explica, está llena de prejuicios y todavía no cree del todo en la verdadera reinserción social, pero «aquí está el ejemplo, lo he demostrado y lo voy a seguir demostrando». Asegura que a día de hoy sus hijos le adoran. «Han visto todo lo que he luchado y de lo que he salido».

Hoy su objetivo es lograr un puesto de relacionado con su profesión que es la de electricista. «Y cuando lo tenga, continuar mi vida como una persona normal y corriente fuera del mundo de las adicciones».