¿Cómo reaccionaría la sociedad ante la amenaza de impacto de un asteroide contra la Tierra? Esta es la hipótesis de la que parte el largometraje de ficción de Hollywood recientemente estrenado No mires arriba (Don’t look up) de Adam McKay y, a su vez, la investigación del ingeniero aeroespacial experto en astrofísica Eloy Peña (Cartagena, 1991) y la abogada especialista en ciencias políticas Elisa Simó (Valencia, 1992).

Y es que, como anuncia la propia película, está «basada en hechos posibles». Tan posibles que estos dos investigadores llevan un año analizando las consecuencias político-jurídicas que tendría el impacto de un cometa coincidiendo la publicación de su estudio hace nueve días en la revista científica Acta Astronautica con este taquillazo que tanto ha dado de qué hablar.

«La película tiene bastantes incorrecciones científicas y es una sátira, pero no tan exagerada porque plantea cuestiones interesantes», dice Eloy Peña, coatuor del trabajo, que fue Premio Joven Extraordinario 2021 de Cartagena por su labor científica en la Universidad Autónoma de Barcelona y el Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC-CSIC).

«Socialmente nos lo tomamos como ciencia ficción, pero en el ámbito científico es una cuestión prioritaria», dice Elisa Simó, principal autora del artículo e investigadora y profesora de Derecho en la Universidad de Valencia. De hecho, el hipotético escenario que plantea la película no está tan lejos de ser realidad. «La NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) ya han lanzado la primera misión, DART, para hacer un ensayo de desviación de un asteroide», añade el astrofísico Peña.

El estudio recoge que en los próximos 100 años no hay alerta real de que esto ocurra. «Cada 50 años hay un 1% de probabilidades de que impacte un objeto cósmico capaz de causar entre 50.000 y 500.000 muertes, aunque hay un factor sorpresa porque un 10% están por descubrir», desarrolla el científico cartagenero. «Los que producen una extinción masiva ocurre 1 cada 100 millones de años, pero es que el de los dinosaurios fue hace 67 millones de años. Estamos en el último tercio para recibir otro impacto», añade.

En la actualidad no hay un marco normativo preventivo en caso de que se produjera una catástrofe de este tipo ni ningún procedimiento jurídico y político que avale la técnica de desviación. «La comunidad científica trabaja mucho en defensa planetaria y queda en segundo plano el enfoque social. Aquí introducimos de manera formal el acercamiento legal y de derechos humanos», explica la coatuora Simó que en su trabajo plantea qué pasaría si la Tierra recibe una alerta de colisión. «Planteamos cuatro escenarios: el de aviso de este impacto, la realización de una deflexión o desviación parcial, la desviación total y el escenario en el que no se actúe o no se pueda actuar provocándose el impacto».

Algunas de las consecuencias políticas y sociales pueden ser los movimientos migratorios, creando el término de ‘refugiado de impacto’ o la posibilidad de que existan Estados sin territorio tras quedar devastados. «Tenemos que anticiparnos a todos los escenarios posibles que se pueden dibujar. ¿Se generarán gobiernos en el exilio u otro Estado podrían acogerlos? Si se mantiene la soberanía sobre ese territorio, ¿organizaciones internacionales financiarán la reconstrucción de la zona dañada?», cuestionan los autores en su investigación.

Estos investigadores, que también son pareja, han hecho una publicación pionera que aborda esta cuestión poniendo en común dos ciencias muy diferentes. Las conclusiones obtenidas son la necesidad de crear un marco normativo que parta de la base de la protección de los derechos humanos y generar sistema para la toma de decisión de desviación de objetos potencialmente peligrosos. «Pese a ser un problema global no hay que olvidar los intereses geopolíticos y estratégicos de cada país y que las potencias privilegiadas deberán que tener en cuenta a los Estados que no tienen ese poder para protegerse de esta amenaza», afirma Simó.

Al contrario del descrédito que mostraban sobre los protagonistas de la película, las aportaciones de los investigadores Peña y Simó han tenido bastante aceptación entre los científicos, como algunos de los de la misión DART, y ya hay asociaciones que están empezando a abordar esta hipótesis como es la Red Internacional de Alertas Contra Asteroides, aseguran con entusiasmo.