La Fundación Jesús Abandonado acaba de inaugurar la vivienda número 11 del proyecto Housing First, implantado en la Región de Murcia desde el año 2017. A diferencia de otros modelos tradicionales de inclusión, en los que el usuario debe pasar por distintas etapas para poder acceder finalmente a una vivienda, en el modelo Housing First el primer paso es la vivienda, la garantía de tener un hogar sin plazos ni obligaciones. Actualmente, con la apertura de esta nueva vivienda, la Fundación gestiona 11 inmuebles, 6 más que en 2020, habitados por 10 hombres y una mujer que previamente no contaban con un hogar y malvivían en las calles de la Región. Este proyecto está cofinanciado por el Ayuntamiento de Murcia, fundamentalmente, la Comunidad y la Fundación Jesús Abandonado con fondos propios.

Una vez se proporciona la misma, los técnicos realizan visitas periódicas, usualmente una a la semana, donde se realiza un seguimiento del compromiso del mantenimiento de la vivienda y la correcta convivencia con los vecinos. Asimismo, los técnicos del proyecto atienden a las posibles necesidades de acompañamiento en el ámbito de la salud, relaciones con la administración, mantenimiento del hogar, tratando de inculcar las habilidades de autonomía personal y social que deriven en un aumento de la autonomía del participante.

Sobre los criterios de selección para escoger a los usuarios de este proyecto, la responsable del área social de la Fundación Jesús Abandonado, Amparo Martínez, explica que se realiza un seguimiento «muy intensivo desde calle». El primer paso por tanto es el programa de intervención en calle con un equipo formado por una trabajadora social, una integradora social, y voluntarios; «ellas hacen rutas todos los días en las que conocen a las personas que están en situación de calle e inician en ese momento una intervención directa», señala. La responsable de Jesús Abandonado detalla que se le realizó un seguimiento de 3 años a la última persona en incorporarse.

El perfil medio de los usuarios de Housing First cuenta con una estancia previa en calle de tres años como mínimo. Aunque no existe un límite de edad, la mayoría son hombres de entre 40 y 60 años, que sufren algún tipo «de problemática de salud mental, diagnosticada o no, y problemas de adicción», sostiene Amparo Martínez, que aclara que la estrategia está abierta tanto a hombres como mujeres; de hecho, este año se incorporaron en algún momento dos mujeres.

Cada beneficiario del proyecto Housing First arrastra una historia y cada uno experimenta la adaptación, de la calle al hogar, de una manera distinta. «A diferencia de otros programas de vivienda más supervisados y tutelados, el equipo que trabaja en este proyecto respeta los tiempos de cada persona y sus decisiones; no se trata de cumplir objetivos obligatoriamente, se les dice: esta es tu casa, y ellos se tienen que creer que es su hogar», asegura.

La adaptación al nuevo hogar supone modificar hábitos muy arraigados. «Piensa que una persona que está en la calle, amanece, anochece, duerme y come en calle, y se trata de cambiar hábito, y poco a poco los van cambiando», indica esta responsable de la Fundación, que comenta que una de las personas que se incorporó a la vivienda y que llevaba los últimos cuatro años de su vida en las calles de Murcia «dormía en el sofá durante las primeras semanas, aunque tenía su dormitorio y su cama».

En cualquier caso, la evolución en positivo es algo común para todos los beneficiarios del proyecto. Son personas que vienen bastante dañadas, tanto física como mentalmente, cuenta Amparo Martínez, «pero sí que se ve cómo consiguen objetivos; está demostrado que durante la estancia en la vivienda se reducen los consumos de alcohol notablemente, y arranca un cuidado en su salud; ellos mismos, cuando ven que van mejorando, son los que demandan ir al médico y se les va proporcionando esa posibilidad conforme lo van solicitando», afirma Martínez. También se les ayuda en sus gestiones con las administraciones públicas.

Al menos dos personas del proyecto están en él desde su puesta en marcha en 2017. Sin embargo, Martínez señala que «es cierto que algún participante, en un momento dado, nos ha informado que quiere continuar su vida en otro municipio o en otra comunidad y ha decidido dejar el proyecto, bien sea porque ha conseguido un trabajo o porque tiene unos ingresos más estables; también acompañamos todo este proceso». En cualquier caso, esta trabajadora social destaca que lo importante es que las personas que se incorporan al proyecto «tengan la tranquilidad de que por parte de la Fundación se les va a acompañar; que ese va a ser su hogar, y que no tengan esas preocupaciones sobre si van a poder pagar el alquiler o la luz».