Hace menos de un mes que tuvimos que reajustar nuestros relojes, pues, como cada año, el último domingo de octubre los países de la Unión Europea tenemos que pasar al horario de invierno.

Sabemos que tenemos que implantar esta modificación horaria en dos ocasiones durante el año, ¿pero sabemos realmente la razón? El motivo no es otro que el de adaptar el horario laboral a las horas de sol y ahorrar así energía. De esta forma, las empresas y los hogares pueden reducir el consumo energético al encender las luces menos horas al día.

Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el cambio horario supone en los meses posteriores a éste un ahorro en iluminación en el sector doméstico «del 5 por ciento», lo que equivaldría a 300 millones de euros de ahorro según los precios vigentes, de los cuales 90 millones correspondería a los hogares españoles. Esto supondría 6 euros de ahorro por hogar. El resto se ahorrarían en los edificios de la industria o el sector servicios.

El ahorro se produce entre los meses de marzo a octubre, ya que en esta época el sol sale antes y se pone más tarde, es decir, los días son más largos.

En estos meses se registra el periodo del año en el que la insolación es mayor para los países del hemisferio norte, como el nuestro. Gracias a esta medida se consiguen ganar 135 horas de luz, con el consiguiente ahorro energético.

La entidad pública adscrita al Ministerio para la Transición Ecológica señala que para alcanzar el potencial ahorro deberá realizarse un comportamiento «responsable» en el hogar a la hora de prescindir de la iluminación artificial cuando no es necesaria, así como la utilización de tecnologías de ahorro en iluminación por aprovechamiento de la luz natural en las oficinas.

Sin embargo, esta medida no está exenta de polémica. Los que se oponen al cambio horario mantienen que el potencial de ahorro energético «es una suposición» y se basan en estimaciones hechas sin demasiado rigor.