Ángel Cueto, de 49 años de edad, pasó de ser comercial a verse durmiendo al raso y buscando en los contenedores de Cartagena algo que llevarse a la boca. Y es que «perdí el trabajo, los vínculos familiares… se dio un cúmulo de circunstancias que me arrastró a tener que vivir en la calle, lo mismo debajo de un banco que entre dos cartones». No le quedó más remedio que «buscarme un poco la vida», manifiesta.

«Yo siempre he sido comercial y tuve algún negocio de hostelería», rememora el hombre, natural de Cantabria, que sabe lo que es ir dando tumbos «entre la calle, algún albergue donde te dan dos noches y lo tienes que abandonar o metiéndote en casas de okupas, sin luz ni agua».

"Te metes debajo de un arbusto, cierras los ojos y que sea lo que Dios quiera: tu futuro se limita a vivir el día a día"

Al verse en la intemperie, «lo que tienes es una sensación de desprotección», comenta el hombre, a lo que añade que «te metes debajo de un arbusto, cierras los ojos y que sea lo que Dios quiera: tu futuro es tan a corto plazo que se limita a esperar al día siguiente, vivir el día a día».

Para subsistir, «más que pedir dinero, pedía comida: prefería una barra de pan que diez céntimos para comprármela», hace hincapié. Pero los viandantes, a los mendigos, «por desgracia, tienden a marginarnos un poco», lamenta. Ha oído más de una vez el comentario de «se lo gastará en drogas». «Después de estar dos días sin poder comer, encontrar una barra de pan duro en los contenedores era casi un tesoro», hace hincapié.

Preguntado por si siente que los indigentes son invisibles a ojos del resto de la sociedad, Ángel Cueto remarca que «no somos invisibles, porque nos ven, pero sí que estamos totalmente criminalizados por nuestra situación». En este sentido, pone como ejemplo que si, tras juntar unas monedas, «entras al súper a comprarte una barra de pan y dos lonchas de chorizo, van los vigilantes detrás».

"En la calle no hay amigos, solo conocidos. Solo tienes un saco de dormir: si desaparece, no tienes nada..."

«No soy ningún delincuente, todas estas situaciones nos llevan a estar más excluidos socialmente», destaca el hombre, al tiempo que puntualiza que vivir situaciones así una y otra vez «te lleva también a que la cabeza no te rija».

A su juicio, «puedes tener una enfermedad que te ha generado la propia exclusión social. Una enfermedad tanto física, como puede ser una desnutrición, como mental, con una depresion». Y es que «es muy fácil caer en la calle y muy difícil salir de ella». A ello se une la realidad de que «en la calle no hay amigos, solo conocidos», sentencia. Argumenta al respecto que «al estar tan necesitados, no sabes dónde puede estar Judas. Tienes que ser un poco cauto, porque lo único que tienes es un saco de dormir y una mochila, y como eso te desaparezca…»

Planes de vida y esperanza

Ángel atiende a LA OPINIÓN desde el Hogar Sagrada Familia de Cáritas, en la ciudad portuaria. La organización humanitaria le ha dado una oportunidad, contando con él para formar para de uno de sus proyectos sociales

Ángel, ayer en dependencias de Cáritas en Cartagena. Iván Urquízar

Por eso ahora mismo, aunque está en las estadísticas de la oenegé como sintecho, sí tiene uno: el de un piso «supervisado, en el que estamos cuatro personas» al que cada semana acude un técnico de Cáritas para tratar de orientarles. «Estamos creando un hogar, el objetivo es que recuperemos un poco la vida que tenemos», dice, con esperanza. «Cáritas me ha puesto la alfombra roja para salir de esa oscuridad», afirma.