En el caso de las inundaciones, los autores del estudio que arroja que el deterioro del Mar Menor está pasando factura a la población más joven también analizan el impacto a medio plazo tras la DANA de 2019 y describen tres periodos con diferentes impactos en la salud: una primera fase de días o pocas semanas en las que son importantes las tareas de rescate y emergencia; otro de semanas o meses en el que se alcanza una restauración funcional de la comunidad; y un tercer periodo a largo plazo en el que se alcanza la restauración de las áreas inundadas.

Pero hay que tener presente que las inundaciones se asocian a un mayor riesgo de accidentes, epidemias de enfermedades infecciosas, malnutrición, disminución del número de nacimientos e incremento y agravamiento de enfermedades crónicas. Se observó un incremento de las crisis de asma (por el moho de la humedad y el polvo en suspensión), y de diarreas en los más pequeños por peor calidad de las aguas.

Los efectos observados en la población expuesta son, principalmente, trastorno de estrés postraumático, ansiedad, depresión, insomnio, trastornos del sueño e ideación suicida. Mientras que a largo plazo hay una transición hacia el incremento de patologías crónicas como trastornos neurológicos de discapacidad, infarto agudo de miocardio, enfermedades crónicas respiratorias y digestivas, deterioro de la salud mental y de la calidad de vida relacionada con la salud.

Estudios previos muestran como la exposición prenatal a las inundaciones, habitualmente atribuido al estrés, se ha relacionado con un mayor riesgo de bajo peso al nacer, obesidad infantil o resistencia insulínica durante la adolescencia.

De ahí que los responsables del trabajo afirmen que «la herida producida por un desastre natural y el vivir en entornos contaminados trunca el desarrollo y prosperidad de la comunidad afectada». Este tipo de estudios ayuda a las autoridades a establecer y planificar estrategias de anticipación, mitigación y prevención tanto de la contaminación como de los efectos de futuras DANA, aumentando la resiliencia de las comunidades afectadas y ayudan en la priorización de la toma de decisiones en el Mar Menor.