El paso al lado del secretario general del PSOE, Diego Conesa, ha sido dado, dice él, por «temas familiares» para defender a su familia de las repercusiones de su vida política, de los ‘ataques’ de otros partidos que eran dirigidos al ámbito privado de su vida. No sé si esto será una excusa para quitarse, o quitarlo, de en medio, pero lo cierto es que mi experiencia, los muchos años que llevo siguiendo la Política, me dice que no es fácil para ellos/ellas concitar la vida familiar con su dedicación al partido o al cargo que desempeñe, y, así mismo, el ambiente de su hogar está totalmente condicionado por ello en lo que se refiere a sus parejas, hijos, etc.

En este tema, no quisiera citar nombres concretos, aunque sí al menos uno porque ya falleció y que me parece muy significativo. Hablo de Miguel Navarro Molina, que fue alcalde de Lorca y Presidente de la Asamblea Regional. La actividad que desarrollaba era tremenda por razones de su cargo, porque vivía en Lorca y tenía su puesto en Cartagena, y porque le gustaba estar en todos los lugares o actos a los que se le requería, así que salía por la mañana de su casa y solía volver bastante tarde, comía fuera lo que pillaba, unas veces en cosas oficiales y otras un bocata en su despacho. Él mismo me contó que una noche, al llegar al hogar, una de sus hijas le dijo a su madre: «Mira, mira, mamá: ¡un hombre en esta casa!», (una niña que apuntaba maneras). Miguel tenía cinco hijos, así que su esposa debería ir bastante atareada.

Lo que es totalmente cierto es que la capacidad de absorción de tiempo y dedicación que tiene la función política es tremenda. Alguno hay que ha perdido a la novia recientemente porque ella decía y con razón que no quería un compañero a su lado que no estuviera nunca a su lado, no sé si me explico. Antes de que hubiera tanta compra por Internet, me he encontrado a esposas de altísimos cargos regionales en el supermercado tirando de un carro lleno hasta los topes. En una de esas ocasiones, una de ellas me dijo: «Aquí estoy, que hemos pasado unos días en Madrid porque mi marido tenía que ir los ministerios y a cosas del partido, y cuando he vuelto no había en el frigorífico absolutamente de nada. Menos mal que mis hijos son ya mayorcicos y se saben arreglar, y que mi madre estaba al tanto, pero esto de la política es un desastre’». Y es que, yo no sé ahora, pero durante muchos años de esta democracia que disfrutamos era bastante corriente que esposas y maridos de los altos y menos altos cargos acompañaran a sus cónyuges a muchos actos y desplazamientos, entre otras razones, porque hubo un tiempo que se puso de moda que estos seres humanos se liaran un poco con personas cercanas a ellos/ellas, porque la carne es débil, y la cosa matrimonial acababa mal, así que mejor no perderlos mucho de vista, pensaban sus parejas.

En cuanto a los hijos, si son muy jóvenes, suele ser habitual que en sus centros educativos hayan tratado de disimular su parentesco con los políticos/as. A materialmente ninguno les ha hecho nada de gracia que se supiera que su padre o su madre fuesen consejeros, diputados o concejales. Los que se llaman Martínez, García o Pérez lo tienen más fácil, pero, cuando el apellido es de los rarillos, el disimulo resulta siempre más complicado.

Ya sé que dedicarse a la política no es nada malo, sino todo lo contrario, un servicio a la comunidad, pero siempre ha sido difícil explicarles a los críos que lo que dice el periódico de papá es mentira, que él no se ha cargado el Mar Menor, y que mamá no es que sea negacionista, sino que no le apetece vacunarse y que por eso la atacan los rojos.

Así que los que se meten en política se juegan mucho a nivel familiar porque es muy difícil para ellos separar lo público de lo privado. Siempre he admirado a los que se deciden a dedicar su vida a este menester, porque, en general, todo parece desaparecer para ellos, pierden amigos porque ya no tienen tiempo para reunirse a la cerveza de los martes, o para ver los partidos juntos, o las aficiones, incluso ya no van a un cine, un teatro, un concierto, o dejan de hacer ejercicio y se ponen fachosos. Son felices con lo suyo, pero indudablemente pierden mucho a nivel familiar y de vida privada.