Gestión nula.

Manda romana que, desde que acabó el curso pasado en junio, la consejera de Educación no haya sido capaz de ponerse de acuerdo con las empresas del transporte escolar para que los padres no se encontraran con este desastre de los niños que hay que llevar a los colegios e institutos y recogerlos, movilizando a abuelos, familiares en paro y vecinos generosos, para que echen una mano cuando sus padres están trabajando. Por fin, el jueves, se llegó a un acuerdo, después de tres días de pesadilla para los padres. Hala, a seguir rigiendo los destinos de la Enseñanza.

Enfadada. Una mujer habla por el móvil en la calle, en Murcia ciudad: «Seguro que tienen razón, pero qué putada más gorda nos están haciendo con la huelga. [Cambiando de tono] Claro que para eso son las huelgas».

Increíble. Me he quedado de piedra al leer en este periódico que el año pasado, con la covid y todo encima, ha habido 186 casos de gonorrea y casi 100 de sífilis en la Región de Murcia, enfermedades de transmisión sexual que parecían de otro siglo, cuando la gente no sabía que existían los condones o se los hacían de ganchillo. Hay que tener valor para arriesgarse de esa manera, y no hablo del VIH porque me da la impresión de que ya está todo dicho, pero sigue habiendo contagios. Ponéoslo o ponédselo, porfa.

Transmisión sexual. Cuando yo estaba cumpliendo mi deber con la Patria vestido de marinero, de cabo, en el Cuartel de Instrucción de Cartagena, hace miles y miles de años, los muchachos que venían a hacer la mili de toda España solían tener el objetivo de perder la virginidad en El Molinete, sede de la prostitución cartagenera, porque en sus pueblos no era fácil. Tal era la cosa, que no extrañaba ver algunas casas con una cola de muchachos pelados al cero que llegaba a las aceras, todos esperando turno. Luego, pasados unos días, comenzaban a aparecer en la enfermería del cuartel con todos los modelos de enfermedades de transmisión sexual: gonorreas, chancros, sífilis, purgaciones, y, en el mejor de los casos, una infección de ladillas que les llegaban hasta el bigote. Se les medicinaba, pero algunos se llevaban la sífilis como recuerdo. Lo de entonces se comprende, pero, ¿ahora sífilis?

Era fascinante y yo no lo sabía. Me entero por la prensa especializada de que Tamara Falcó aparece en un documental do de cuenta «su fascinante vida». No sé qué pensar, de verdad. ¿Fascinante?

Obediente. Un hombre mayor a otro, por la calle: «Y entonces ella me dijo: ‘Coge la bolsa, coño’, y yo la cogí, qué iba a hacer».

Velázquez. También les recomiendo a ustedes un documental buenísimo que se llama El cuadro y que va de Las Meninas, de Velázquez. Es emocionante escuchar a estudiosos y especialistas de todo el mundo hablando de ese cuadro como si fuera algo suyo, como si lo conocieran de un extremo a otro. Y como siempre, el gran misterio de Las Meninas, ¿cómo lo pintó Velázquez?, ¿ante un espejo?, ¿le estaba haciendo un retrato a los reyes que aparecen en el espejo del fondo? Etc., etc.

Perdidos. Un hombre a mí, en el supermercado: «¿Sabes por dónde está la mayonesa?». «Ni idea», le respondo. Nos miramos, él con su lista en la mano y yo con la mía, y nos reímos los dos.

He visto la serie El Reino. Es argentina y está francamente bien. Me ha llamado la atención la libertad con la que trata temas tan peliagudos como la corrupción en ámbitos ultrareligiosos, los abusos a menores y demás cuestiones de mucho calado y que me temo que aquí en España nadie se hubiera atrevido a tocar. También esta serie demuestra otras cosas, por ejemplo, que los actores argentinos son todos buenísimos, desde el que tiene un papel principal al más secundario. Creo que merece la pena verla.