Escribo esto sentado frente al Mar Menor. Este fin de semana volvemos a nuestro domicilio habitual en Murcia, no porque aquí estemos mal, sino ‘porque hay que irse’. Esta frase, ‘porque hay que irse’ es la más repetida entre los veraneantes que todavía quedamos aquí, y, la verdad, es un poco tonta, ya que, teniendo en cuenta que Cartagena está a quince minutos y Murcia a treinta y cinco, muchos podríamos quedarnos más tiempo y acudir a las ciudades cuando haga falta. Me refiero, claro, a los que no tienen hijos en edad de colegio o instituto, pero está claro que estos lugares junto al mar, en esta Región tan pequeña, son ideales para vivir si lo que se busca es una existencia tranquila, rodeados de naturaleza y a un paso de teatros, cines, museos, bibliotecas y de todo lo que necesites que no puedas encontrar en estos pueblos de las orillas del Mar Menor. A un paso, digo.

¿Y qué dejamos atrás? Puedo asegurarles y les aseguro que aquí se está de maravilla. Siempre hay al menos menos cinco grados menos que en las ciudades, y de madrugada comienza a ser necesario echarse una sábana o una colcha por encima. Ya no hay más niños que los pocos que viven en el pueblo todo el año. Aquí, en las playas del sur del Mar Menor no se crean problemas de amontonamientos de gente a la hora del baño, ni siquiera en pleno mes de agosto, así que ahora somos cuatro gatos que nos solemos juntar a la hora del baño para hablar de nuestras cosas. Estas charlas en el agua pueden ir de actualidad, o de libros, películas y series, pero muy a menudo el tema es: ‘¿qué has hecho de comer hoy?’, a cuya respuesta, sea la que sea, se corresponde otra pregunta: ‘¿y cómo lo haces?’ se esté hablando de un estofado, una olla gitana o un arroz con mújol, que, por cierto, el domingo yo hice uno y me salió de cine.

En cuanto al mar, es menester reconocer que se han esforzado en la limpieza de las orillas, sobre todo estos últimos días, que, si no sopla otro Levante, ahora están niqueladas. Quiero reconocer aquí el trabajo de estas brigadas de limpiadores de algas muertas y otros desechos que han trabajado todas las mañanas tostándose al sol y soportando unos olores absolutamente repugnantes. Esta peste también nos llegaban a los que no estábamos limpiando, pero siempre podías irte a otro lado a maldecir a los responsables políticos de que el Mar Menor esté como está, mientras que los trabajadores pasaban horas y horas, con un calor tremendo, y aguantando el tipo. Otra cuestión a destacar es la de los empleados de la limpieza de calles y plazas. Señoras y señores del Ayuntamiento de Cartagena: nunca, es decir, nunca, el pueblo de Los Urrutias ha estado tan limpio como este verano, así que vuelvan a contratar a la misma empresa el año que viene, y que los de la empresa contraten a los mismos empleados, porque todo el mundo alaba lo bien que lo han hecho, además de ser amables y educados con los vecinos, cosa que se agradece mucho.

Y aquí nos dejamos, porque ‘hay que irse’ unos amaneceres de flipar, oiga, a veces, rojos y amarillos, con una intensidad que te deja con la boca abierta. Por las mañanas, ya comienza a soplar el clásico viento de septiembre en esta zona, el Maestral, Mistral o Norte, que refresca el agua y la pone de color verde esmeralda, modelo Mares del Sur. Y los atardeceres son ya de quedarte patidifuso. Ayer el Mar Menor, a las siete de la tarde estaba teñido de color rosa, pero rosa, rosa. Era absolutamente increíble. Una belleza total. He pintado cientos de cuadros de este mar nuestro y creo que podría seguir haciéndolo toda la vida, tratando de captar todos los infinitos matices de color de este cielo y este mar.

Hay pueblos, como Los Alcázares, San Pedro, San Javier, etc. que mantendrán su aspecto de lugares vivos y con actividad comercial y de todo tipo durante el resto del año. Otros, como Los Urrutias, Los Nietos, Mar de Cristal, Islas Menores, etc. perderán a la mayor parte de sus habitantes y se quedarán esperando a los próximos veraneantes. Y quién sabe lo que nos encontraremos el año que viene. ¿Habrán hecho algo para recuperar el Mar Menor, o seguirán tirándose a la cabeza los lodos y las anoxias los unos a los otros? La verdad, no sé qué decirles.