En 2019, que es el último año contabilizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en la Región de Murcia expiraron 11.568 vecinos. De ellos, diez murieron a causa de la tuberculosis, según datos del mismo organismo.

Enrique Bernal, médico especialista en Enfermedades Infecciosas del Reina Sofía de Murcia, explica a LA OPINIÓN que esta dolencia «ni mucho menos ha desaparecido», dado que se vienen diagnosticando «diez millones de casos a nivel mundial» cada año. De ahí, se dan entre 1,2 y 1,4 millones de decesos.

«Ni mucho menos está erradicada, todo lo contrario, es una de las diez enfermedades que causa más muertes a nivel mundial», remarca el médico del Reina Sofía, que insiste en que se trata de una dolencia «que sigue siendo devastadora» y, aunque «se da principalmente en los países de baja renta, situados al sudeste asiático (45% de los casos) y en África», también subsiste en la Región.

«En España, con los datos de 2018, se estaban declarando unos 4.300 casos al año, con una tasa de incidencia de 9,39 por cada 100.000 habitantes», apunta el doctor. En cuanto a la comunidad murciana, detalla que se vienen dando «entre 120 y 130 casos anuales en los hospitales de la Región». La mayoría de los pacientes sale adelante.

Bernal manifiesta que la tuberculosis «tiene una mortalidad muy alta si no se trata, pero, con los tratamientos la mortalidad está por debajo del 5%».

En cuanto a las personas que no la superan, como las diez que contempla el INE, el especialista concreta que «mueren porque se les diagnostica tarde o tienen una enfermedad muy avanzada».

Aunque en estos momentos se está investigando para encontrar tanto nuevas vacunas como nuevos tratamientos para esta dolencia, «el problema son los casos de multirresistencia, que están surgiendo bastantes en países de Europa del Este o zonas de Asia», manifiesta Enrique Bernal, que añade que, para estos enfermos, «todavía falta mucho para lograr tratamientos: son muy caros, muy costosos y algunos con efectos secundarios indeseables», entre los que cita la pérdida de audición, anemia y alteraciones nerviosas.

En tiempos de pandemia, el especialista pone el acento en que coronavirus y tuberculosis «tienen síntomas similares», como pueden ser tos, fiebre y cansancio. En cuanto a las distinciones, apostilla que «tuberculosis es una enfermedad más crónica» y los infectados padecen «pérdida de peso, de apetito, la gente se queda muy delgada y expectoran con sangre, mientras que con coronavirus la tos suele ser seca».

A nivel mundial y en el contexto de la pandemia se calcula que entre el 25% y el 50% de los casos se han infranotificado, entre otras causas por retrasos en el diagnóstico, derivación de los recursos técnicos y humanos para detección de SARS-CoV2, resalta Bernal, al tiempo que precisa que esto junto con la limitación al acceso a los servicios de atención primaria por las medidas de confinamiento, restricción de movilidad y el temor al contagio, ha supuesto un «incremento de las muertes», que según estimaciones de la OMS oscilan entre 200.000 y 400.000 decesos más.

La tuberculosis ha causado más fallecimientos que ninguna otra enfermedad infecciosa a lo largo de la historia: en los últimos dos siglos ha costado la vida a más de mil millones de personas.

El equipo liderado por Carlos Martín en la Universidad de Zaragoza lleva 25 años investigando la nueva vacuna MTBVAC. Y en breve inician ensayos de eficacia de fase tres. «Es el paso definitivo: primero investigas con modelos animales, después hay dos fases con humanos, primero con decenas y luego con centenas de voluntarios, que es donde estamos ahora», explica Martín, y añade que «finalmente hay que comprobar en miles de personas que funciona como en los modelos animales, que es el paso final». 

«En teoría, con los entre 6.000 y 7.000 recién nacidos que se van a vacunar, esperamos tener los resultados de eficacia en un plazo de cuatro a cinco años. Si fueran 70.000 en dos países, seguramente los tendríamos en uno o dos años», calcula. 

En su opinión, «es un poco triste desde el punto de vista humanitario ver que algo que podría estar salvando vidas va tan lento, pero estamos contentos de la financiación que hemos ido consiguiendo, y los resultados son bastante alentadores. Pero ahora tenemos que demostrarlos».

La enfermedad sigue haciendo estragos en países pobres porque «el problema son las cepas resistentes, que pueden hacer que un tratamiento de 20 dólares en seis meses se convierta en uno de cien o doscientos mil, con hospitalización, fármacos intravenosos muy tóxicos… Y los países en desarrollo no tienen tanto dinero. Es una enfermedad de la pobreza. Si no comes proteína, tu sistema inmunitario es más débil».