En la década de los 90 del siglo pasado varios barrios de la ciudad de Murcia y de Orihuela (Alicante) sufrieron el fenómeno de la subsidencia o hundimiento del terreno que ocasionó importantes problemas que conllevaron en algunos casos el desalojo de los vecinos de algunos edificios. Este proceso, entonces vinculado a los periodos de sequía de 1992 a 1995 y a la extracción de agua subterránea de los acuíferos de la Vega Media y Baja del Segura, junto con los problemas estructurales o de cimentación de aquellos edificios, puso en alerta a las distintas administraciones.

Hoy en día estos movimientos verticales (subsidencias) del terreno tienen campañas de control cíclicas en distintas comarcas de la Región, ya que el hundimiento del terreno de forma natural se ha estimado en el entorno de la ciudad de Murcia de unos cuatro o cinco milímetros al año, es decir, alrededor de un metro cada 200 años: «Se genera mayoritariamente por una compresión de la parte más superficial o somera del terreno (hasta una profundidad de 10 metros)», señalan desde la Confederación Hidrográfica del Segura.

El Valle del Guadalentín, donde se ubica Lorca, es la cuenca que más se hunde de toda Europa, llegando a registrar datos de 15 centímetros al año según el Instituto Geológico y Minero de España. En los últimos estudios, esta velocidad se ha reducido, constata la investigadora del instituto español Marta Béjar, a 10 centímetros anuales, «aunque sigue habiendo una velocidad considerable». El Alto Guadalentín o la cuenca al sur de Lorca «es un ejemplo muy llamativo de subsidencia aunque no se llegan a producir daños visibles porque el hundimiento se produce en una amplia zona agrícola».

Estos hechos se han vinculado a la explotación de las masas de agua subterráneas, pero la CHS matiza que «en el Valle del Guadalentín las extracciones de agua no provocan subsidencias adicionales (no naturales)» ya que «el nivel piezométrico está en algunos puntos a más de 200 metros de profundidad, mientras que en Murcia está a ocho o diez metros».

Pese a esto, cuando la Confederación tramita nuevos proyectos para explotar agua subterránea se incluye en su estudio de impacto ambiental un análisis encaminado a determinar «la magnitud del volumen sostenible de recursos subterráneos» que pueden ser captados. Es decir, la CHS establece límites en esa extracción en función de unos umbrales piezométricos «que no se deben sobrepasar». En concreto, «se establecen limitaciones a la extracción mediante el establecimiento de límites bien a los descensos del nivel freático causante de la subsidencia, bien a la propia subsidencia».

Variación de 0,35 cm

Las últimas campañas de control de la subsidencia del terreno se llevan a cabo con el procesado de las imágenes de satélite y el seguimiento de los aparatos extensómetros de la red que maneja el IGME y el organismo de cuenca. Entre 2018 y 2019, durante última campaña de explotación de los pozos por el periodo de sequía, la subsidencia detectada se sitúa en valores muy próximos a «los umbrales de estabilidad», una variación de 0,35 centímetros por año de velocidad de desplazamiento. «Se ha visto que la afección principal de los bombeos se ha reducido a los 200 metros más próximos en la Vega Media y Vega Baja, siendo muy leve más allá de los 1.500 metros».