Un estudio de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) evidencia que la «victimización» de las personas que han sufrido abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia católica «perdura en el tiempo» e incluso «cuando ya han prescrito los casos, el daño persiste». Esta es una de las conclusiones dl estudio ‘Culturas organizacionales e identificación de contextos de victimización primaria y secundaria en abusos sexuales en la Iglesia, en clave de prevención y reparación victimal’. La presentación corrió a cargo de Gema Varona (UPV/EHU), Teresa Compte (Universidad Pontificia, Madrid) y Gil José Sáez (Universidad de Murcia, vicario judicial de la Diócesis de Cartagena y delegado episcopal para la protección del menor y de los adultos vulnerables).

La presentación fue en la ‘Jornada sobre abusos sexuales de menores en instituciones religiosas: respuestas restaurativas desde la victimología’, que se ha llevado a cabo en el auditorio del Centro Carlos Santamaría de la Universidad del País Vasco.

En su intervención, Gil José Sáez ha ahondado en el problema de la «legitimación de la pedofilia» y ha analizado si el celibato tiene que ver o no con los abusos sexuales a menores en la Iglesia. En concreto, sobre el celibato, Sáez ha precisado que «per se, no tiene nada que ver con los abusos» pero ha advertido de que «una mala vivencia del celibato puede ser una de las causas de abuso sexual». A su juicio, tal y como piden expertos dentro y fuera de la Iglesia, hace falta «una educación afectiva sexual para que los candidatos a sacerdote puedan vivir célibes de manera sana».

«Es constatable que ha habido una victimización secundaria que perdura en el tiempo. Hablamos de una espiral que se va abriendo de abuso de poder», ha explicado Gema Varona, por su parte..

Además, Varona ha precisado que «lo grave» es que estos abusos sexuales a menores se dan dentro de instituciones cuyo «trabajo se supone que es educar, proteger y acompañar espiritualmente a menores». En este sentido, ha criticado que a veces se intenta «escurrir el bulto» comparando con los casos de abusos en el ámbito familiar «para decir: ‘lo mío no es para tanto’». El estudio se basa en el testimonio de 48 víctimas de abusos en la Iglesia y Varona ha puesto de relieve que «ninguna está contenta con cómo respondió la Iglesia» cuando denunciaron los abusos.

«Es un hecho que la victimización secundaria es amplísima, las víctimas se sienten en los procesos solas, confundidas, engañadas», ha añadido la investigadora.

Además, el proyecto de investigación dedica un apartado a las víctimas mujeres. En concreto, fueron entrevistadas un total de 10 mujeres víctimas de abusos sexuales en la Iglesia, de las 20 con las que contactaron inicialmente.

Ataques tras la confesión

Según ha indicado Teresa Compte, se trata de un estudio exploratorio a partir de la narración en primera persona sobre cuál ha sido el daño y sobre la identificación de las dinámicas de poder tanto en el lugar donde se perpetran los abusos, como a posteriori, cuando se denuncian los hechos.

En cuanto al perfil de las mujeres encuestadas, sufrieron los abusos entre los 7 años (la más joven) y los 40 años (la más mayor) y en la actualidad tienen entre 28 y 71 años. Los abusos se perpetraron entre 1961 y 2019, y se extendieron desde un año hasta 24. Ocho de ellas tienen estudios universitarios, tres son madres y dos forman parte de la Iglesia (una laica consagrada y una religiosa). Atendiendo a los agresores, Compte dijo que se trata de nueve varones y una mujer religiosa enfermera. En el caso de ellos, siete eran sacerdotes, uno religioso dedicado a la docencia y otro, laico consagrado. Dos de los nueve varones fueron denunciados ante la justicia canónica y dos ante la justicia ordinaria.

Sobre el marco en el que se cometieron los abusos, el informe pone de relieve que estos se perpetraron en internados, parroquias, o congregaciones, en el marco de catequesis parroquiales, actividades de ocio con menores o acompañamiento espiritual. Todas las mujeres explican que sus padres habían «depositado su confianza» en el colegio, movimiento religioso o internado donde sufrieron los abusos. En el caso de aquellas que ya eran adolescentes y adultas, aseguran que confiaban en su agresor «en razón de su ministerio, porque eran sacerdotes». En estos últimos casos, la elección de las víctimas, según ha puntualizado Compte, se produjo tras la administración del sacramento de la confesión, en el que los agresores usaron las fortalezas de las víctimas para abusar de ellas.