Hay muchos tipos de familias en la Región de Murcia, pero seguramente de las que menos se habla es de las temporales. Durante 2020, trece núcleos familiares participaron en el Programa de Acogimiento Familiar Temporal (Acofamt), gestionado por la Fundación Salud y Comunidad y Grupo Lagunduz, y atendieron a veinte menores de entre seis y diecisiete años. No son adoptantes, sino acogedores, y no lo son a largo plazo, sino por un máximo de 18 meses. 

«Somos su familia temporal, no son nuestros hijos», explican Pedro A. Gambín y María DoloresLozano, que ahora tienen en casa a dos hermanos de seis y diez años, además de a su propio hijo, de ocho. No son nuevos en esto, sino que este es su segundo acogimiento. Ellos son una alternativa familiar para aquellos menores que se encuentran en una situación de desamparo en su propio hogar. El objetivo es que llegue el día en que se vayan con una familia definitiva, siempre y cuando se descarte que puedan retornar a su hogar de origen. La situación de estos niños les empuja a «ir más allá», comenta María Dolores: «Vienen con su propia mochila, no te puedes quedar en cubrir sus necesidades básicas, sino que hay que pararse en cada palabra que se dice, pensar en cómo les puede afectar, en cómo ayudarles».  

"Hay mucha responsabilidad, tenemos que sanarlos para que recuperen la confianza en los adultos, que les han fallado antes"

Pedro A. Gambín - Programa Acofamt

Esta mochila se pone de manifiesto en multitud de ocasiones. «Enfados» y «rabietas» cuando se les ponen límites son algunas de las reacciones clásicas. «Ante una conducta disruptiva, hay un porqué detrás que no tiene que ver con nosotros, por eso hay que convencerles mediante la palabra», comentan. En definitiva, se trata de «darles la normalidad que antes no han tenido». Con el paso del tiempo, es normal que aparezcan otros problemas, «como con el sueño o con la alimentación, pero los vamos enfrentando uno a uno», afirman. 

Pedro, incluso, considera que la responsabilidad a la que tienen que hacer frente es «mayor» que con su propio hijo: «Llevamos a un ambiente familiar a unos niños que han sufrido de muchas maneras. Tenemos que sanarlos para que recuperen la confianza en los adultos, que les han fallado antes. Así se podrán incorporar a una familia definitiva». Se trata de «establecer un apego» que más adelante les ayude a «establecer lazos afectivos con su nueva familia», añade.

Pedro y María Dolores acogen ahora a dos hermanos de 6 y 10 años. Israel Sánchez

Juanjo Dólera y Mari Carmen Ros también forman una familia temporal, pero su caso es distinto. Ellos son parte del Programa de Acogimiento Familiar de Urgencia-Diagnóstico, más conocido como Canguro, ya que los padres que participan acogen a menores de seis años y, en este caso, por un máximo de seis meses. El año pasado veinte núcleos familiares acogieron a casi treinta de estos menores en la Región.

Ahora mismo, Juanjo y Mari Carmen llevan tres meses cuidando de un bebé de 21 meses, además de a sus dos hijas de 7 y 11 años. 

Para ella, está claro que es vocacional: «Siempre es lo que he querido hacer». Y no se refiere a la adopción. «Para un futuro ya tengo a mis dos hijas, esto es otra cosa, queremos ayudar. Si hubiera adoptado no podría acoger a estos niños como lo hago», asegura. 

Como Pedro y María Dolores, ellos también tienen experiencia como familia temporal y llevan tres años en el programa Canguro, en el que han acogido ya a tres bebés. 

"Al principio no quería que nos acercáramos y rechazaba los abrazos, pero enseguida se le pasó y ahora es todo amor"

Mari Carmen Ros - Programa Canguro

En estos casos, el «bagaje» que arrastran se nota menos. «Con los dos primeros no noté nada, aunque con el último, que es un poquito más mayor, sí. Al principio no quería que nos acercáramos y rechazaba los abrazos, pero enseguida se le pasó y ahora es todo amor», señala ella. «Se encariñan en el minuto uno», asegura.

Todas las familias de acogida temporal sienten muchos nervios el primer día. «Por una parte hay ilusión y ganas de que lleguen, pero también preocupación por ellos, que aterrizan en una casa extraña. Nosotros, al fin y al cabo, estamos en nuestra zona de confort», apunta María Dolores, que les acompaña si lo necesitan la primera noche, «si tienen miedo a la oscuridad, que les suele pasar». 

Decir adiós

Pero si hay un día clave es el último. Juanjo, al que en un principio tuvo que convencer su mujer para participar, estuvo a punto de abandonar el programa Canguro tras terminar con el acogimiento del primer bebé. «Lo paso realmente mal con la despedida, pero luego me di cuenta de que no puedo concentrar todas las experiencias que vivo con ellos en ese punto», manifiesta. «Lo pasas mal por mucho que te prepares», coincide con él su mujer, que reconoce que el último día duermen con ella: «Lloramos todos, pero no pasa nada». 

"Lo paso muy mal con la despedida, pero no puedo concentrar todas las experiencias que vivo con él en ese punto"

Juanjo Dólera - Programa Canguro

Pedro y María Dolores lo viven de manera diferente. «Yo no me pongo límites al cariño, si lo hiciera no podría participar en el programa, pero cuando nos dicen que han encontrado a su familia definitiva nos da un vuelco el corazón. Al fin y al cabo, es una gran noticia para ellos», explica María Dolores. «Se van, los echas de menos, pero es un recuerdo alegre, significa que, entre todos, lo hemos conseguido», añade Pedro. 

También es importante preparar a los hermanos para los recién llegados. «Una de mis hijas siempre dice que tiene un hermano biológico y tres de corazón», afirma Mari Carmen en referencia a los tres bebés que ya han pasado por casa. Tiene una experiencia tan positiva que, como su madre, ya dice que de mayor quiere acoger niños. «No dice adoptar», puntualiza. 

"Cuando nos dicen que han encontrado a su familia definitiva nos da un vuelco el corazón de la alegría"

María Dolores Lozano - Programa Acofamt

Uno de los requisitos de los dos programas es que todos los miembros de la familia estén de acuerdo con el acogimiento. «Si no es así es imposible que funcione», comenta María Dolores. «Yo intento que mi hijo entienda que no pasa nada si a veces no está de buen humor con los niños, que es como con sus amigos, no siempre le apetece jugar, lo único importante es que tenga valores de respeto y de convivencia», subraya. 

Cuando se van, existe la posibilidad de que la familia temporal mantenga el contacto con los niños que ya se han marchado. Sin embargo, no es lo habitual. Ha de estar de acuerdo la familia definitiva, algo que sí ha sucedido con Mari Carmen y Juanjo, que, por otra parte, tienen claro que van a seguir participando en Canguro. «Yo se lo recomiendo a todo el mundo, incluso informo sobre el programa en mis redes sociales, pero todavía no he conseguido traer a gente nueva», se lamenta él. 

Pedro y María Dolores coinciden: «Vamos a seguir mientras tengamos fuerzas, pero hay que ser honesto si llega el momento en el que te faltan». Del mismo modo, también recomiendan la experiencia, pero avisan que «no todo el mundo vale», así como que no hay que participar esperando nada a cambio. «La recompensa está en ver cómo llegan y cómo se van. Verles reír, jugar, mancharse con un helado, haciendo cosas que antes no habían vivido». Son niños, al fin y al cabo.

La coordinadora lamenta que "falta cultura de acogimiento"

Actualmente hay ocho niños mayores de seis años con cinco familias de forma temporal y otros once bebés con diez familias canguro. Beatriz Granados, coordinadora de los programas Acofamt (968200400) y Canguro (968209628), lamenta que en la Región de Murcia falte «cultura de acogimiento» y echa en falta una «bolsa de familias» más amplia. No todas las que intentan participar en estos programas son idóneas. Lo importante, explica Granados, es que tengan «estabilidad social, psicológica y emocional». No hay que olvidar que en los menores se presentan indicadores de diferentes tipos de maltrato, tanto físico como psicológico, y de abandono. 

Desde la Fundación Salud y Comunidad y Grupo Lagunduz ofrecen una formación de cuatro sesiones en las que se valora la capacidad de las potenciales familias de acogida para hacerse cargo de estos menores, al tiempo que aprenden herramientas para adaptarse a los menores y para reaccionar ante las diferentes conductas que puedan encontrase. También les facilitan toda la parte legal y les preparan para afrontar la despedida. «El primer acogimiento condiciona mucho a las familias, pero normalmente todas acaban contentas», asegura Granados.