«Ya completé un año acá en Murcia», explica Christian, de 41 años de edad, que se vio obligado a huir de su Colombia natal porque las FARC lo tenían amenazado. «Salí de Colombia por problemas con la guerrilla. Yo tenía un negocio allá, con mi mujer, y nos pedían un dinero. Teníamos que dar una cierta cantidad de dinero o nos amenazaban», relata, para hablar de la extorsión que sufrió durante años. Una situación que, todavía a día de hoy, le hace guardar ciertas precauciones: por seguridad, no da su nombre completo. Teme que alguien de la guerrilla lo localice, buscándolo en Google.

El matrimonio regentaba en Sudamérica un negocio humilde «Hubo un momento en que no podemos darle plata a estas personas», rememora el hombre, en una conversación con LA OPINIÓN. «El problema es que dejamos de pagar, nos negamos a seguir pagando. Comenzamos con nuestro negocio en 2008 y comenzaron a pedirnos dinero en 2010, 2013… y hasta 2015 o 2016 seguimos pagando», recuerda. Ahí comenzaron las amenazas. Y hasta las agresiones.

«Decidí que nos íbamos», sentencia Christian, que se mudó con su familia a un pueblo que estaba a tres horas de su localidad natal. Pero los tentáculos de la guerrilla llegaron hasta la familia, que sufrió robos y agresiones físicas. Comenzaron a barruntar la idea de salir del país.

«Mi hija fue la primera que llegó a España, la mandé para acá. En 2020 llegamos nosotros a Murcia», apunta el refugiado, que valora especialmente «la tranquilidad» que siente. «Puedes salir a pasear, es una ciudad muy segura, muy tranquila, gracias a Dios», manifiesta este vecino, que agradece la labor de Cruz Roja, «que nos ha prestado ayuda» y lo sigue haciendo.

A la espera de un empleo

Christian (padre de dos hijas y abuelo de una nieta) no tiene aún un empleo, ya que «no tengo permiso de trabajo hasta el 15 de octubre». En Murcia, se reunió toda la familia, pues «mi hija la mayor tiene su marido» en la Región. 

Preguntado por si se ha planteado volver a su tierra, admite que «yo quisiera regresar», aunque es consciente de «la situación cómo está». El problema de la guerrilla «es difícil de quitar, es algo muy grande que hay», asume. «Nadie sabe qué es lo que se vive en los alrededores de Colombia, en el campo», remarca el refugiado colombiano.

Preguntado por si ha sufrido episodios racistas, Christian destaca que en Murcia «me siento muy a gusto» por la sencilla razón de que «aquí uno sale a la calle, puedes caminar, y no tienes peligro de que te vayan a agredir». Al contrario que en algunas zonas de su país, donde incluso «la Policía es corrupta, uno no se siente seguro con ellos».

Cruz Roja echa una mano a Christian y a su familia en todo: se le paga el alquiler de su casa y se le ayuda para que amplíe su formación a la hora de acceder al mercado laboral. Una de sus hijas va a cumplir la mayoría de edad en breve y también quiere trabajar. Mientras eso llega, dependen de la Red Nacional de Acogida, aunque el encontrar un empleo «es lo más importante, para que tengan autonomía y se sientan aún más parte de la sociedad murciana», detallan desde la organización humanitaria.