Los hechos acontecían a finales de septiembre de 2018. El titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Murcia, en funciones de guardia, ordenaba entonces el ingreso en prisión provisional de María Isabel T. O., acusada de matar a otra mujer tras rociarla con líquido inflamable y prenderle fuego en el barrio murciano de La Paz. Hasta entonces, la investigada permanecía custodiada en el módulo de presos del Virgen de la Arrixaca. Este lunes, tras la constitución del jurado popular, comenzó su juicio por asesinato. 

El día que mataron a Dolores, la acusada, que se había peleado antes con la mujer y portaba un cuchillo y una botella con gasolina, acudió al domicilio ubicado en el Polígono de la Paz de Murcia, donde la víctima se encontraba con su familia. Al llegar, subió al piso muy alterada y agresiva y llamó a la puerta gritando para que la víctima saliera pero un vecino, al verla en esas condiciones, la echó del edificio. Pero María Isabel T. O. no cesó en su empeño. Cuando la víctima abrió la puerta, la acusada la roció con gasolina de manera sorpresiva y sin posibilidad de que reaccionara. A continuación, le prendió fuego con un mechero y se marchó del lugar. La víctima, que tenía 36 años, empezó a arder y, aunque fue atendida rápidamente, y llegó viva al hospital, no pudo reponerse de sus graves lesiones y finalmente falleció. Antes de perder el sentido en su casa, Dolores, madre de cinco hijos menores de edad, tuvo tiempo de decir quién le había pegado fuego viva. Quién era su asesina. “Lo reconozco que yo provoqué el incendio: por miedo, porque ya me había pegado varias veces”, comentó hoy María Isabel.

Su defensa solicita la libre absolución por una supuesta anomalía psíquica que, en su opinión, la convierte en inimputable.

Al inicio de la vista, la defensa aportaba informes de urgencias y de psiquiatría de unos días antes del crimen. La documentación fue admitida. También intentó que valiese una carta, por escrito, que había redactado la acusada, en lugar de su declaración, pero el juez Del Olmo le dijo que no: que las manifestaciones tenían que ser en sala y de modo verbal.

La echan de la sala

Cuando la Fiscalía hacía sus alegaciones, fue interrumpida por la acusada. El magistrado presidente le advirtió que no podía cortar la intervención. Como María Isabel no atendió a las indicaciones del juez, este la expulsó de la sala, de donde salió escoltada por la Policía Nacional.

“Esto no es una tertulia, esto no es un café en el que todo el mundo puede intervenir cuando quiera”, explicó el juez luego al jurado. “Si no hay un mínimo respeto, el juicio no se puede desarrollar”, subrayó.

El abogado de la acusación particular, Pablo Ruiz Palacios, en su turno de palabra, recordó que Dolores, “convertida en una antorcha humana”, identificó a su agresora, una mujer que en ningún momento “ha mostrado el más mínimo arrepentimiento por estos hechos, no ha pedido perdón a la familia, no se ha arrepentido”. El letrado ve “alevosía” ante “el ataque sorpresivo”, además de “ensañamiento” al haber elegido “quemarla viva en su domicilio”. De ahí que pidan 25 años de cárcel para la sospechosa, de la que opina que “no tiene ninguna alteración mental”.

La defensora de María Isabel comenzó su discurso explicando que ella es abogada del Turno de Oficio y que le ha tocado el caso tras pasar varios letrados por el mismo. Admitió que la acusada no ha declarado aún y auguró que ha de valorarse “una confesión, aunque sea tardía, de los hechos”. También pidió al jurado que tengan en cuenta “las eximentes por las posibles patologías que pueda padecer” la vecina, que, con permiso del juez, regresó a la sala para escuchar el alegato de su defensa.

A continuación, habló la acusada. “No fui buscándola (a Dolores), iba en el piso de arriba a buscar droga”, relató, “pero había una botella de gasolina y la cogí; y, subiendo las escaleras, la puerta de Dolores estaba abierta”.

Sobre el altercado de días antes en Atalayas, contó: “Yo fui a su casa a comprarle 30 euros de coca. Iba detrás mía. Al bajar reconocí la bicicleta que le robaron a mi hija y me la quise llevar, ella me dijo qué haces, se tiró a pegarme, venían detrás mía ella, el marido y los sobrinos, me pegó una paliza, vino la Policía y ella le dijo que tenia un hijo retrasado mental y que yo había empujado a su hijo de la bicicleta, eso es mentira”.

María Isabel declaró leyendo textualmente la carta que antes su abogada intentó que valiese como declaración. En la misiva, detalló diversas agresiones que, según ella, perpetró Dolores a su persona. E insistió en que ella estaba muy drogada. Apuntó que le pegaron “patadas en la boca y me arrancaron un diente”.

“Yo fui movida por unas voces, no sabía ni dónde iba”, manifestó, “yo iba al piso de arriba. En el portal de su casa un chaval estaba arreglando una moto pequeña y había una botella de gasolina: no sé por qué la cogí. Yo iba movida por unas voces. A donde me veía, me pegaba. Soy sincera, no digo que no. Yo provoqué el incendio, lo hice por miedo, y pido perdón. Yo soy una cobarde, ahora amenazan a mi madre y a mis tres hijos”.

Al terminar de leer, la fiscal le preguntó que quién ha escrito eso, y María Isabel dijo que ella. A Dolores “la conocía de ir a comprar droga, pero no sabía ni cómo se llamaba”.

El día del crimen “se levantó para agarrarme, para agredirme” y de ahí que le echase la gasolina. Insiste en que iba “muy drogada” por unas sustancias que compró en La Fama y dijo que en el edificio de Dolores iba a “vender unos productos robados” de un súper, los cuales luego vendió “a otro gitano”. “Yo no iba a la casa de Dolores, iba al de arriba a comprarle droga”, apuntó a continuación, incurriendo en contradicciones. 

“Yo estuve con una persona imaginaria que me dicen que no existe, que se llamaba Alejandro, pero me dicen que es una alucinación mía”, manifestó, a lo que añadió que “hay muchas cosas de las que no me acuerdo”.

Esquizofrenia y drogadicción. “Desde los 13 años” consume droga a diario. El día de los hechos “llevaba tres o cuatro días sin dormir, porque la coca te mantiene activa y te quita el sueño”. “Me diagnosticaron en 2010 esquizofrenia paranoide y trastorno límite de la personalidad. He tenido brotes psicóticos por la calle, de ponerme en cueros en un banco, de llevarme al hospital y atarme de pies y manos. Cuando me quitaban las correas, salía corriendo y me escapaba del hospital”.