«La noche es para descansar, no para poner lavadoras, gracias», se leía en rotulador negro sobre fondo blanco en un folio que aparecía esta semana pegado junto a los buzones, en una zona común de un bloque de pisos. Abajo, con un bolígrafo diferente, alguien que se dio por aludido escribió: «¿La luz me la vas a pagar tú?»

Este cartel nunca se habría puesto de no ser por la nueva factura de la luz, que implica cambios en los hábitos de los consumidores si se quieren evitar mayores costes en el recibo. Uno de los trucos es trasladar consumos a horas de menor coste, como los fines de semana o la madrugada. Pero poner la lavadora a las dos de la mañana puede ocasionar conflictos entre vecinos: a veces las paredes son de papel, se oye todo, molesta y hay gente que tiene que madrugar.

Antes de la última subida de la luz, ya había roces vecinales por molestias acústicas. Los ruidos máximos en las comunidades de propietarios están regulados por varias leyes y ordenanzas como la Ley del Ruido, Ley de Propiedad Horizontal o la Ley de Ordenación de la Edificación.

Según los municipios, lo permitido va cambiando, pero en general, de día, con que un vecino llegue a alcanzar los 45 decibelios ya podría llamársele la atención. Las cosas se ponen aún peor por la noche, cuando los decibelios se sitúan en 35 e incluso 30 en algunas zonas. Un transistor un poco alto en un dormitorio ya puede incordiar sobremanera al vecino que duerme al otro lado de la pared.

En el caso de una lavadora, en su nivel de ruido normal durante el ciclo de lavado, suele situarse alrededor de los 46 decibelios, en el peor de los casos, haya aparatos que rebasan los 50 en el centrifugado. «Anoche me dormí sobre las dos de la madrugada acompañado del sonido de la lavadora de mis vecinos y todo se lo debemos a la excelente gestión del Gobierno que dice ser de izquierdas», apuntaba un joven, Javier, en sus redes sociales, y añadía que «es lamentable que la gente tenga que hacer esto para poder pagar la luz». «Mis vecinos de arriba ponen la lavadora a las dos o tres de la mañana y cuando centrifuga tiemblan los muros de mi piso», añadía otra usuaria, de nombre Paty.

Antonio García García, administrador de fincas en Molina de Segura, apunta a LA OPINIÓN que «para nosotros esto es un galimatías» y que los políticos «lo que han hecho es dejar en manos del administrador de fincas del edificio la patata caliente». As, cuando se le llama la atención a un inquilino por usar su lavadora de madrugada, «me dice: ‘mire usted, es la única opción que me ha dado el Gobierno’». 

Aunque la gran mayoría de los casos, detalla este administrador de fincas, se solucionan «por vía amistosa», puede pasar que, si los ruidos no cesan, «se avise a la Policía Local o a Medio Ambiente y, si se mide que se supera el nivel de decibelios, proponer al vecino para sanción administrativa». 

Degenera en burofax

García García aboga por «resolverlo con mediación» y lamenta que «hay una especie de vacío legal» con el tema de «las distribuidoras de la luz» y al final «quien más lo paga somos los conciudadanos». Entiende el problema que supone «que una persona ponga la lavadora a la una y otra se tenga que levantar a las seis». «Si se nos da la problemática, el único instrumento que tenemos es mediar con el propietario o el inquilino, lógicamente, y llamar a la Policía; si no está ya el ruido cuando llegue, habrá que recabar pruebas por parte de los vecinos», comenta el administrador, que admite que el asunto puede degenerar hasta acabar en una «notificación mediante un burofax requiriendo que cese la acción». «Si no da sus frutos, reunión extraordinaria de propietarios y proponerlo para que se judicialice, eso es el último extremo», hace hincapié.

Por otro lado, agentes de Policía de la Región apuntan que recibir llamadas de personas que no pueden dormir por culpa de los ruidos del vecino no son algo nuevo, y aconsejan, si ven que no pueden solucionarlo con diálogo, que pongan una queja ante el Ayuntamiento