Hace ya diez años una generación se dio cuenta de que se había roto el contrato social. Estudiar, acceder al primer trabajo, comenzar a ahorrar e independizarse para vivir una vida propia dejó de parecer posible. Era una estafa. La crisis financiera de 2008, el aumento del paro y los recortes de los servicios públicos que vinieron después abrieron los ojos a la juventud, que asumió que no iban a vivir mejor que sus padres. El movimiento que llevó a miles de jóvenes a acampar en la Plaza del Sol de Madrid también llegó a la Región y tuvo su epicentro en la Glorieta, frente al Ayuntamiento de Murcia, en pleno centro.

«Yo trabajaba entonces en el sindicato STERM, organizando movilizaciones en contra de los recortes de Ramón Luis Valcárcel y José Luis Rodríguez Zapatero desde julio de 2010», recuerda Óscar Urralburu. Con él a la cabeza entró Podemos, partido que capitalizó años más tarde el movimiento 15M, en la Asamblea Regional en 2015. Según cuenta, el clima propicio para este fenómeno social comenzó a forjarse meses antes, durante las masivas manifestaciones que llenaban las calles de Murcia.

A Javier Sánchez Serna, que sustituyó a Urralburu como líder de los morados cuando éste se marchó a Más Región, el 15M le pilló estudiando un máster en Madrid. «Un mes antes participé en una movilización de Juventud Sin Futuro organizada desde las facultades de Filosofía y Ciencias Políticas de la Complutense», comenta. Entonces comenzaron a convocarse manifestaciones a través de las redes sociales y sin pedir si quiera permiso a la Delegación del Gobierno. «Llegamos a parar la Gran Vía pacíficamente», recuerda «con cariño».

El miércoles 16 de marzo las primeras tiendas de campaña empezaron a tomar posiciones en el centro de la capital del país después de una movilización el día anterior. «Para el domingo, la Plaza del Sol estaba a rebosar», reconoce Javier Sánchez Serna.

En Murcia, los indignados, como se les conoció a los protagonistas del movimiento ciudadano, también levantaron su acampada en la Glorieta para ese mismo fin de semana. Música, actividades culturales, charlas, proclamas, pancartas... Cientos y cientos de personas pasaban por allí a diario para ver quiénes eran esas personas que se habían hecho con la calle.

El socialista Joaquín López Pagán, que entró por primera vez en la Asamblea Regional como diputado el 22 de marzo de ese año, vivió aquellos momentos con «curiosidad» y «atención». El PSOE sacó unos «muy malos» resultados ese año (11 escaños frente a los 33 del PP y 1 de IUV). «La gente le imputó a Zapatero la crisis económica y nos castigaron», explica.

El 15M culpaba a los dos grandes partidos de llevar al país hasta la grave situación en la que se encontraba tras la crisis de 2008. «Fue un añadido más al desencanto», aunque es «perfectamente entendible», afirma López Pagán.

Junto a él, en 2001 también entraba en política Violante Tomás, actual senadora popular y que entonces pasaba a formar parte de la cámara murciana. «El 15M fue rompedor, ilusionó mucho y arrastró a muchos jóvenes y no tan jóvenes», recuerda. Aunque no tarda en remarcar que «ha quedado en agua de borrajas». A ella lo que le ilusionaba entonces era la oportunidad de trabajar por las personas con discapacidad en el Partido Popular (venía de ser gerente de la FEAPS-Región de Murcia). Además, ese mismo año 2011 el Partido Popular lograba la mayoría absoluta tanto en la Asamblea autonómica como en el Congreso de los Diputados. «La gente estaba cansada tras un período muy duro en el que perdían el trabajo. El PP siempre ha sido el partido valiente que ha sacado al país del pozo», considera.

No obstante, cuatro años después, Podemos entraba en el Parlamento con 69 escaños, demostrando, junto con Ciudadanos (40 escaños), que el bipartidismo había muerto. Un año antes se estrenaba en las elecciones europeas con cinco escaños y el mundo conocía Pablo Iglesias.

Mirándolo con perspectiva, el socialista López Pagán critica que los herederos del movimiento sigan haciendo política «desde la indignación» y lamenta que la «antipolítica» protagonizara el 15M. «Eso nos sirve para nada, hay que estar en las instituciones y redirigir la indignación con cabeza». Reconoce, eso sí, que tuvo efectos positivos, como la Ley de Vivienda que se aprobó en la Asamblea durante su primera legislatura como diputado.

Óscar Urralburu defiende la «raíz verdadera» del 15M, un fenómeno que compara al Mayo del 68, y apuesta por seguir luchando por construir «un nuevo pacto social», ya que la misma generación de 2011 «sigue viviendo en precariedad».

El coordinador autonómico de Podemos, Javier Sánchez Serna, añade que entonces fue cuando comenzaron a pararse desahucios. «Muchos indignados se convirtieron en activistas», señala. Además, está convencido de que la crisis de la covid no se ha gestionado igual que la anterior precisamente por lo que se aprendió del 15M.